Juan F. Marguch: “¿La honestidad ha dejado de ser un valor en la ética política? Aparentemente, sí. La superpotencia occidental y cristiana ofreció una clara demostración al respecto cuando toleró que George W. Bush llegara a la Casa Blanca por los fraudes electorales que se perpetraron en Florida, y a pesar de que poseía un imbatible currículum como corrupto. Y pobló el Salón Oval con individuos como Dick Cheney que también aportaron lo suyo en esa materia. Desde el abominable Warren Gamaliel Harding (presidente entre 1921 y 1923, que murió en extrañas circunstancias) nunca se había introducido en la blanca mansión de la avenida Pensilvania un político con antecedentes tan oscuros como los exhibidos por Bush, quien, pese a ello (o quizá por ello mismo) alcanzó extravagantes cotas de popularidad, hasta que crecieron los fuegos neovietnamitas en Irak.” La mochila de la honestidad