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El receptor por Jónatan Sark

Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.

Evitando cruzamientos encimeras

Hay mucha gente a la que le gusta comer. A otros les gusta cocinar. A los más afortunados les gusta ambas cosas. —Y antes de que digáis nada, existen los segundos, lo afirmo de primera mano— De manera que los programas de cocina siempre han sido valorados y populares.

En las viejas revistas venían recetas, en la radio popular abundaban los consultorios y pronto hubo programas en la televisión de lo que podíamos considerar “encimera”, programas en los que salía un señor que cocinaba explicando cómo realizar estas maravillas de la cocina.

Kathleen Collins asegura que todo fue una sucesión de casualidades, primero para enseñar el público cómo sacar más rendimiento a las raciones durante la segunda guerra mundial, luego para aprovechar lo poco que había en la postguerra. No digo que no ayudara a popularizarlo en televisión —y radio— pero sí que ya a finales del S XIX había publicaciones de tema culinario y secciones en revistas femeninas de manera que algo más debe haber ahí.

En Estados Unidos ponen como punto de inflexión la figura de Julia Child, una mujer extraordinaria en muchos aspectos que se alejaba de los modos y maneras del cocinero tradicional. Quizá hayáis visto ya Julie & Julia pero dejad que os ponga un clip de la auténtica Julia Child

Sí, esa es su voz. y esa forma de aproximarse a la cocina es la que la hicieron una celebridad. Y la que causó que Dan Aykroyd realizara una de las parodias más conocidas del SNL clásico.


The French Chef por y10566

Y ese fue el punto de movimiento en los programas De encimera, la personalidad del cocinero tiraría del programa de manera que sólo los que más destacaran podría hacer algo. Lo que aplicado a España significa:

He ahí el Robin Williams de la cocina española. Pero pensad en lo importante de la presencia. Antes de su llegada había habido programas de cocina, por supuesto, pero ninguno que se convirtiera en un auténtico fenómeno. Hasta el punto de que el más cercano, Con las manos en la masa era —y es— menos recordado por las recetas de Elena Santoja y sus ilustres invitados, o por las charlas que allí tenían lugar, que por la sintonía de su cabecera:

Lo dicho, poco éxito. Y no porque no se buscaran cocineros mediáticos o carismáticos o como lo quieran llamar. Hasier Etxeberria comentaba en Porca Memoria, el libro de memorias de cocina que escribió a medias con ese otro genio todoterreno que es David de Jorge, que buscó a alguien que hiciera interesante ese tipo de programas y que cuando por fin lo encontró se lo quitaron en el último momento —se refería, claro a Arguiñano— porque el problema es que puedes tener a un cocinero magnífico como Pedro Subijana pero ponerle ante una cámara no significa que vayas a lograr ese espectáculo que es lo que hace que la gente se quede viendo el programa.

El problema de ir más allá de una persona cocinando es, precisamente, lo que ha llevado al resto de países a intentar variar y ampliar las experiencias y expectativas de este tipo de televisión, especialmente cuando los americanos descubrieron que había todo un campo gracias a los distintos géneros y sus hibridaciones, o cuando los continentales decidieron que la comida no es más que un método de transporte… Ya hablaremos de todo ello aquí. De momento nos queda la reflexión con España. Pensad en los programas de cocina que se emiten. En lo que hay, en lo que estáis viendo. Incluso en el propio Canal Cocina y sus producciones locales. ¿Por qué en un país con tanta tradición, gusto e interés nos hemos quedado tan detrás? ¿Por qué parece que vamos a remoquete de lo que hacen los demás, en un furgón de cola poco interesante?

Imagino que los problemas son los habituales: Por un lado nuestra poco desarrollada cultura audiovisiual, por otro lo justo que suelen ir de dinero las producciones que realizamos. Eso es lo único que justifica en mi cabeza que sigamos tirando de programas de encimera y tratando de encontrar a gente con suficiente carisma como para sacar a flote al barco.

Sí, en los últimos años parece que algo se ha empezado a mover. Sobre todo en cuanto a imitaciones de formatos extranjeros se refiere. Y si creéis que exagero pensad en uno de los puntos más bajos de la cocina española en televisión —el programa llegó a ser retirado antes de tiempo— y, en general, de los realities de Tele5: Esta cocina es un infierno o el intento de adaptar el Top Chef aquí.


El reencuentro / Esta cocina es un infierno por Sh0xTL

Famosos toreando profesionales. La cocina como lo último que le interesa a nadie allí. El gusto por el amarillismo y la confrontación por el puro gusto por el choque, no como finalidad o narración. Y, por supuesto, la paciencia de los chefs españoles. Esto con Anthony Bourdain, Tom Colicchio y, sobre todo, Gordon Ramsay hubiera terminado como Justified. pero si algo tiene a bien la televisión en España es menospreciar la educación, igualar por abajo y ensalzar la falta de educación. Quizá eso influya también en el estancamiento.

Así que, mientras tanto, iremos viendo cómo se lo montan fuera.

Jónatan Sark | 06 de febrero de 2012

Comentarios

  1. Miguel A. Román
    2012-02-06 11:59

    Hombre, pues no sé exactamente si habla usted con datos o con sensaciones, pero en cualquiera de ambos casos, sus conclusiones son opuestas a las mías en algunos aspectos.

    Eso de “poco éxito” y que nadie se acuerda de la recetas que pasaron por el programa de la Santoja me suena a que se refiere usted a “nadie que no haya entrado jamás en una cocina a no ser buscando un vaso de agua”, porque en los entornos con cierta afición a lo culinario (y que, claro, tengamos edad para ello) recordamos bastantes, algunas recetas completas pero desde luego detalles, ingredientes, maneras, trucos,… (que luego, sepa usted, la receta “tal cual” nunca se lleva a la práctica, te quedas con la idea y luego la haces tuya).

    Coincido, pues es obvio, en que el común de los programas culinarios no encuentran en la audiencia española el arraigo que se les depara en otras latitudes, pero no descartaría yo que el fallo esté más en la fórmula ofrecida que en la mentalidad destinataria. A lo que yo sé, tampoco en Francia o Italia triunfan esos programas, al menos en la medida en que lo hacen en las pantallas del Atlántico Norte. Y es que es muy difícil interesar en una cocina de ficción a quienes saben comer.

    Porque aquí no puede usted ponerle cúrcuma y pimienta blanca al arroz en paella (como hizo un día Jamie Oliver), ni estar veinte minutos explicando la diferencia entre “juliana” y “brunoise” (cual intentó José Andrés), porque el personal le manda a la mierda, con todo el derecho del mundo además. Es como si usted se asombrara de que Clan-TV tenga éxito en las guarderías y sin embargo no funcione en las aulas de la Universidad Pontificia de Salamanca.

    Así, la permanencia, prevalencia y preeminencia de Arguiñano, tiene un ingrediente básico: que no le toma el pelo a la gente con los ingredientes ni el modus operandi, aunque luego le tome el pelo con todo lo demás. Igual fórmula de respeto coquinario usaba el desaparecido “Con las manos en la masa”, como igualmente viene sucediendo con (espere, que me pongo de rodillas) “Un país para comérselo”.

    Dicho sea todo ello como opinión personal y respetuosa con la que usted ofrece, porque, claro, de televisión y sus mecanismos sociales entiende usted más que yo.

    Por cierto, permítame sugerirle, para subsecuentes episodios del tema, una mención al país hispano donde más y mejor tradición de este género televisivo hay: Argentina, comenzando, por supuesto, por la figura de Doña Petrona.

  2. Jónatan S.
    2012-02-06 12:17

    Buenos días;

    Hablaba de una generalidad a la que podría llamar —para mi propia facilidad— “la voz de la calle” y que se basa en tonterías. Por ejemplo, que el libro de cocina que salió del programa se aburre en las estanterías mientras otros como los de Simone Ortega, el casi-inmortal de la Sección Femenina o los de Arguiñano —y ya que le mencionas, ahora los de Jamie Oliver— no paran de venderse.

    Y luego, cuando te cuentan una receta o tratan de mejorártela, hace mucho que no escucho a nadie usar como base el programa de Santonja debido a que, claro, no está disponible en formato alguno —vamos, no que yo lo sepa—, en redifusión, ni rescatable por otros medios de manera que ese impacto lo pudieron tener en la gente que creció durante aquella época pero, hecha la prueba de preguntar por él —con los problemas asociados a un muestreo más bien limitado, cierto es— lo que más recordaban, tal y como sospechaba yo, es la música.

    Quizá en el mundo de la cocina profesional, o en un rango de edad concreto, sí se pueda conseguir otros resultados pero ya le digo que yo no tuve esa suerte.

    En cuanto al público. Es el problema básico de la televisión en España: ¿Cómo van a saber si hay tirón si no se intentan cosas nuevas? E incluso cuando se hacen con éxito esas importaciones —es decir, cuando se emiten los formatos del Food Channel, o las broncas de Ramsey — parece que poco a poco se animan a seguirlo. Cuando quizá hubiera sido más lógico no esperar a que funcionen de fuera. Innovar un poco aquí.

    Cita Un país para comérselo y yo me pregunto si hubiera sido posible sin los dos programas de Gwyneth Platrow que parecían ser la extensión lógica ¡¡¡de un programa español!!! como era Un país en la mochila.

    De todas formas de los programas de ruta hablaré también. Y, por supuesto, agradezco todas las sugerencias y correcciones que me quiera hacer, que para eso me estoy metiendo yo con extrema alegría en su negociado.

  3. Miguel A. Román
    2012-02-06 14:10

    Convengamos en que el que suscribe no está cercano al perfil medio del espectador que veía tele a las 8 de la tarde en los años 80, justo tras los brincos de Eva Nasarre.

    Váyase ud. a un centro de día y haga su encuesta entre féminas cuya profesión en el DNI pusiera “sus labores”. Y aventuro que si ese mismo sería el mercado objetivo del libro, se explicaría en parte el fracaso editorial, claro. (Sepa voacé que yo, del Recetario de la Sección Femenina, tengo un original del año 65 en la biblioteca de mi cocina y créame que a él recurro aún en alguna ocasión para verificar la exactitud de mi archivo neuronal).

    De todas formas dudo que jamás una receta tomada de un programa culinario haya pasado a los fogones tal cual se retransmitió (y, encima, quedara medianamente bien), al menos en un país mediterráneo.

    Tenga en cuenta que por aquí no nos fascina la cocina, sino la comida, o dicho en otros términos: no interesa tanto la técnica como el arte. El resultado es que la gente prueban el Bulli o Mugaritz, sí, pero luego repite en Botín o Cándido, y al final te cuentan que no hay nada como unas almejas en Loliña, un cocido en Carola o una paella en Pepica.

    Estas cosas, supongo yo sin mejores datos que una casera intuición, hace que la atención a programas como el de Ramsay o aquel Todos contra el Chef no funcionen igual aquí, donde mentarte la cocina en plan de coña es como ofender a tu religión, y te ganas una fatwa por menos de nada.

  4. hugo recetas faciles
    2012-02-07 15:17

    Felicitaciones por el post.. verdaderamente existen personas que tienen talento para la cocina…


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