Cartas desde… es un intento por recuperar el espíritu de las corresponsalías epistolares de la prensa decimonónica, más subjetiva, más literaria, y que muestre una visión distinta y alternativa a la oficial de Agencias.
Xoán Carlos Lagares
Se sabe que algunos pueblos que habitaban las tierras brasileñas cuando aquí llegaron los portugueses eran antropófagos, y que tenían la costumbre de comerse a sus enemigos. Ciertos episodios de canibalismo se hicieron famosos y ultrapasaron los siglos para que su memoria llegase hasta nuestros días. Una de las historias más curiosas es la del holandés Hans Staden, que en un libro titulado “Mi cautiverio entre los salvajes de Brasil” cuenta cómo, tras sobrevivir a un naufragio, cayó en manos de los tupinambás y consiguió librarse varias veces de ser devorado gracias a la protección divina, que es patrimonio exclusivo, por lo visto, de los europeos. Lo cierto es que, según su propio relato, acabó haciendo amistad con algunos de sus captores, y consiguió ser lo bastante diplomático para que no le tomasen a mal que no compartiera la mesa con ellos. Algunos grabados que ilustraban la primera edición, de 1557, mostraban escenas de grandiosos churrascos comunales al aire libre, con enormes parrillas sobre las que se asaba a fuego lento un muslito, un brazo, un lomo…
Pero, sin duda, la víctima más famosa del hambre humana de los indios brasileños fue el obispo Sardinha, devorado por una tribu que habitaba lo que hoy es el estado de Alagoas. El poeta José Paulo Paes inmortalizó el caso en un poema publicado en 1954, titulado “L’affaire Sardinha”, y que podríamos traducir más o menos así:
El obispo le enseñó al indio,
Que el pan no es pan, sino Dios
Presente en la eucaristía.
Y como un día le faltase
El pan al indio, este se comió
Al obispo, eucarísticamente.
Los modernistas asumieron precisamente esa herencia caníbal expresando en su “Manifiesto antropófago” el deseo de devorar y deglutir toda y cualquier influencia extranjera, en la construcción de una cultura que sólo a falta de mejor nombre podría denominarse nacional. “Tupi or not Tupi, esa es la cuestión”.
Es casi imposible no recordar toda esa tradición antropófaga al leer en los periódicos que, en los últimos días de campaña, una alckimista le arrancó de un mordisco un pedazo de dedo a una lulista, en una ardorosa manifestación política vivida en la civilizada Zona Sur de Río de Janeiro. La tibia campaña del primer turno se fue poniendo, como vemos, peligrosa.
Por otra parte, es también medio caníbal el comportamiento político, común en los segundos turnos, de devorar a los adversarios derrotados, que dejan de serlo para convertirse en parte de la candidatura sobreviviente. En la campaña presidencial que llevó a Lula a la reelección no se dio ese fenómeno de una forma tan clara, aunque muchos antiguos adversarios se hayan colocado desde su primera victoria al lado del líder petista. Famosos reaccionarios, como , e incluso activos colaboradores de la dictadura militar, como . En la elección de gobernador de Río de Janeiro, sin embargo, asistimos a inéditas e inauditas alianzas de segundo turno, cuando la cosa estaba entre el pemedebista Sérgio Cabral y la candidata del PPS, Denise Frossard.
El antiguo gobernador de Río, conocido como Anthony Garotinho, y la actual gobernadora, su mujer, que responde al nombre de Rosinha Garotinho, apoyaban, claro, a Cabral, que es de su mismo partido. Cabral, por su parte, apoyaba a Lula para las presidenciales. Los Garotinho, sin embargo, le dieron su público apoyo (envenenado, porque parece que le quitó más votos de los que le dio) a Alckmin, mientras que el candidato a gobernador de su propio partido, Eduardo Paes, derrotado en el primer turno, decidió apoyar a Cabral en el segundo. Paradojicamente, era la otra candidata, la jueza Denise Frossard, quien relacionaba su candidatura con la de Alckmin, pues se presentaba a las elecciones coaligada con el PFL, partido ligado al PSDB de Geraldo en el ámbito federal.
No sé si se ha entendido, pero no me pidáis que lo repita.
El realismo político de Lula, que hoy, embellecido por la reciente victoria, se presenta como una opción de fecundo diálogo entre fuerzas políticas, me parece en realidad una especie de cheque en blanco para el , el partido brasileño con más horas de vuelo gobernista (y también, al mismo tiempo y sin que haya contradicción alguna, de oposición) del complejo espectro parlamentario. El PMDB es un caso digno de estudio de partido-para-todo. La anterior legislatura se la pasó dividido entre el gobierno, incluso asumiendo la titularidad de varios ministerios, y la oposición más clamorosa. Después de estas elecciones es el partido con más parlamentarios en el congreso y el que domina más Estados. Su presencia en el próximo gobierno de Lula y su peso en las decisiones políticas será muy importante. De momento, el sector oposicionista está reconsiderando su posición y hará valer su poder de chantaje para poder disfrutar de su parcela de poder.
Después de toda aquella intensa campaña mediática por la ética en la política, en la que los tiros siempre iban en la misma dirección, denunciando la compra y venta de informes contra adversarios, los recientes resultados electorales han creado situaciones embarazosas. Vuelve a Brasilia, ahora como senador, el ex-presidente que padeció un impeachment, . Un ex-gobernador paulista, Paulo Maluf, presunto campeón mundial en sobrefacturación de obras públicas, y que ya estuvo preso por evasión de divisas, es el segundo diputado federal más votado del país.
Con ese panorama, Lula va a tener que estar muy atento para que la reelección no se le acabe indigestando.
2006-11-08 10:21
Se agradezce mucho un analisis tan acertado y diferenciado de que pasa en Brasil. Es muy dificil encontrar una vision no partidista, a favor o encontra de Lula. Muy exacto.
2006-11-10 16:22
Muchas gracias, Brines. El episodio de canibalismo digital que relato sucedió después de una manifestación realizada bajo el lema “Lula sí”, que se organizó como respuesta a una campaña en forma de camisetas y pegatinas que circulaban con el lema “Lula no”. Cuando el debate político se reduce a eso, sobran realmente las palabras. Como dejó escrito Cortázar: “Entre sí y no, qué infinita rosa de los vientos”.