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Cartas desde Brasil por V.V.A.A.

Cartas desde… es un intento por recuperar el espíritu de las corresponsalías epistolares de la prensa decimonónica, más subjetiva, más literaria, y que muestre una visión distinta y alternativa a la oficial de Agencias.

Precandidatos postlula

por Xoán Carlos Lagares

«Si Jesucristo estuviese aquí y Judas hubiese sido votado por un partido cualquiera, Jesús tendría que llamarlo para formar coalición»
Luís Inácio Lula da Silva

En Brasil las campañas políticas no terminan nunca. Los partidos tienen derecho a minutos de radio y televisión para sus cuñas publicitarias durante todo el año. Todo el tiempo, a todas horas, son anunciados con no disimulado autobombo los logros o simplemente las propuestas de ediles, diputados y senadores. Por las calles de la ciudad circula a veces una ambulancia vacía, que puede ser una simple furgoneta blanca con una cruz roja pintada en las laterales, con carteles que proclaman en letras de molde el nombre del supuesto “conseguidor” de esa maravilla de cuatro ruedas. Es el precio de las famosas listas abiertas y la expresión de una cultura política que confunde los servicios públicos del Estado con el asistencialismo más cutre y rastrero.

Las elecciones en Brasil me recuerdan las votaciones para delegado de clase de cuando yo era estudiante. Siempre estuve en contra de los “delegados”. Buena parte del debate político en Brasil me hace revivir aquellos retruécanos personalistas que yo detestaba pero que tanto nos entretenían. A veces creo estar leyendo un comentario político en el periódico y cuando voy por la mitad de la columna me doy cuenta de que estoy enfrascado en un sesudo análisis prospectivo sobre los acontecimientos televisivos de “Gran Hermano”.

En octubre de este año habrá elecciones presidenciales en Brasil, y Lula, por primera vez desde la restauración democrática, no podrá presentarse. Dilma Rousseff, la candidata del PT (Partido dos Trabalhadores), a quien la sabiduría popular ha convertido en “la mujer de Lula”, a pesar de no ser su esposa, es mandona y sin carisma. José Serra, el precandidato del PSDB (Partido da Social Democracia Brasileira), es serio y eficiente, un poco triste pero con un misterioso tirón electoral. Marina Silva, la salvaje ecologista del PV (Partido Verde), es carismática y reservada, prudente y religiosa. Heloísa Helena, la monjil líder del PSOL (Partido Socialismo e Liberdade), es valiente y dura, un poco histérica, aunque dice (a gritos) verdades como puños. Ciro Gomes, el quinto (¿?) en discordia, del PSB (:Partido Socialista Brasileiro_), es joven y está sobradamente preparado. Qué bien. Qué bonita novela.

Dilma, la candidata de Lula, es la candidata de Lula. Esto es un pleonasmo, ya lo sé, pero es que no se puede decir de otra manera. Imaginemos por un instante que somos presidentes de una nación, o gobernadores de un Estado o simplemente presidentes de la comunidad de vecinos de nuestro edificio. Imaginemos que alguna disposición legal nos limita el número de mandatos. Si pertenecemos a una cultura endémicamente caudillista, tenemos solo dos opciones para continuar en el poder. Una, evidente, es liquidar por las bravas la propia limitación de mandatos, lo que, recuérdese el caso de Manuel Zelaya en Honduras, puede acabar como el rosario de la aurora. La otra es, aprovechando el carisma (e incluso la incontestable belleza, diría yo) que da el poder, colocar a alguien sin mucho apego al cargo a calentarnos la poltrona hasta que estemos de nuevo habilitados para sentar en ella nuestras reales posaderas. Sentarse por nalgas interpuestas, podríamos decir. Como además de patrimonialista y caudillista, o tal vez por eso mismo, el poder político suele ser patriarcal, una salida bastante frecuente en estas latitudes suele ser poner a la mujer de uno en el lugar de uno. La mujer tiene que tener “vocación” política y el matrimonio debe gozar de una solidez poco común. Lo que por otra parte, como enseñan consejeros matrimoniales y libros de autoayuda, solo se consigue cuando se comparten objetivos claros y concretos. ¿Y qué objetivo más claro y concreto puede haber que seguir viviendo en el palacete que ya hemos convertido en nuestro hogar?

En Río tuvimos un gobernador muy gracioso, aunque nefasto, que había sido locutor de radio antes de político y que tenía un discurso religioso delirante. Este personaje, más bien gordito, que respondía al increíble nombre de Anthony Garotinho, consiguió que su amada esposa, conocida políticamente como Rosinha Garotinho, fuese elegida gobernadora, tras hacer campaña para ella con todos los recursos de que disponen los gobernantes. Tuvo y aún tiene innumerables problemas con la justicia, pero sigue alimentando espiritualmente a su público, manteniendo un cierto control sobre una parte nada despreciable del electorado fluminense.

(A propósito, y esto es un comentario al margen, Garotinho fue protagonista de una huelga de hambre hilarante cuando se decía perseguido por la justicia, que nadie se tomó en serio y que solo provocó comentarios humorísticos sobre métodos radicales de adelgazamiento. Posiblemente en toda su vida política nunca Garotinho conseguirá obtener tanto apoyo incondicional e irrestricto de la opinión pública, que lo animaba en cartas y artículos de prensa, en pegatinas y carteles por las calles, a continuar la huelga de hambre hasta el final. Lo que, como no es difícil imaginar, no hizo. Quién sabe si entre la herencia política de Garotinho no debemos considerar la desdramatización en Brasil de esa tan radical medida de protesta política, que ahora, ante la estupefacta incomprensión del propio Lula, pone en un brete al régimen castrista. Fin del comentario marginal).

Decir que Dilma es la mujer de Lula, además de falso en sentido estricto, puesto que el actual presidente brasileño está casado con otra mujer (que también lo acompaña a todas partes), es tremendamente injusto con su trayectoria política. Que empieza en la lucha guerrillera contra la dictadura militar y pasa por la secretaría municipal de Hacienda de Porto Alegre y la estadual de Minas y Energía, primero en el PDT (Partido Democrático Trabalhista), que ayudó a fundar, y luego en el PT (Partido dos Trabalhadores). En el primer gobierno de Lula fue ministra de Minas y Energía, y en el segundo y actual es Jefa de la Casa Civil, una especie de vicepresidenta de hecho. En fin, que ya es una mujer muy poderosa, aunque nunca haya pasado por unas elecciones y no tenga ningún control sobre el partido que ahora representa. En ese sentido, la candidatura de Dilma por el PT es indudablemente una imposición, y una apuesta personal, del propio Lula, que pretende transferirle los votos que promete su altísimo porcentaje de aprobación entre los brasileños (a día de hoy, el 84% de la población considera el gobierno de Lula bueno o muy bueno).

José Serra, del PSDB, por su parte, además de ser el rival derrotado en las primeras presidenciales que Lula ganó, en 2002, había sido anteriormente ministro de Sanidad durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso. Ahora es gobernador del Estado de São Paulo, donde ensaya su conocida propensión a privatizarlo todo.

Y ambos son los personajes principales de la novela que se avecina. El presidencialismo brasileño tiene estas cosas. Por una parte, las campañas se destinan a poner a una persona en el sillón de máximo mandatario del país. Orientadas ad hominem, promueven los más bajos instintos populistas de los candidatos, que acaban construyendo personajes de reality show para conquistar la simpatía del público. El pueblo votante descarga catárticamente sobre los hombros del elegido todas sus esperanzas y aspiraciones. Pero la elección del presidente no garantiza que el elegido pueda gobernar, y si su partido no consigue mayoría en el congreso, deberá realizar alianzas a diestro y siniestro para poder cumplir mínimamente su programa de gobierno.

En Brasil la elección directa del presidente constituyó un marco histórico en el largo camino hacia la democracia, cuando al final de la dictadura militar las fuerzas progresistas lanzaron la campaña, “Diretas já”. Hoy se da una situación que me parece paradójica. La izquierda brasileña, principal protagonista de esa lucha, es decididamente presidencialista. Mientras que de vez en cuando surgen voces favorables al parlamentarismo entre los representantes de la derecha más cavernosa.

Ciertamente, con este congreso que hay en el país, fragmentado y corrupto, el parlamentarismo es una opción que solo puede producir terribles pesadillas. Y ante la inevitable incertidumbre sobre lo que nos depara el futuro, pase lo que pase en las elecciones que se celebrarán este año, gane Serra o Dilma, siempre tendremos el amparo de una única certeza: que el PMDB (Partido do Movimento Democrático Brasileiro), partido bisagra dispuesto a pactar con todos, seguirá en el gobierno.

Xoán Carlos Lagares | 07 de abril de 2010

Comentarios

  1. Xoán
    2010-04-07 16:59

    Dos días de lluvia en Río y 102 muertos.
    Chabolas edificadas en zonas de riesgo, falta de saneamiento básico… todo sucediendo al margen de esa novela política que no cambia nada, que solo nos distrae.

    http://ultimosegundo.ig.com.br/mundo/2010/04/07/segue+busca+por+vitimas+da+chuva+no+rio+apos+102+mortes+9450828.html

  2. Juan Jose
    2010-04-14 12:37

    Desde Hélio Oiticica no te leía y me permití poner esto en Twetter:
    “ Abril 23 dia del #libro y #lectura literatura vida desde Brasil con Xoan Carlos Lagares en LdN http://spedr.com/3ew1g “

  3. Xoán
    2010-04-14 22:59

    Gracias, Juan José, eres muy amable.

    Actualizo la estadística macabra. El número de muertos por la lluvia (sic) llega a 232.


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