Se pretende ir construyendo, los días 10 y 20 de cada mes, una antología personal de poemas (que no de poetas) de autores más o menos contemporáneos, más o menos conocidos. Los poemas tienen en común el ser lo suficientemente cerrados para producir una sensación/idea compacta y lo bastante abiertos como para que además emerjan nuevas significaciones con cada nueva lectura. La autora es profesora del Departamento de Metodología de las Ciencias del Comportamiento de la Facultad de Psicología de la UCM.
Cuando la muerte acuda finalmente a mi ruego y sus avisos me hayan habilitado para el viaje solitario, yo invocaré un ser primaveral, con el fin de solicitar la asistencia de la armonía de origen supremo, y un solaz infinito reposará mi semblante. Mis reliquias, ocultas en el seno de la oscuridad y animadas de una vida informe, responderán desde su destierro al magnetismo de una voz inquieta, proferida en un litoral desnudo. El recuerdo elocuente, a semejanza de una luna exigua sobre la vista de un ave sonámbula, estorbará mi sueño impersonal hasta la hora de sumirse, con mi nombre, en el olvido solemne.
José Antonio Ramos Sucre
de El cielo de esmalte. (1927)
2008-01-20 18:57
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida;
porque nunca me diste esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas; cuando plante rosales coseche siempre rosas.
Cierto, a mis lozanias va a seguir el invierno;
mas tu no me dijiste que mayo fuese eterno.
Halle, sin duda, largas las noches de mis penas; mas no me prometiste tan solo noches buenas y encambio, tuve algunas santamente serenas.
Ame, fui amado; el sol acaricio mi faz.
Vida, nada me debes. Vida, estamos en paz.
Amado Nervo.