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El placer de destruir al adversario

Germán Yanke: “Vivimos en el paraíso artificial de quienes quieren salirse con la suya antes que ser razonables, hasta el punto de que el falso debate parece centrarse en demostrar que sólo se preservará la sociedad democrática si gobiernan los de un lado. Si ha ocurrido o puede ocurrir lo contrario, sería una suerte —o mala suerte&mdash, de excepción histórica que hay que resolver sin contemplaciones. Mientras se soporta la excepción o se trata de sostener el único camino viable, bastan esos argumentos y esos gestos consoladores. Pero lo razonable, en esa sociedad democrática y abierta que PP y PSOE dicen defender, es basar la discusión —también la discusión encendida y profunda&mdash, en un sustrato común que no se discute para el adversario. Es más, que se trata de mantener y construir juntos. No se defiende contra el otro, sino mediante aquella «conversación que nos mantiene unidos» a la que tantas veces se refirió don Miguel de Unamuno y que, más que incluirla, se basa en la confrontación democrática.
El fundamentalismo en nuestras sociedades adquiere carta de naturaleza cuando se piensa que el fundamento de las mismas es sólo y únicamente el gobierno de los nuestros. Hay que mantenerlo a toda costa porque el triunfo del adversario, incluso la aceptación parcial de sus argumentos, supone el derrumbe. Y si hay que restaurarlo, porque se ha perdido, no se pueden aceptar ni la legitimidad efectiva ni los puntos de vista de quienes lo han arrebatado.” El placer de destruir al adversario.

Roger Colom | 11/12/2006 | Artículos | Políticas nacionales

Comentarios

  1. Balabasquer
    2006-12-11 22:52

    Nuestra sociedad moderna occidental y quintaesencia de la democracia, cabalga al galope tendido hacia ese “fundamentalismo”, que tanto escudriñamos en la esfera islámica y en otras.
    Simplifica las cosas y el control será más fácil, es el lema.
    Lo grave es que es un lema genérico de la clase política, globalmente hablando, un axioma de conducta asumido por quienes nos gobiernan, sea cual sea su signo.
    Es un retroceso a la sociedad tribal, en la cual se apoya al clan por su pertenencia a la tribu, no por las ideas que representa o expone el individuo.
    Los partidos políticos, actúan internamente como tribus y mantienen esa conducta, cuando llegan al poder. El enemigo es la otra tribu, el otro clan, completo,sin distinción de circunstancias, opiniones personales o talantes.
    ¿Los ciudadanos?, una excusa.
    La Edad Media amenaza con volver.
    Eso si, con móviles “G”, televisiones de plasma y miles de zarandajas más.


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