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Esto no es una pipa por Cristina Granados

Observar y ser observado, el juego de miradas al que nos invita la pintura. El día 16 de cada mes Cristina Granados dará un repaso por la Historia del Arte, la actualidad del sector y mucho más. Ilusión o percepción, Magritte no nos miente, sólo es la representación de una pipa.

Viollet-Le-Duc. El estilo que cambió Europa

Antes de que se establecieran los principios que deben prevalecer en la restauración y conservación de patrimonio, de las leyes, de la Carta de Venecia o de Cesare Brandi, dos personalidades, con criterios totalmente opuestos, fueron pioneros en estos campos. Uno, John Ruskin, del que hablaremos en otro artículo, que con sus obras ha pasado a la historia como el primer teórico de la conservación moderna. El otro, Eugene Viollet-Le-Duc, una figura que actualmente se estudia como_ “lo que no debe hacerse en restauración”_, pero cuyo legado influyó notablemente en los trabajos de restauración que se llevaron a cabo en Europa durante el siglo XIX.
Nacido en París en 1814, criado en una familia de la alta burguesía y fascinado por la arquitectura gótica, emprenderá un viaje por Francia e Italia, donde se formará de manera autodidacta en arquitectura medieval, renunciando a ingresar en Bellas Artes. Llegó a ser un experto en arquitectura gótica francesa, lo que, añadido a su amistad con el escritor Prosper Mérimée (inspector de monumentos históricos franceses desde 1830), será nombrado inspector de los trabajos de restauración de Sainte Chapelle de París en 1840.

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La instauración del Segundo Imperio por Napoleón III a partir de 1852, supuso para el patrimonio francés una segunda oportunidad, ya que se llevó a cabo una campaña a nivel nacional para la recuperación de edificios históricos que había sufrido expropiaciones, vandalismo, o simplemente, el abandono por desuso durante los años posteriores a la Revolución Francesa.

A partir de este primer trabajo le seguirán muchos otros, convirtiéndose en el primer restaurador conocido en la época. Su idea de la restauración era devolver el edificio a su estado original, o “forma prístina”; poniéndonos en la piel del creador del edificio, lo reconstruiremos según creemos que debería haber llegado a ser, tengamos o no los planos originales, simplemente guiándonos a partir de los restos que quedan y por coherencia de estilo. Dejando al edificio no como fue, si no como debería haber sido.

Estos criterios hacían que la intervención en el edificio fuera definitiva y falsaria. Definitiva, ya que al resaltar el estilo gótico como superior a todos los demás, llega a desechar todas las aportaciones estilísticas posteriores, eliminando todo rastro renacentista, barroco o neoclásico de estas construcciones. Y falsaria, al no diferenciar ni cromática ni materialmente las partes antiguas de las nuevas, creando falsos históricos.

Intervención respetuosa con carácter conservador realizada en el Patio del Yeso del Alcázar de Sevilla hacia 1920. La diferencia de materiales es notoria.








Intervención de carácter restaurador (al estilo Viollet-Le-Duc) realizada en el mismo lugar hacia 1960. ¿Dónde está la diferencia cromática o material?









La masiva intervención en la catedral de Nôtre Dame de París a partir de 1846 marcaría el camino a seguir para este tipo de edificios en toda Europa, y especialmente en España. Las obras de restauración se realizan tanto interior como exteriormente; se remodela la fachada añadiendo gabletes en las ventanas, se crea un rosetón en la fachada sur con un diseño totalmente nuevo, coloca esculturas nuevas en la Galería de los Reyes y añade cabezas algunas de estas esculturas, que permanecían decapitadas desde finales del siglo XVIII; cambia la piedra de los arbotantes y, sí, las famosas gárgolas (en realidad son quimeras, ya que su función es meramente ornamental; la gárgola es un aplique decorativo de la canalización del agua de lluvia de las cubiertas al exterior) que se asoman sobre la fachada son invención suya, ya que las originales se encontraban demasiado alejadas del espectador. Iguala las torres, y elimina las edificaciones adosadas a la catedral, resaltando el carácter monumental del edificio, pero modificando por una cuestión estética el sentido urbanístico medieval de la Île de la Cité.

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Otro de sus trabajos, la ciudadela de Carcassonne, restaurada hacia 1844, ya contó con críticas desde los inicios de las obras por parte de historiadores y escritores por la falta de fidelidad puesta en las obras, ya que la atmósfera gótica que se le estaba imprimiendo no correspondía con la tradición urbanística de esta zona. Reconstruyó prácticamente todo el recinto amurallado, que se encontraba en estado ruinoso, castillo y torres, cambiando la fisionomía de éstas añadiendo a la terraza abierta original una cúpula cubierta de lajas de pizarra, material propio del norte de Francia. Con los años, y al cambiar los criterios de restauración hacia el conservacionismo, las lajas de pizarra han ido sustituyéndose por tejas de cerámica cocida, pero dejando la forma cónica de las cúpulas de las torres, ya que la intervención de Viollet-Le-Duc del siglo XIX ya es considerada parte de la historia del conjunto.

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Las ideas de nuestro restaurador francés calaron profundamente en España, donde desde finales del siglo XIX se vendrán realizando restauraciones de gran importancia, que modificarán para siempre el aspecto de multitud de edificios históricos.
Declarada Monumento Nacional en 1844, la catedral de León será prácticamente reconstruida, debido a los numerosos problemas de cimentación que venía sufriendo desde hacía más de doscientos años. Juan de Madrazo comenzará su intervención en 1868, y a su muerte será sustituido por Demetrio de los Ríos en 1880. Una gigantesca cimbra de madera permitió que gran parte de la fachada fuera demolida y levantada de nuevo, se hicieran vidrieras nuevas, ornamentos neogóticos y se eliminó la cúpula barroca. También se eliminaron construcciones anexas para resaltar su monumentalidad.

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Por último, el caso más espectacular es el de la catedral de Barcelona. Se remodelará completamente su fachada en estilo neogótico con motivo de la Exposición Universal de 1888; se levantarán una portada principal, un cimborrio nuevo y dos torres con pináculos ornamentados con esculturas. Observando las fotos del antes y después, la influencia de Viollet-Le-Duc es palpable.

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Aunque desde el punto de vista del restaurador actual las ideas de Le-Duc están completamente superadas, si atendemos al deseo de conservación del patrimonio histórico podríamos considerar sus intervenciones un mal menor. A pesar de no tener estudios reglados relacionados con el tema, el conocimiento y el amor por el patrimonio de su país le convirtieron en una de las pocas voces autorizadas sobre el tema y en un pionero en la conservación de edificios, en una época en la que parte de la sociedad pensaba que los restos históricos debían quedar en estado de ruina, guiándose por el pensamiento romántico. Por otro lado, también hay que tener en cuenta el desconocimiento general de la época en materia de conservación y restauración, y aunque personalmente crea que sus intervenciones son el ejemplo de lo que no hay que hacer, considero más respetable el trabajo de éste, con los medios que tenía a su alcance, que el de gran parte de los profesionales españoles, arquitectos en su gran mayoría (sí, Rafael Manzano, te miro a ti), que hasta los años ochenta del siglo pasado seguían los criterios del restaurador francés, cuando ya desde cuarenta años atrás la ética de la restauración era bien diferente.

Cristina Granados | 16 de julio de 2013

Comentarios

  1. Cayetano
    2013-07-16 21:40

    No conocía a este señor, buen artículo, siempre se aprende algo leyéndote. Gracias

  2. Cristina Granados
    2013-07-17 01:24

    ¡Gracias a tí siempre por comentar!


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