David de Ugarte reflexiona sobre el mito de Croatán, que incide en el abandono del colono de su civilización para entregarse y fundirse con otra: “Nos fascina el cuento porque intuimos que conceptualizar al otro como objeto es la fuente de nuestra propia constricción, de nuestra propia negación, del vacío que habita bajo la cáscara del definidísimo yo identitario. Pero por lo mismo, la perdida de la ilusión propietaria, exclusiva, también nos hace sentir cercano el vértigo inherente al cuestionamiento más íntimo: aparecen el caos, la mezcla, la pérdida de un origen claro, el fin de un mundo ordenado por objetivos. El propósito ya no preexiste a nuestra propia existencia, ya no está definido, no es el criterio de verdad de la acción social. Porque un mundo croatánico, un mundo donde las fronteras entre el sujeto y el objeto se hacen porosas, donde no hay un otro sino que, desprovistos de las ropas de la subjetividad prefabricada del conquistador, desnudos de nuevo, todos somos otros, es un mundo en el que el propósito desaparece como criterio ordenador de la acción.” Croatán o la economía del regalo.