El perdedor radical es una exégesis del suicida destructor llevada a cabo por Hans Magnus Enzensberger: “La única salida a su dilema es la fusión de destrucción y autodestrucción, de agresión y autoagresión. Por un lado, el perdedor experimenta un poderío excepcional en el momento del estallido; su acto le permite triunfar sobre los demás, aniquilándolos. Por otro, al acabar con su propia vida da cuenta de la cara opuesta de esa sensación de poderío, a saber, la sospecha de que su existencia pueda carecer de valor.
Otro punto a su favor es que el mundo exterior, que nunca quiso saber de él, tomará nota de su persona desde el momento en que empuñe el arma. Los medios de comunicación se encargarán de depararle una publicidad inaudita, aunque sólo sea durante 24 horas. La televisión se convertirá en propagandista de su acto, animando de ese modo a los émulos potenciales. Como se ha demostrado, particularmente en los Estados Unidos de América, ello representa una tentación difícil de resistir para los menores de edad.”