Marcelo Figueras nos habla con nostalgia e infinito cariño de un cómic de los de antes, de los de toda la vida, Terry y los piratas, una gozada en viñetas precursora de cualquier historieta actual, llenas de aventuras en estado puro: “Pero el arma secreta de Caniff son sus dibujos. Precursor de lo que más tarde se llamó línea clara, Caniff es un artista excepcional: por la nitidez y la humanidad de su trazo, por el detalle con que enriquecía los pequeños cuadros y por la energía cinematográfica que anima todas sus tiras. Cuando vi por primera vez la saga de Indiana Jones, sentí de inmediato que la deuda de Spielberg con Caniff era inmensa. Ahora mismo, en mi cafetín madrileño, descubrí en el segundo volumen de la saga – que no había leído en mi infancia – que en el combate a puño limpio de Pat Ryan contra los hombres de Papa Pyzon estaban comprendidas todas las escenas de pugilato del Corto Maltés; en esas viñetas el Corto y Pat se parecen hasta físicamente – a Pat sólo le falta la argolla en la oreja para convertirse en la criatura de Hugo Pratt.” Terry, los piratas y yo