Juan Freire analiza las ciudades de población intermedia en España (entre 100.000 y 300.000 habitantes) catalogándolas dentro de dos categorías: Ciudades burocráticas o ciudades creativas: “Las ciudades burocráticas se suelen corresponder con aquellas en las que se instalan gobiernos autonómicos que generan un gran impacto económico y una dinámica social y cultural totalmente dependiente de la vida institucional. En muchas de estas ciudades, la entrada de instituciones antes no existentes significa una pequeña revolución, patente ya sólo por el número de empleos que genera una administración autonómica. Estos casos se corresponden con ciudades como Santiago, Oviedo o Mérida. Además, en muchas de estas ciudades, existen universidades que se han desarrollado en paralelo (omcon anterioridad) a las otras instituciones públicas (no en Mérida pero si en Oviedo o Santiago por ejemplo). Otras ciudades que no cuentan con gobiernos autónomos, responden sin embargo a un modelo similar en que la institución dominante ha sido históricamente la universidad (caso de Salamanca por ejemplo). Paradójicamente, en España las universidades parecen haber acompañado más a la burocracia pública que a la actividad industrial o a la cultura independiente.
Estas ciudades burocráticas han apostado, en general, por el modelo de ciudad museo basado en la atracción turística y el desarrollo de una «cultura institucional» promovida casi exclusivamente desde las instituciones públicas (en la que los actores privados dependen casi exclusivamente de la financiación y/o de la promoción públicas).”