El de Xosé Carlos Caneiro parece un canto excesivamente ingenuo —también irónico—, pero no por cándido resulta menos necesario: “Por lo tanto, es preciso el intento arriesgado de poner la educación en el lugar que le corresponde. Los que gobiernan ahora tienen esa responsabilidad: más perentoria, en mi opinión, que otros asuntos que señalan como prioritarios. Confío en la actual Administración educativa. Y de ellos espero un futuro luminoso. Espero: que las bibliotecas se abran de par en par, que legislen en contra de la televisión narcotizante y humillante, que eleven la autoestima del profesorado, que el saber posea función social y prestigio, que la facilidad no se confunda con la felicidad, que los bobos sean señalados como bobos y no como paradigmas, que se lean los clásicos y no las historietas divertidas (tan juveniles…) que se leen en los institutos.” El hundimiento de la educación.