Jaime Rubio Hancock es uno de los periodistas más reputados del país (ignoramos cuál). Cofundador de la revista Playboy, fue director de The New York Times entre 1987 y 1992, cuando se convirtió en el primer menor de edad en dirigir una publicación diaria. Desde las páginas de ese diario se opuso a la guerra de Iraq, destapó la trama del Gal y predijo la Revolución Francesa. Actualmente publica en Libro de Notas cada jueves esta serie de entrevistas que, según nueve de cada diez dentistas, jamás tuvieron lugar.
Acudo a entrevistar a Javier con el corazón encogido por la emoción, un par de nudos en la garganta y varios paquetes de pañuelos de papel. Preparado para un dramón de estos que ganan varios Oscar. Al fin y al cabo, Javier es el primer niño nacido en España para curar a su hermanito.
Perdón, es que se me ha metido algo en el ojo.
Ya.
Resulta que Andrés tiene una rara anemia y los avances en genética han permitido que Javier nazca con una sangre perfectamente compatible para las transfusiones que necesita su hermano.
Cuando Javier me recibe en su domicilio gallego, intento mantener la compostura, pero al comenzar a hablar sobre su hermanito enfermo, no puedo contener las lágrimas, mientras musito, primero, y grito, después, dos puntos comillas pero qué bonito es el mundo coma por cosas así merece la pena vivir punto.
“Calla, payaso —me interrumpe y desconcierta—. Desde que nací llevo oyendo la misma tontería. Pues que sepas que mi hermano me la suda”. Mis ojos se secan del susto. ¿Cómo? “Lo que oyes. Los médicos serán muy listos, pero además de haber nacido con sangre compatible con la de mi hermano, resulta que soy un pelín cabrón”. Javier sigue hablando, mientras enciende un cigarrillo: “¿Qué se creen? ¿Que me van a pinchar cada dos semanas? Eso duele. Y molesta un huevo. Además, seguro que el día antes no puedo beber ni nada. Joder, será que no hay sangre por el mundo. Por cierto, ¿hace un whiskito? Tengo Oban”. Consternado, intento apelar al amor fraternal. “Huy, yo de eso no tengo. ¿No te estoy diciendo que soy un cabrón?”
Javier ni siquiera se rinde al argumento racional: a cambio de un poco de su sangre y unas horas de su tiempo, salvará una vida. “Es que voy muy liado con esto de crecer y aprender cosas. Además, es que paso. No es mi problema”. Ante mi mirada de escándalo, se apresura a aclarar que es “un cabrón. Si te lo he dicho ya varias veces. A ver, ni siquiera tengo nada contra mi hermano. Es un pringao. Pero nada más. Que viva su vida. ¿Ves? Este comentario que acabo de hacer me ha salido sin pensar. Y hay que ser cabrón. Que viva su vida. Qué bruto soy. Pero qué le vamos a hacer ¿verdad?”.
Eso sí, es consciente de que “hasta que se me desarrollen los músculos de las piernas, mis padres me podrán obligar al rollo este de las transfusiones. Pero vamos, luego a ver quién corre más”. Tampoco teme el juicio de la sociedad: “Siempre me quedan los grupos ultrareligiosos. Con el rollo de que me tratan como a un objeto, creado para unos fines y no como a un fin en sí mismo, que es lo que merece toda persona, seguro que me gano su afecto. Dios es el único ingeniero genético. No juguéis con el milagro de la vida. Y eso”.
Aunque él tampoco comparte esas ideas: “Ni las comparto ni las dejo de compartir. Sólo es por joder”. Qué cabrón. “¿No te lo estaba diciendo?” Pues sí. “Pues eso. Oye, ¿te imaginas que pillo una enfermedad chunga, tipo sífilis? A ver, Andresito, ¿cuántos litros quieres?”.
2008-10-16 16:40
¡Que mala leche!
salu2!
2008-10-17 13:43
Grandiosa entrevista!
jajaja
Qué pedazo de cabrón
2008-10-17 15:05
Desde luego, Jaime, no sales ileso de ninguna: esta vez te la han pegado por dentro; se te ve la cara de póquer que has tenido que poner hasta llegar a la redacción. Venga, confiesa que han sido tus monos los que han escrito el artículo.
Oye, ¿y cuánto hace ya que no te despiden?
Un beso
2008-10-17 15:10
Ya verás, Ana, ya verás cuando Marcos se despierte de la siesta y vea que sigue trabajando con nosotros. A mano abierta será el guantazo y si no, al tiempo.