Ángel Arroyo y Oscar Calvo son integrantes del grupo de investigación AICU del departamento de Sistemas Inteligentes Aplicados en la UPM. Su investigación se centra en el estudio de modelos coevolutivos en los que el comportamiento inteligente global emerge a partir de interacciones entre las unidades autónomas constitutivas del entorno. Metaversos es una columna de opinión que se publica todos los 18 de cada mes con el objetivo de analizar las posibilidades tecnológicas y las implicaciones sociales de este tipo de entornos virtuales (un ejemplo actual es Second Life).
¿Han sentido repulsión e inquietud al ver la película Polar Express o el bebé que bailaba en Ally MacBeal? ¿Le dan grima las muñecas de porcelana o los robots que parecen personas? Entonces estaba usted en el valle inquietante.
El concepto lo acuñó en el año 1970 el robotista japonés Masahiro Mori llamándolo en inglés “uncanny valley”, aunque la idea ya ronda por la sicología desde principios del siglo XX. Mori lo aplicaba a la robótica, sin embargo este concepto es perfectamente trasladable a los modelos visuales tridimensionales, ya sean estáticos o en movimiento.
Lo del valle, aparte de su carga poética, viene dado por la forma que toma una gráfica en la que colocamos en el eje de las X el parecido del sujeto a un ser humano y en el eje de las Y la familiaridad con dicho sujeto.
En cierta manera cuando decimos Familiaridad estamos dando un eufemismo para nuestra capacidad de empatizar con dicho sujeto; de cuánto podemos humanizarlo.
Lo que el doctor Mori postula es que la lógica dice que a mayor parecido con el ser humano (antropomorfismo) más positiva será nuestra respuesta emocional. Sin embargo en la práctica nos encontramos con que cuando nos acercamos mucho se produce un efecto contrario y brusco.
Esta sensación de extrañeza, de antinaturalidad está arraigada profundamente en nuestro cerebro. Aunque no es una teoría completamente aceptada y no se tiene seguridad de las razones que habitan tras este efecto una de las explicaciones con mayor peso tiene que ver con los “circuitos” mentales que evalúan automáticamente la apariencia de los demás y los categoriza en humano o no-humano. Estas imágenes en tierra de nadie pueden provocar esa sensación de extrañeza.
El movimiento transhumanista también está preocupado con este valle, piensan que en el momento que un humano empiece a colocarse “plugins” caerá en otro valle que está del otro lado. Pero claro, esto es sólo teoría.
Pero seguro que usted, avezado lector, ya está preguntándose ¿y qué tiene que ver esto con los espacios virtuales? Pues bien, para empezar la principal característica de un metaverso es su antropomorfismo. En base a esto podríamos pensar que este fenómeno también se dará en estos mundos virtuales, sin embargo esto no ocurre así.
Miles de personas se conectan e interactúan diariamente entre ellos a través de sus avatares. Esos avatares tienen características humanas y podrían caer en el valle inquietante perfectamente, pero no es así. Todo el mundo acepta la premisa de la innaturalidad de esos avatares. Su artificialidad resulta natural en un mundo por completo sintético.
Todo esto es todavía muy nuevo y no hay teorías formales al respecto; sin embargo podemos aventurar una variante de esta teoría.
Todo el mundo sabe que los avatares tienen una persona detrás, al igual que nuestro avatar nos tiene a nosotros insuflándole vida. Partiendo de este convenio de lo que significa ser “humano” en el metaverso el valle inquietante se podría replantear no sobre el aspecto físico sino sobre el aspecto social, intelectual o cualquier otra faceta de la inteligencia humana.
Imaginemos que un día en el metaverso mientras hablamos con un avatar similar al nuestro, que viste, que habla, que se comporta como cualquier otro avatar nos confiesa: “soy una máquina”. ¿Qué sentiríamos? ¿Repulsión, miedo, zozobra, incredulidad, angustia?
No se que pensarán ustedes, pero a mi este “valle inquietante” del metaverso me parece mucho más interesante, fascinante y en algún aspecto, aterrador.
2010-09-19 17:59
Me pregunto si el valle inquietante no es un recuerdo atávico grabado en nuestro cerebro desde los tiempos en los que neardentales y cromañones coexistimos, dos especies lo suficientemente cercanas en apariencia pero me aventuro a decir que diferentes culturalmente como para provocar ese valle inquietante.
Saludos.