Si viésemos que le hacen a los osos, a los leones o a los gorilas lo que le hacen a los peces hace tiempo que la persión social habría, cuando menos, soterrado esas prácticas. Pero nuestra empatía se dirije por el parecido físico y a los peces, salvo excepciones, nos parecemos muy poco. Juan José Valenzuela, sobre el agotamiento de los océanos Aguas claras, aguas turbias: “La capacidad del océano de soportar los vertidos de tanta porquería es limitada, así como también sus recursos, incapaces de tolerar niveles de explotación que atentan contra su propia conservación, al menos como recursos pesqueros. Al parecer se ha creído que esta descomunal masa de agua se manifiesta como una fuente de productividad infinita, un equilibrio dinámico que se perpetúa de manera tal que la misma explotación favorece la recuperación de la especie predada sobre la base de los nichos ecológicos que quedan disponibles, una nueva teoría ecológica-pesquera, el tinte que imprime nuestra administración pesquera. Al parecer tampoco importa mucho, o bien la importancia relativa resulta marginal al lado de los beneficios que reporta la explotación y lucro para las grandes cúpulas económicas.”