Uno nunca sabe, pero quizás si Juan Rulfo hubiese acabado como un autor prolífico su nombre hoy no tendría la consistencia que tiene. El caso es que un puñado de textos lo han aupado al limbo de los elegidos, parco en obras y parco en palabras dentro de sus obras: la austeridad y sencillez aparente. Acuérdate pertenece a El Llano en llamas, 1953), y es relato breve que destaca quizás por la ausencia del característico recurso al diálogo del autor. Como en todos sus textos, la maravilla surge del modo en que la violencia se introduce en la historia, de un modo aterradoramente cotidiano y costumbrista: “Lo expulsaron de la escuela antes del quinto año, porque lo encontraron con su prima la Arremangada jugando a marido y mujer detrás de los lavaderos, metidos en un aljibe seco. Lo sacaron de las orejas por la puerta grande entre el risón de todos, pasándolo por una fila de muchachos y muchachas para avergonzarlo. Y él pasó por allí, con la cara levantada, amenazándolos a todos con la mano y como diciendo: «Ya me las pagarán caro».
Y después a ella, que salió haciendo pucheros y con la mirada raspando los ladrillos, hasta que ya en la puerta soltó el llanto; un chillido que se estuvo oyendo toda la tarde como si fuera un aullido de coyote.”