Jaime Rubio Hancock es uno de los periodistas más reputados del país (ignoramos cuál). Cofundador de la revista Playboy, fue director de The New York Times entre 1987 y 1992, cuando se convirtió en el primer menor de edad en dirigir una publicación diaria. Desde las páginas de ese diario se opuso a la guerra de Iraq, destapó la trama del Gal y predijo la Revolución Francesa. Actualmente publica en Libro de Notas cada jueves esta serie de entrevistas que, según nueve de cada diez dentistas, jamás tuvieron lugar.
Resumen de lo publicado: Jaime Rubio y Angela Merkel deciden visitar a Gorbachev, quien podría tener la clave para salvar la economía mundial gracias a un método infalible para ganar en el bingo.
Merkel y yo llegamos a la dacha de Gorbachev en el batcóptero. Quien fuera líder de la Unión Soviética nos recibe en un alegre chándal de jubilado y nos sirve unas copitas de un líquido transparente que resulta ser, decepcionantemente, licor de manzana.
Angela no tarda en preguntarle por su método para ganar en el bingo, método que podría solucionar los problemas económicos de los gobiernos mundiales. Ahí la corto en seco. Yo sé cómo se hace una entrevista y sé que hay que hacer unas preguntas amables a modo de calentamiento antes de llegar al fondo del asunto. Merkel opina que esto dejó de ser una entrevista hace tiempo, pero le pido que mire a su alrededor: “¿No ves que estamos en Libro de notas? ¿En mi sección, Dos puntos comillas? Esto es por tanto una entrevista. Es más, ¡la voy a hacer con pes y erres!”
P: La semana pasada se conmemoraba el vigésimo aniversario de la caída del muro. ¿Cómo recuerda esos intensos días de 1989?
R: Pues estaba yo tranquilamente gobernando el imperio del mal y escuchando a los Human League, cuando recibí la llamada de un joven llamado Nicolas Sarkozy=. Me dijo que estaba en Berlín y que me daba veinticuatro horas para derruir el muro.
P: ¿En serio? ¿Sarkozy le hizo tirar el muro?
R: No tuve más remedio. Estamos hablando de Sarkozy. No sé si está al corriente de que inventó la penicilina, el ordenador personal y la polifonía, además de haber acabado con las dictaduras de Husein, Castro, Pol Pot y Hitler, a quien asesinó.
P: ¿Sarkozy mató a Hitler?
R: Hizo que pareciera un suicidio, dada su habitual modestia.
P: Pero aún quedaba el frente del Pacífico.
R: De eso se encargó saltando.
P: ¿Saltando?
R: Sí, sobre Hiroshima y Nagasaki.
P: Qué fuerza, qué potencia.
R: La que se necesita para tocar la guitarra con los Guns n’ Roses.
P: Claro, siempre pensé que el pelamen de Slash parecía una peluca.
R: Pero esas manos son inconfundibles.
P: A veces sueño con que me acaricia.
R: Sí, yo también. Lo que daría por sentir la fuerza de sus varoniles y expertas manos en mi espalda.
P: Qué afortunada es la Bruni.
R: ¡Zorra! No le merece.
Merkel interrumpe nuestra charla sobre el líder del siglo 21 para recordarle a Gorbi el asunto que nos ha traído a su dacha. “Tú diseñaste un método para ganar en el bingo. Necesitamos que todos los ministros de economía del mundo lo conozcan y acudan raudos y veloces a las salas más cercanas para poder así llenar las maltrechas arcas de sus respectivos estados”. Gorbachev acaba de un trago su licor de manzana, al que llamaremos vodka a partir de ahora para darle más dramatismo al asunto. “No es tan fácil, Angela. Los ministros de economía y hacienda tienen prohibido el acceso a los bingos y casinos de todo el mundo desde que en 1929 Andrew W. Mellon, Secretario del Tesoro estadounidense, provocara cierto crack por culpa de una mala racha en el Ceasar’s Palace”.
Angela se queda pensativa, como sabiendo perfectamente a quién necesitamos. “Sé perfectamente a quién necesitamos”, dice, ratificando mi frase anterior. “Un viejo agente, alguien de la antigua escuela. Está retirado, pero aún conserva todas sus habilidades intactas”. Se pone en pie y mira por la ventana, dándonos la espalda. Bebe el culín de vodka que le quedaba… Vale, de licor de manzana. “Es la única persona que nos puede ayudar. El único capaz de entrar en el bingo y hacer que la economía vuelva a ser la de hace tres años. Su nombre es Aznar, José María Aznar”.
Los tres nos ponemos en pie al oír ese nombre.
P: ¿Al batcóptero?
R: Al batcóptero.
R’: Un momento, que voy al baño.
P: Ya estamos.
R’: Lo siento, estoy mayor, ya.
R: Venga, pero date prisa.
R’: Ya va, ya va.
R: Ahí perdiendo el tiempo con la cháchara.
R’: Joder, no hace falta ponerse así.
R: ¡Que tires!
P: Callaos los dos, va.
2009-11-19 12:27
Ostras qué bueno, esto promete. Lo mejor de todo, el batcóptero.
2009-11-23 03:57
jajajaja y ahora ¿que hara aznar?