Precioso el texto de Javier Marías hablando del sentimiento de las madres cuando los hijos abandonan la casa familiar. Lejos del clásico compadecimiento burlesco de la madre llorosa, el autor reflexiona sobre la ausencia y los espacios vacíos: “(...) porque, quiérase o no, un largo periodo termina, y la vida ya no será la que ha sido. Tengo tanto respeto por la pena que eso causa, la terminación de algo, que hasta comprendo a quienes lamentan –aunque rara vez lo confiesen o admitan– el acabamiento de un prolongado enemigo o de una situación de descontento. Sí, se puede echar de menos la lucha, el esfuerzo, la resistencia, la costumbre … Recuerdo que Conrad decía que lo único que salvaba al marino de la desesperación, cuando se hacía a la mar para no volver en mucho tiempo, era “la rutina salvadora”, la que lo hacía levantarse un día tras otro en los primeros de travesía. Por eso se hace tan difícil perderlas, incluso las insatisfactorias.” Siempre muy pocos