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Metaversos por Ángel Arroyo y Óscar Calvo

Ángel Arroyo y Oscar Calvo son integrantes del grupo de investigación AICU del departamento de Sistemas Inteligentes Aplicados en la UPM. Su investigación se centra en el estudio de modelos coevolutivos en los que el comportamiento inteligente global emerge a partir de interacciones entre las unidades autónomas constitutivas del entorno. Metaversos es una columna de opinión que se publica todos los 18 de cada mes con el objetivo de analizar las posibilidades tecnológicas y las implicaciones sociales de este tipo de entornos virtuales (un ejemplo actual es Second Life).

Metaversos literarios

Estamos en una semana seudo-festiva y, aunque a un servidor le toca trabajar, no son momentos de complicadas reflexiones. Por esta razón hoy voy a calzarme la gorra de crítico literario y recomendarles tres libros para estas vacaciones: Neuromante, Snow Crash y True Names.

Los tres son buenos libros, entretenidos e interesantes de leer independientemente de su contenido, pero a mí me interesan por una razón mucho más contundente: son el origen de los metaversos tal y como los conocemos hoy en día y marcan el futuro a seguir en este ámbito.

Todo esto enlaza con una cuestión a la que ya nos hemos referido alguna vez en esta su columna: ¿es la (buena) ciencia ficción un modelo de futuro para la ciencia? Para mí, si, al menos en lo tocante a la informática se refiere. En este sentido, muchas veces surge la pregunta ¿cómo sería Internet o la informática si existiese tal o cual “gadget”? pues bien, en estos tres libros se responde a la cuestión ¿cómo serían los metaversos si dispusiésemos de un interfaz de usuario que estuviese por encima de la pantalla, el teclado y el ratón? Llamemos a este problema: el problema I.U.I. (interfaz usuario inmersivo).

El Neuromante fue escrito por William Gibson en 1982 y para mi es el libro más revelador. En el transcurso de la historia nos encontramos con Case, una especie de hacker que lucha contra mega-corporaciones misteriosas en un ambiente cyberpunk. Gran parte de la novela transcurre en “la matriz”, que es un espacio tridimensional inmersivo en el que se interacciona con otros usuarios, con servicios o con máquinas con una representación muy simbólica de la información. ¿Cómo soluciona Gibson el problema I.U.I? Conexión neuronal directa a través de electrodos colocados sobre la frente y las sienes. ¡Más fácil imposible! Una vez nos colocamos esos electrodos, nuestra percepción de la realidad es completamente anulada y reemplazada por la realidad sintética que genera una consola Ono-Sendai con sólo un teclado, sin ratón ni pantalla. Esta consola se ha de conectar a la conexión telefónica para entrar en la matriz.

Seguramente usted piense ¿la matriz no se parece mucho a matrix? Pues cierto, y no es casual. La celebérrima película de kung-fu en bullet-time está muy basada en el universo que Gibson elabora en sus primeras obras: Johnny Nemonic, Luz Virtual, Matrix, Count Zero y Monalisa Acelerada, aunque le añadieron unas cuantas patadas y bastante apocalipsis. No tema, Neuromante es el libro origen y no se parece a Matrix en nada, ni siquiera mantuvieron los electrodos, prefirieron arreglarlo con un pincho enorme clavado en el cerebro. La rica y tecnofílica prosa de Gibson hará sus delicias.

Snow Crash, de Neal Stephenson fue escrito diez años después y se nota. Es la historia de Hiro Protagonist, una especie de hacker que lucha contra mega-corporaciones misteriosas (que casualidad). La novela es totalmente recomendable, entretenida, original y muy muy trepidante. Tiene algunos guiños a Neuromante, aunque la prosa de Stephenson es mucho menos densa que la de Gibson. En esta novela es donde por vez primera aparece la palabra Metaverso, y también donde se describe como algo mucho más definido que la Matriz de Gibson. El problema I.U.I está resuelto de manera más tecnológica: un portátil que puede conectarse a internet sin cables tiene una lente angular en su parte superior. El usuario se coloca unas gafas especiales. La lente tiene una cámara, que puede ver 360 grados, localiza al usuario y lanza unos rayos laser que impactan sobre las gafas (únicamente) y transmite la información que aparece en dichas gafas. No hay teclado ni ratón ya que el portátil ve los movimientos del usuario y los interpreta. Ciertamente es una solución muy cercana: puede que los rayos laser sobren, pero si has probado el kinetc lo de la cámara que lee tus movimientos ya no es ficción… por no hablar de lo de las gafas, que lo mismo ya no hacen ni falta (a ver la 3DS que hace).

Por último, True Names de Vernor Vinge. Esta pequeña novela fue escrita en 1981, antes que las otras dos. Tiene una frescura difícil de encontrar que en ocasiones me ha recordado a Ray Bradbury en sus Crónicas Marcianas. La historia gira en torno a un hacker “Mr. Slippery” cuyo nombre real es Roger Pollack, que es obligado por el gobierno a actuar de “topo” en una comunidad de hackers. En esta ocasión también recurrimos al interfaz neural para el problema I.U.I, aunque es especialmente interesante en su explicación. Cuando nos colocamos el “casco” entramos en una especie de sueño inducido, y al igual que en los sueños tenemos los sentidos engañados, así como nuestras acciones físicas. Pero el sistema no se basa en la emisión de imágenes a nuestro sistema de recepción visual, sino en algo que todos hemos vivido al leer un libro. Vinge explica el sistema de manera análoga a la lectura de un texto muy descriptivo: con sólo unas pocas palabras somos capaces de imaginarnos países enteros, cientos de personajes distintos o el detalle de un solo grano de arena. La información transmitida en forma simbólica universal entra de manera automática a nuestro cerebro, llenándolo con un universo basado en un mundo medieval con magos, castillos, dragones y mazmorras. Era la época. Esta novela es muy recomendable, eso sí, no la busque en español, porque no ha sido traducida.

Con estos tres libros seguro que pasará unos agradables momentos, y si las predicciones meteorológicas son exactas… ¿qué mejor cosa se puede hacer unos lluviosos jueves y viernes santos?

Oscar Calvo | 18 de abril de 2011

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