Jaime Rubio Hancock es uno de los periodistas más reputados del país (ignoramos cuál). Cofundador de la revista Playboy, fue director de The New York Times entre 1987 y 1992, cuando se convirtió en el primer menor de edad en dirigir una publicación diaria. Desde las páginas de ese diario se opuso a la guerra de Iraq, destapó la trama del Gal y predijo la Revolución Francesa. Actualmente publica en Libro de Notas cada jueves esta serie de entrevistas que, según nueve de cada diez dentistas, jamás tuvieron lugar.
Britney Spears me recibe en su biblioteca, donde hojea la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino. “Creo que la escolástica trata temas más modernos de lo que puede parecer cuando uno lee las disputas sobre los universales o sobre las distintas formas y materias que pueden o no tener los seres creados —explica, mientras deja el volumen sobre la mesa—. Sienta las bases de la discusión acerca de la distinción entre fe y razón, y qué puede ser objeto de estudio de esta razón”.
Pasamos al jardín y nos sentamos en la terraza, donde bebemos una taza de té (cada uno, claro) y hablamos de su nuevo disco. “Me he preocupado en especial por cuidar los arreglos instrumentales —explica, mientras abre una petaca y vacía gran parte de su contenido en la infusión—, en busca de una atmósfera desnuda, casi ligetiana. También he querido darle un tono humano, casi mundano, a las letras… Supongo que ja ja he leído demasiado a Larkin últimamente. Debería volver a mi Dylan Thomas”.
Comentamos las noticias que últimamente han surgido sobre ella: “Bueno, ya sabes como es la prensa —dice, mientras bebe directamente de la petaca—, se dicen muchas cosas; la mitad son mentira y la otra mitad, la peor, son medias verdades. Sí que es verdad que he engordado, pero… En fin, ¿qué tiene eso de malo? Estaba demasiado delgada. ¿Quieres un poco?”
Le echo un par de tragos a la petaca. Un escocés potentillo. “Pero todo esto me ha hecho reflexionar —añade—. Estamos más indefensos de lo que creemos y… ¿que quieres la botella? Bueno… Er… Supongo que… Vale”.
Mientras nos dirigimos al mueble-bar le pregunto por sus influencias musicales: “Ya sabes que yo siempre he sido una romántica: cuando compongo noto el influjo de Brahms, Schubert, incluso Mahler… Er… ¿No quieres un vaso?”
Pasamos al salón, donde tiro un jarrón que por algún motivo estaba mal apoyado en la mesa y piso al gato en defensa propia. “Estoy escribiendo un pequeño tratado sobre la cultura de masas —explica mientras la encuentro cada vez más atractiva—: cómo se crean los llamados ídolos y qué es lo que la gente se espera de ellos. Todo desde una perspectiva multicultural”.
Britney viste como siempre provocativa, aunque en esta ocasión no enseña, sino que sugiere: no cuesta mucho adivinar que debajo de ese jersey de cuello vuelto y la bata de boatiné debe de haber algún tipo de cuerpo, porque si no toda esa ropa se hubiera caído al suelo. Hmm… —pienso—, un cuerpo…
“Brisni —le digo— quiero que sepas que eres muy guapa y que me lo estoy pasando muy bien contigo. Me encanta tu compañía. Estoy a gusto. Creo que tú y yo conectamos. Hay química. No me malinterte… malintreper… malinterpre… No pienses mal. No es nada sexual, sólo quiero follar contigo. Eres sesi, sesi, sesi…”
Britney me dice que debería dejar de beber e intenta quitarme la botella, pero me defiendo hábilmente hasta que de repente caigo al suelo. Como por supuesto no estoy borracho me levanto de un brinco, dando un pequeño salto final para demostrar mi agilidad y sonriendo para dar una nueva muestra de elegante sobriedad, aunque por supuesto no es necesario.
Noto un mareo —la tensión— y me siento en uno de los sillones, que resulta ser la madre de Britney. Como la encuentro bastante cómoda, sigo la entrevista desde allí y le pregunto por sus más recientes lecturas: “Aparte de mis amigos los escolásticos, últimamente he leído un par de novelas de Martin Amis. No sé, demasiado sexo, alcohol y drogas para mi gusto”. Le contesto que de eso nunca hay suficiente y me da un ataque de risa. No entiendo por qué nadie más lo encuentra gracioso. Bebo un poquito más. De repente, me siento rechazado. Me da la impresión de que no le caigo bien a Britney, de que me odia. Sí, seguro que no me soporta y que ha accedido a la entrevista sólo para reírse de mí. Quiero encerrarme en mi cuarto a llorar. Bebo.
“El mundo es termen… tremerd… muy injusto, Brisni. Todos mis sueños de juventud se han ido al tastr… trastre… a la mierda. Yo quería ser el asesino en serie más joven de todos los tiempos y ya tengo trei… veintiocho años. Veintisiete, quiero decir. Brisni, ya sé que no te gusto, pero… ¿te importaría decirle a Christina Aguilera que soy bueno en la cama? Creo que a ella sí le gusto”. Britney intenta consolarme con buenas palabras, pero yo sólo puedo pensar en una cosa: mear. Me disculpo (creo) y voy al baño.
Por muy cara que sea, la casa de Britney está mal construida. Tendrían que haber cuidado más esos escalones: están todos a alturas diferentes y uno no hace más que tropezar continuamente.
Después de lavarme la cara y mirarme al espejo, me doy cuenta, satisfecho por mi buen beber, de que voy prácticamente sobrio: quizás un poco contentillo. Bajo las escaleras ágil y elegantemente, como diciéndole al mundo lo sereno que estoy. El gato vuelve a colocarse justo debajo de mi suela. Otro jarrón mal colocado cae al suelo.
La madre de Britney ya no está, así que me siento en lo que parece una mesa baja. Una vez sentado, veo los dos sofás y los tres sillones. Ja, ja, qué despistado soy. Pero Britney tampoco está. Imagino que ha ido a otro de los baños —no me extraña, con lo que ha bebido— y aprovecho para cerrar los ojos y meditar.
Despierto al día siguiente en la cocina. Por algún motivo, confundí la lavadora con los sofás y el microondas con la mesa en la que me senté. Esta decoración moderna es de locos.
Creo que Britney le echó algo de lo que toma ella a mi té porque me siento como si en vez de dormir hubiera participado en un combate de boxeo. Y perdido. Por K.O. En el último asalto, después de haber recibido una paliza de varias horas. Tengo la boca tan seca que aprovecho para limarme las uñas con la lengua. Me arrastro a la calle y pido un taxi, dispuesto a decirle la verdad al mundo acerca de la mala vida de Britney: su casa es un antro de perversión en el que cada noche hay fiestas con litros de alcohol durante las que se pone en peligro la integridad física y espiritual de jóvenes inocentes como yo mismo sin ir más lejos.
No me extraña que le hayan quitado a su hijo o hijos o lo que sea que le hayan quitado. Es una vergüenza. Una vergüenza. Llega un taxi (es todo un coche coche) y juro que habrá justicia. Grito JUSTICIA, mi voz agujerea mis sienes y se me cae el ojo izquierdo.
2007-11-02 01:24
Genial
2007-11-02 12:02
Ja,ja, Britney Spears pedipatética. Da guto leer estas entrevistas. La de Sarkozy es una joya del buen humor, y esta no tiene desperdicio.
2007-11-02 14:13
Debería contratarte de asesor de imagen.. Joder, me gusta más esa faceta suya que la que veo por la tele…
2007-11-03 20:48
Simplemente Genial!!!, son mentiras tan lógicas y obvias que es dificil reconocer si realmente pasó o no. Tengo que conseguir ese libro.
2007-11-09 16:37
la verdad no se si kreerme esta entrvista o no? xro XD¡¡ no pensaba ke fuera asi l verdad britney spears a kambiado mucho…a lo que era antes. Es una lástima aunque el single de britney este en el primer 1º puesto de las listas ESTADOUNIDENSES EL VIDEOCLIP ES una “MIERDA” de verdad…lastima XKE Ella lo vale¡¡ o lo valía!!...
2008-02-10 03:14
la web que paso es mucho mejor.