Libro de notas

Edición LdN
De lo animal, lo humano y lo divino por José Fco Zamorano Abramson

Psicólogo y músico. Doctorando en comportamiento animal (Etología). Su trabajo se enfoca principalmente en el comportamiento social de los Cetáceos (ballenas y delfines) y otros mamíferos marinos. Tratará aquí, cada día 2, de cuáles son las “pautas que conectan” el comportamiento del ser humano con los demás animales, sustentando la idea de la “interrelación” entre todo lo vivo, a partir de una integración de diversas disciplinas tales como la Etología, la Psicología y la Ecología.

Animales Culturales II

Tanto los artefactos tecnológicos como los conocimientos que usted posee fueron adquiridos, en su inmensa mayoría, a través de la cultura a la que pertenece. En sus genes no venía la información exacta de cómo crear y operar un televisor, cómo inventar y utilizar el lenguaje de las matemáticas o la música, cómo hablar y escribir en español y a qué ser o seres rezar. Es usted, por definición, un animal cultural. Es el resultado de su herencia biológica (sus genes) y su herencia cultural (su cultura) con un peso tal, de esta última, que sin ella poco o nada tendría usted de “ser humano”. Como decía Vygotsky, lo que distingue la inteligencia humana de otros primates es el grado en que ésta depende de la cultura. Por mucho que existan ejemplos de tradiciones culturales en los chimpancés y otras especies, la inteligencia de la especie no depende de la participación cultural en el sentido en que esto ocurre en nosotros los humanos.

Con independencia de si nos inclinamos a creer que los demás animales poseen cultura o que el fenómeno de la cultura es específicamente humano, nadie negaría que la cultura humana engloba un conjunto de capacidades, conductas y artefactos de una complejidad muy superior a la de otras especies, por lo que en el proceso de la evolución humana una o múltiples adaptaciones han debido ser las responsables de este salto sustancial. Si bien estas capacidades o logros no han podido surgir de la nada, teniendo sus raíces en capacidades compartidas con otras especies, no deja de sorprender el tremendo salto en tan poco espacio de tiempo. Los 6 millones años que separan a los seres humanos de nuestro ancestro común con el chimpancé, constituyen un tiempo muy breve en términos evolutivos como para dar lugar al desarrollo de las diferencias que tenemos con nuestros parientes más cercanos en las capacidades psicológicas. Si sumamos a esto el hecho de que compartimos aproximadamente el 99% de material genético con estos (es decir, somos tan parientes de los chimpancés como lo son los ratones de las ratas), parece evidente que el tiempo de separación a partir de nuestro ancestro común se hace insuficiente para que solamente los procesos de evolución biológica (variación genética y selección natural) hayan dado lugar a las habilidades mentales gracias a las cuales los humanos hoy en día creamos y mantenemos nuestras tecnologías, instituciones y representaciones simbólicas. Además, esta posibilidad se hace aún más escasa cuando realmente la mayoría de las capacidades mentales que nos caracterizan surgieron hace solamente 250.000 años, es decir, en un tiempo ínfimo en relación al tiempo evolutivo-biológico que se necesitaría para crearlas. Si dejamos de lado las explicaciones metafísicas de intervenciones extraterrestres y divinas hay un solo mecanismo biológico capaz de desarrollar semejantes cambios de conducta y de pensamiento en un período tan breve, el mecanismo de “transmisión cultural”.

Si bien para los científicos que tienen una aproximación biológica al estudio del comportamiento cualquier tipo de aprendizaje social en sí mismo es sinónimo de cultura, para otros con una aproximación más “psicológica”, el término de cultura quedaría reservado a la especie humana, aunque reconocen otras formas de aprendizaje social que, con diferente grado de complejidad, se dan en otras especies, además de en la humana. Los mecanismos de aprendizaje social particulares a través de los cuales llega a originarse y extenderse, por ejemplo, la practica del lavado de batatas o cómo se accede a las termitas van a determinar la rapidez y solidez con la que una determinada “tradición” arraigará en un grupo, perdurará y mejorará con el tiempo.

Podemos hablar de diferentes formas de aprendizaje social, cada una de ellas con diferente grado tanto de complejidad como de eficacia en la adquisición del conocimiento. La exposición, aprendizaje por proximidad física al estímulo o a la situación, podría ser la que explica, por ejemplo, el lavado de batatas realizado por los macacos (alguien acompaña a otro en el momento del lavado, exponiéndose al agua, y a la batata). La intensificación del estímulo, aprendizaje por la atracción por los objetos con los que otros interactúan, podría explicar el uso de varillas para sacar las termitas una vez que se ha observado el comportamiento, o el cascado de nueces de los chimpancés. La mímica, muchas veces mal entendida como la imitación, que implica la copia o reproducción del patrón conductual, ya sean sonidos o movimientos corporales, explicaría el sorprendente comportamiento de la lira.

Y finalmente, la verdadera imitación, entendida no sólo como la reproducción de la conducta, sino la persecución del objetivo, y por ende, la comprensión del mismo, sería el mecanismo por excelencia para el desarrollo y mantenimiento de la “cultura”. Y es que esta tan a veces despreciada capacidad y que parece en principio “poco inteligente” (baste como ejemplo, la expresión “imita como un mono”) no es tan despreciable, siendo considerada por algunos como el verdadero motor de la cultura y no tan presente, como parecía, en otras especies animales.

Son muchos los estudios científicos en los que se ha abordado el tema de la imitación en animales y si bien, aunque los resultados no están exentos de controversias, se ha documentado en algunas especies de primates y en otras especies como en delfines, parece que no ocurre de forma tan natural y generalizada como ocurre en el ser humano. Mientras que los niños desde muy temprana edad tienden de una forma “impulsiva” a reproducir el comportamiento de los demás, a “imitar“ a otros en la consecución de sus objetivos, esto no se da de forma tan espontánea en nuestros parientes más cercanos. Los chimpancés, por ejemplo, tienden a ser mucho más “creativos” a la hora de encontrar los medios para obtener algo que han visto conseguir a otro. Digamos que mientras los niños tienden a reproducir fielmente el patrón de conductas que llevó a otro a obtener una recompensa, los chimpancés persiguen la recompensa “a su manera”, quizá por una falta de atención en el patrón motor y una focalización hacia los resultados de la conducta.

Lo que permite la imitación es algo realmente eficiente: aprender de los otros sin necesidad de tener que reproducir todo el proceso desde el comienzo. Los productos culturales humanos no fueron inventados de una vez y para siempre por un individuo o un grupo de individuos en un momento determinado, sino que son productos acumulativos: primero se inventó una versión que fue adoptada y luego modificada o mejorada por otros individuos, que a su vez adoptaron la modificación y volvieron a mejorarla y así sucesivamente de generación en generación. Además, el trabajo en grupo (aprendizaje colaborativo) propio de la especie humana, permite generar productos fruto de una mente colectiva que no habrían surgido de una mente individual. Gracias a este proceso acumulativo, basado en una transmisión social fiel (por la capacidad de imitación) que impide el retroceso, el llamado efecto de “trinquete”, no tenemos que inventar la rueda una y otra vez para poder conducir un coche, ni el papiro para poder terminar escribiendo en un ordenador. Nuestra evolución cultural “acumulativa” es quizás una de las características más importantes de nuestra cultura y que nos diferencia de las demás especies. Así que, y curiosamente, la gran diferencia con los demás animales que poseen tradiciones culturales no radica en el componente “creativo” a la hora de resolver los problemas, sino más bien se encuentra en el componente “estabilizador” que permite la imitación y que posibilita acumular las modificaciones que con el paso del tiempo experimentan nuestros artefactos y tradiciones culturales, lo que posibilita la mejora de generación en generación.

Además de la imitación, nuestra dependencia de la cultura se manifiesta también en algo que está presente en cualquier grupo cultural humano y que, por el contrario, se da en raras ocasiones, y controvertidas, en el reino animal: la enseñanza activa. Los humanos “enseñamos” activamente a nuestros semejantes, tenemos profesores e instituciones educativas para transmitir nuestros conocimientos culturales a los nuevos integrantes de la comunidad.

Así las formas que caracterizan y podríamos decir que son exclusivas del aprendizaje social humano además del aprendizaje imitativo (con genuina imitación, es decir mímica más copia de objetivos), son el aprendizaje impartido (enseñanza) y el aprendizaje colaborativo (en grupo). Pero, ¿qué ha hecho posible el surgimiento de estas formas exclusivas o quasi-exclusivas de la especie humana? Aunque no es algo resuelto, para algunos la clave reside en un tipo particular de inteligencia social: la comprensión de que los otros miembros de nuestra especie son seres semejantes a nosotros mismos, seres que tienen una vida intencional y mental como la nuestra. Esta comprensión nos permite desde muy temprana edad, alrededor de los 9 meses de edad, ponernos en el lugar mental de otra persona, por lo que podemos aprender no solo “del otro” si no “a través” del otro. Así que podría ser que lo que realmente caracteriza a la cultura humana de los demás ejemplos de transmisión cultural encontrados en otros animales y el mecanismo que catapultó a la cultura humana por sobre las demás, sea la adaptación biológica para leer las intenciones de los demás y, por ende, aprender “a través” de los demás, permitiéndonos absorber la cultura del mundo en el que nacemos.

De esta forma, la cognición humana sería fruto de la cultura en la que nacemos, al mismo tiempo que la cultura resulta ser el producto de nuestras capacidades cognitivas particulares. La doble herencia, genética y cultural tienen su máximo exponente en la especie humana, hasta tal punto de que para nosotros, la reproducción y trascendencia cultural es tanto o más importante que la reproducción biológica, pudiendo incluso elegir no tener descendencia o sacrificar nuestra vida en pro de una idea, conocimiento o valores culturales, como lo han demostrado innumerables veces destacados científicos, filósofos y religiosos, entre otros. Y es que como dijo Konrad Lorenz, uno de los padres del estudio del comportamiento animal, “los humanos somos seres culturales por naturaleza”.

José Fco Zamorano Abramson | 02 de enero de 2010

Comentarios

  1. marcos
    2010-01-02 17:30

    Totalmente de acuerdo con el autor de que nuestra herencia cultural es muy importante para el avance de la vida e interactua con la genetica, programada, y ademas tambien correcto en cuanto a lo referido al progreso de los elementos y tecnologia en forma acumulativa de un primer invento o descubrimiento, pero hay algo que no comparto: para mi la continuidad de la vida o sea la herencia biologica de la reproduccion es esencial para que esa vida, la nuestra, continue, no muera, porque si pensamos que la reproduccion cultural como dice es mas importante que la reproductiva, cuando envejecemos y la vida termina por falta de individuos que pasara??, fin, termina todo, y donde queda entonces la cultura? en la nada pues no habra ya seres humanos sobre la tierra no??, para mi no es tan asi, la cultura si, es esencial para mejorar nuestras capacidades pero tambien dicha cultura, intelectualidad, educacion, progreso no siempre es benigno, al contrario , mucho de ello hoy y viene desde hace mucho tiempo se usa para la destruccion de la especie, sea animal, vegetal y mineral, entonces donde radica este acto irracional destructivo de la vida? , creo en el animal mas avanzado o especie mas avanzada llamada ser humano, homo sapiens sapiens, para mi mas homo depredador que hombre sabio, pues la sabiduria verdadera consiste en la justa distribucion y equilibrio armonico entre las especies y entre los humanos igual, aceptando la muerte como un hecho natural de la vida, nada ha cambiado en cuanto a ello durante miles de años .-
    Confome lo que he vivido, observo y estudio como analizo, el ser cultural o el ser intelectual muchas veces es racista, discriminador, obsesivo, soberbio y vanidoso cuando debiera ser humilde en su inteligencia como para poder brindar a los demas conocimientos que nos beneficiarian a todos, no, por eso digo que eso del gen egoista es muy aplicable a muchos de estos vanidosos cientificos culturales sean de la rama que sean, en todos los ambitos la cultura si bien deberia hacer avanzar al hombre hacia un futuro mejor y venturoso, hace que a veces segun como se utilice y al servicio de quien se preste contribuya al retroceso y destruccion de enorme cantidad de poblacion y no quiero hablar aqui de la falsa teoria de TOMAS MALTHUS, errada totalmente, pues hoy ni hay exceso de poblacion para pocos recursos sino que hay enorme cantidad de recursos naturales mas utilizados y distribuidos, eso si hay, y se ha tomado el pensamiento y teoria de este señor para justificar la reduccion de poblacion en forma egoista, malefica y perversa.- marcos.RECTIFICO: digo : en vez de mas distributivo debe decirse mal distribuido (sobre teoria de Malthus).-Y ademas hay mas muerte de poblacion que de nacimientos, sobre todo en raza blanca como la europea, digo entonces, donde queda dicha teoria hoy esgrimida por muchos para justificar eliminacion de niños africanos y en paises pobres para que esos recursos queden solo para los ricos y poderosos???.

  2. marcos
    2010-01-02 17:35

    Perdon, olvide lo que uds me mencionaron sobre tilde o tachado, entonces ratifico todo lo que se halla tachado, forma parte de mis comentarios, gracias, marcos.-

  3. Paco
    2010-01-03 12:48

    Quizá este artículo responde en parte a mi pregunta de ¿Por qué nos cuesta tanto innovar, y tan poco imitar?. Sencillamente estamos programados para lo primero, y quizá mal dotados para lo segundo. ¿Harían mejor software los chimpancés? Es curioso plantearse que esa capacidad de imitación es el fundamento de la tradición, y por ello un cierto freno (o gran freno) a la innovación. ¿Dónde está el equilibrio? ¿Se ha excedido la dotación genética humana en la dirección de la imitación? ¿No nos haría falta un pequeño giro hacia la capacidad de innovación de los primates? ¿No estará ese giro representado en la personalidad de los grandes genios?

  4. Cristina
    2010-01-05 11:49

    La verdad es que yo no he entendido todo esto. No creo que el artículo afirme que la capacidad de imitar sea una capacidad tan “simplista” como yo entiendo que vosotros dais a entender. Creo que a través de la imitación el humano, recién nacido, aprende lo que es la mente y cómo funciona (es una forma de hablar, ojalá supiéramos cómo lo hace), y “coge” prestada la mente del otro (un adulto) para hacerlo y una vez hecho ya puede utilizar su mente para sus propios objetivos y, desde ahí innovar y crear. Simplemente la imitación es el mecanismo a través del cual el cerebro se pone en marcha para entender los estados mentales de los demás y, así, de uno mismo, y para poder estar con el otro y aprender.

  5. Mariví
    2010-01-07 16:07

    Estoy de acuerdo en que imitar no es nada simple: imitar implica entender el objetivo del otro y lo medios a través de los cuales lo consigue. Pero lo que se plantea con respecto a la imitación y a la capacidad de entender los estados mentales del otro es justo lo contrario: es nuestra capacidad de leer la mente del otro, de entender al otro como un ser intencional igual, en ese sentido, a uno mismo, lo que permite imitarlo. Y de ahí, la escasa evidencia, si la hay, de genuina imitación en el resto del reino animal.

  6. José FZA
    2010-01-08 06:13

    Marcos, cuando me refiero a que en los humanos la reproducción y trascendencia cultural es tanto o más importante que la reproducción biológica, no digo que esta reemplace en la especie a la reproducción biológica, porque obviamente nos extinguiríamos, por el contrario incluso la asegura de una manera más eficaz, ya que los conocimientos adquiridos culturalmente muchas veces posibilitan que las crías lleguen a sobrevivir de mejor manera, esto queda muy claro en que las mujeres humanas no solamente cumplen un rol reproductivo sino también de transmisión cultural en pro de la supervivencia de sus nietos y familiares(tema del artículo en esta misma sección”de abuelas y ballenas menopáusicas”)
    http://librodenotas.com/deloanimallohumanolodivino/17094/de-abuelas-y-ballenas-menopausicas

    Como tu bien dices a la base de nuestras conductas sigue operando el principio de la selección natural , pero esto no es”el único” y en muchos casos tampoco “el más importante”. Pensemos que algunos individuos a conciencia o inconscientemente eligen no tener tantos hijos e incluso no reproducirse en pro de un proyecto personal o social y cultural, como podría ser el caso del celibato religioso. Si lo más importante fuese meramente la reproducción a los hombres nos conviene más donar el esperma a bancos de semen ya que obtenemos mucha más descendencia, nuestros genes se propagan sin invertir esfuerzo y dinero, además nos pagan dinero y nos aseguran buscarán familias adecuadas para cuidar de nuestros genes. Pero a la mayoría no nos interesa esto, sino por el contrario, nos interesa tener y “criar” a nuestros hijos, aunque el costo sea mucho más alto, y no solamente por el lazo afectivo que esto implica, sino exactamente por “criarlos”, es decir por ”educarlos” y transmitirles nuestros valores y conocimientos adquiridos culturalmente. No queremos que sean meramente una inmortalización biológica-genética de nosotros mismos, sino también “psicológica y social” de nosotros mismos.

    En cuanto a tu segundo comentario, en el que te refieres a que nuestros valores culturales nos llevan muchas veces al egoísmo, que me recuerda a la metáfora del noble salvaje de Rousseau de que el “el hombre es bueno por naturaleza y la sociedad lo corrompe”, la investigación actual en Etología justamente nos dice lo contrario , es decir que el ser humano nace egoísta y que la manera de revertir esta tendencia natural en nuestros genes es educar al ser humano a aceptar y comprender su naturaleza para a partir de ahí inculcar valores cooperativos que tiendan a la justicia y equidad social más allá del bien individual, esto es un valor “netamente cultural”. En palabras del etólogo Richard Dawkins autor del Gen egoísta: “si queremos construir una sociedad en la cual los individuos cooperen generosamente, mejor tratemos de enseñar la generosidad y el altruismo porque hemos nacido egoístas”

    Por cierto, la teoría de la evolución por selección natural de Darwin, se basa en gran parte en la teoría o “Ensayo sobre los principios de la población” de Thomas Malthus, por lo que lo errado no es la teoría sino, como tu posteriormente bien dices, una errada interpretación y aplicación pseudo-científica de algunos grupos movidos por intereses egoístas, perversos y, en última instancia, ignorantes de lo que esta realmente explica e implica, ya que justamente por la realidad “Malthusiana”, base del pensamiento ecológico-sistémico y evolucionista, es que debemos distribuir equitativamente los recursos, controlar la superpoblación humana e inculcar la generosidad y la equidad social.
  7. María José
    2010-01-08 14:51

    Cristina, no entiendo muy bien tu comentario, no creo que el problema sea si el mecanismo es simple o no, en realidad puede serlo, muchas veces a través de un mecanismo simple pueden conseguirse resultados muy complejos. En otras especies hay otras capacidades también sorprendentes, como la capacidad de las aves para orientarse y no sabemos si serán o no mecanismos más o menos complejos, porque de momento en la mayoría de los casos lo que observamos es el resultado. Si no he entendido mal, lo que defienden José y Mariví es que lo que es genuinamente humano es la capacidad para entender las intenciones del otro y eso permitiría imitar además del resultado también la intención, ¿no? Pero en cualquier caso, lo que está claro es que debe ser una capacidad con la que venimos preparados, porque de momento, no hay ninguna capacidad de otros animales con la que el hombre pueda ser dotado si no viene capacitado con ella, por ejemplo, la misma de la orientación, nos podemos ayudar de aparatos para orientarnos, pero con nuestras capacidades cognitivas, sin más, la orientación humana es bastante pobre en relación con la de otros animales.

    Mariví, ¿no podría ser también un poco como la percepción, que venimos con la capacidad pero si no percibimos estímulos el sistema no se desarrolla correctamente? Tal y como dices, la capacidad para entender al otro es lo que permite imitar, pero luego la propia imitación te permite ir comprendiendo mejor los estados mentales del otro, como propone Cristina.

  8. Cristina
    2010-01-09 20:20

    No me refería a “simplista” en cuanto a que sea un mecanismo simple o no, sino a que cerebralmente el sistema motor está implicado en la capacidad del ser humano para comprender los estados mentales, es decir, no simplemente lo usamos para hacer “movimientos”, sino acciones, que conllevan intenciones y objetivos.


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