Llevo bastante rato repasando todos los homenajes que se han dejado en muchos blogs a Carl Sagan, en el décimo aniversario de su muerte. Muchos hablan desde el cariño y la admiración, señalándolo como responsable principal de la afición a las ciencias de los autores. Después de mucho pensar, creo que lo mejor es que hable él mismo, gracias a un texto recogido por Fernando del Álamo. Hay un dragón en mi garaje: “Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre un dragón invisible, incorpóreo y flotante que escupe un fuego que no quema y un dragón inexistente? Si no hay manera de refutar mi opinión, si no hay ningún experimento válido contra ella, ¿qué significa decir que mi dragón existe? Su incapacidad de invalidar mi hipótesis no equivale en absoluta a demostrar que es cierta. Las afirmaciones que no pueden probarse, las aseveraciones inmunes a la refutación son verdaderamente inútiles, por mucho valor que puedan tener para inspirarnos o excitar nuestro sentido de maravilla. Lo que yo he pedido que haga es acabar aceptando, en ausencia de pruebas, lo que yo digo.”