Jaime Rubio Hancock es uno de los periodistas más reputados del país (ignoramos cuál). Cofundador de la revista Playboy, fue director de The New York Times entre 1987 y 1992, cuando se convirtió en el primer menor de edad en dirigir una publicación diaria. Desde las páginas de ese diario se opuso a la guerra de Iraq, destapó la trama del Gal y predijo la Revolución Francesa. Actualmente publica en Libro de Notas cada jueves esta serie de entrevistas que, según nueve de cada diez dentistas, jamás tuvieron lugar.
El conserje me abre una de las puertas del coche de Ernest Benach, arrastrando penosamente los tres por dos metros de madera de roble con acabados en acero blindado, oro y rubíes. Subo las escaleras que llevan a la recepción, también llamada hábilmente sala de los espejos, al tener las paredes y el techo cubiertos de, eso, espejos. Me pongo a cotillear y estoy a punto de tirar un jarrón de alguna dinastía china monosilábica, cuando uno de los cocheros me dice que ya puedo pasar al asiento trasero del vehículo. Por mal que suene eso.
Ahí me espera Ernest Benach, sentado en su sillón masaje con reposapiés y frente a la televisión de plasma de cincuenta pulgadas. Un rápido vistazo al interior de la sala de estar del coche me permite identificar una antena parabólica, luces de neón en el techo, un terrier, dos pavos reales, la Enciclopedia Británica, una masajista finlandesa (de las que hacen masajes terapéuticos, ojo), unas veinte botellas de vino, dos grapadoras, un despertador del Club Super 3, un violinista, una calculadora solar regalo de la Caixa, un pequeño vestidor con cuatro trajes, seis camisas, doce corbatas y tres pares de zapatos, un jardín zen de dos metros cuadrados y una Fender Jazzmaster negra y blanca.
“Sé lo que piensas —me dice—. Lo veo en mi bola de cristal. Me la regalaron con los pavos. Pues te contestaré antes de que preguntes. Todo esto no son lujos innecesarios, sino cosas que necesito para trabajar. Por ejemplo, para leer informes de camino al Parlament necesito concentrarme y para concentrarme, necesito música y qué mejor que contar con el único e inimitable… ¡Paolo Conte! Un aplauso, por favor”.
Benach aprieta un botón y se abre una puerta tras la que aparece el cantante italiano, sentado frente a su piano. Mientras l’avvocato interpreta Via con me, el presidente del parlamento catalán aclara que “el gasto es acorde con las necesidades, ya que el piano ni siquiera es de cola y además en cosas de música, todo son acordes”.
Noto un movimiento brusco. “Sí, debería haberte avisado de que te pusieras el cinturón. Es que hay una cosa que siempre he odiado. Si te fijas, nosotros los políticos somos los primeros en incumplir las normas de circulación. Con la excusita del cargo y de la escolta vamos a 180 por la autopista, apartando a los pringaos a sirenazos para llegar a tiempo a la importantísima inauguración del polideportivo de Ses Garrofes de Palafrugell. Es un grave error. Los políticos tenemos que dar ejemplo. Por eso mi coche vuela y respeta las normas internacionales de aviación”.
Benach no ha hecho mucho caso de las críticas. “Todo eso de que estoy tirando el dinero me lo dice gente que seguro que se va a cenar y pide un vino de veinte euros, habiendo cartones de Don Simón a cero coma algo. Eso sí que es despilfarrar. Gastar veinticinco veces más en una cosa. En cambio, yo he pagado el precio más bajo que he encontrado por este condensador de fluzo. Ah, siempre he querido viajar a mi época favorita: ¡el futuro!”.
Por un pequeño error de cálculo, acabamos en 1955. Por suerte, conseguimos que los padres de Benach se besen mientras interpretamos Quisiera ser, del Dúo Dinámico. Gracias a ese beso, nadie desaparece, y el curso de la historia no cambia irremediablemente.
De vuelta en 2008, el político de ERC insiste en que “todo se ha sacado de quicio. Además, el elefante es por seguridad. Si me disparan, sólo tengo que esconderme detrás de él”. Para demostrármelo, me dispara desde detrás del bicho. “¿Lo ves? ¡No me he dado! En cambio tú estabas al otro lado y has recibido el impacto en toda la rodilla. No te preocupes, que ahora llamo a una ambulancia”. La ambulancia tarda un poco en llegar. Se había perdido por el maletero. De hecho, tardamos más de diez minutos en salir del coche de Benach en dirección al clínico.
Podré volver a caminar con normalidad en aproximadamente un cierto tiempo.
2008-10-30 21:36
me he reido muchisimo. y se me acababa de caer al suelo un sarten con pollo frito ya a punto de ser comido. salud!
2008-10-31 16:07
Genial una vez más.
‘Un aplauso, por favor’ es el highlight.
2008-11-03 18:02
¿Es cierto que para conseguir hacer volar un cacharro con tanto peso en diamantes, mobiliario y utillaje se requiere motores a reacción alimentados por keroseno?
2008-12-10 12:31
uneix-te al grup Pel Canvi. Cinc anys són suficients http://www.facebook.com/home.php?#/group.php?gid=41369602131
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