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El receptor por Jónatan Sark

Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.

Necesidades televisivas geográficas respaldativas fundamentales

Quizá no lo hayáis oído, pero los políticos han decidido cerrar la RTVV. Cierto es que la quieren cerrar por motivos propios, fundamentalmente que su mala gestión llevó a un ERE tan mal gestionado que se lo han tumbado en los tribunales y ahora tendrán, o tendrían, que pagar una millonada. Pero sobre este caso en particular mejor leen a Andrés Boix en La Página Definitiva o pasan por Valencia Plaza, que les informarán mejor.

Aquí no toca hoy ponerse a informar, sino a reflexionar. Porque en los últimos días he estado leyendo muchos ataques a la necesidad de los medios de comunicación públicos, más aún en caso de ser no-nacionales. Y creo que hay varios puntos sobre los que podemos meditar.

Empecemos señalando lo teórico del asunto de manera que la pérdida de puestos de trabajo —algo siempre de lamentar— no merece ser un factor a tener en cuenta. Mucho menos el comportamiento de los trabajadores entonces o ahora. Cierto es que hacen bueno, una vez más, el slogan de DareDevil de que un hombre sin esperanza es un hombre sin miedo, pero para la consideración global de la necesidad de un medio de comunicación público no-nacional la verdad es que eso no viene al caso.

De la misma manera, la gestión en sí del canal y la creación de múltiples —multiplísimos— canales hermanos no deja de ser más que un concepto político, en primer lugar porque la creación de una deuda o la sobredimensión de la necesidad del mismo por criterios de enchufismo o egomanía lo que deja realmente claro es que es necesario más control sobre los políticos por parte de los ciudadanos; si no votos de castigo, que parecen tan imposibles de lograr en este país, sí al menos protestas, escritas o mediante concentraciones, dejando claro que tanto el derroche —más aún en casos tan obvios como estos— como la manipulación es algo que no se debe tolerar en un medio público. (Y que está feo en uno privado, pero en fin)

Incluso si pensáramos en un medio que no se hubiera dado a estos locos crecimientos como TeleMadrid, al que dos gobiernos de signo distinto y poco interés en crear o controlar convirtieron en un canal sencillo con un segundo canal muy minoritario y casi inexistente en la mayoría de hogares, creado más por presiones externas que por auténtica convicción, de manera que cuando el siguiente gobierno, que repetía signo, entró a saco para demolerlo desde dentro tuvieron que usar una táctica diferente, aunque no por ello menos efectiva, para lograr reducir la audiencia. Como decía, no es tanto un asunto de cómo se ha hecho sino de con qué finalidad; en este caso la demostración de que la gestión pública es ineficaz, de que lo lógico en consecuencia es pasarla a gestión privada y de que la ineficacia no se debe a que la gestión fuera errónea sino a el modelo intrínseco, una mentira burda observando la vida completa del canal pero al que los odiantes de Lo Público parecen agarrarse. Más aún cuando son entrevistados por gente incapaz de escuchar lo que se les está diciendo o de salirse del guión.

Sobre todo porque, desde mi punto de vista, incluso una televisión que estuviera haciendo los datos de audiencia de una privada estaría fallando estrepitosamente en su misión si los consiguiera copiando el estilo y programación de éstas.

No se trata de que dé beneficios ni de que sea el canal más popular del dial; es un servicio público y, precisamente por ello, lo importante es saber si se está sirviendo a ese público que, a su vez, debería hacerse responsable de su buena marcha.

Cierto es que las regiones con lenguas co-oficiales siempre pueden hablar de su utilidad para la difusión y homogeneización del idioma —algo que, en contra de lo que puedan pensar los antinacionalistas, se da siempre con los medios de comunicación hablados incluso en los casos de una única lengua oficial, de ahí los comentarios y las quejas sobre el Inglés BBC y, en mucha menor medida porque en fin, el Español TVE — algo sin duda valorable e importante pero no por ello la única o más importante de sus tareas.

Porque la función principal de un medio no-nacional debe ser informar a sus ciudadanos de lo que pasa en su nivel de influencia. Cuanto más local un medio más debe centrarse en lo suyo. Puede tratar, por supuesto, sucesos externos en varios niveles, pero no olvidar que su función es informar —y educar— sobre lo que tiene más facilidad para hacerlo: Los hechos cercanos que los medios de niveles informativos más amplios no van a tratar porque para eso tienen que atender a más fuegos. La falta de información, igual que la falta de programas o documentales atendiendo a las particularidades culturales e históricas de la misma —y aquí podemos hablar desde las implicaciones más directas a las variedades sobre sus comercios, gastronomía o ritos, por señalar tres obviedades—, es lo que nos da uno de los niveles de fracaso. Modificables según lo manipulados de manera interesada o lo centrados en refocilarse en tipismos promoviendo una imagen estereotipada, propia de los intentos de venta de costumbres al exterior más que del interés real por ellas y su comprensión.

Esas miradas sirven para unir a los ciudadanos y permitirles una comprensión y un tránsito más sólido, facilitando el intercambio y el tránsito, así como el debate, no en los grandes temas —que, de nuevo, nunca es malo tenerlos— sino en sucesos que, por cercanos, podrían afectarles más y necesitar de su intervención más inmediata para evitar, o para apoyar, aquello de lo que se le habla.

Quede claro que no estoy en contra de que haya espacios de esparcimiento, ni mucho menos, pero siempre enfocados a unos niveles de calidad y a la búsqueda de una utilidad, incluso aunque sea un conocimiento mayor de nuestro entorno o una difusión de valores . Es decir: La emisión de películas, series de ficción, series animadas para el público infantil, juvenil y adulto, etc…

Tener un medio de comunicación de amplio alcance significa cargar con unas responsabilidades que precisan de supervisión, si hablamos de uno de vocación pública ello se multiplica y, del mismo modo, la necesidad de que empleados y ciudadanos se impliquen más en su marcha y funcionamiento. Porque en el momento en que este desaparezca, o sea manipulado, la información cercana cesará y dejaremos de estar en contacto e informados de esos extremos de nuestra realidad que, en las sombras, pueden ser manipulados con mayor facilidad. Y de ahí la desaparición de otros servicios públicos o las extrañas maniobras políticas que tanto parecen gustar a los que moran en las zonas alejadas de la vista del público.

Así que ya ven, estoy muy a favor de estos medios en todas sus presencias y niveles, a favor de saber más sobre lo que me rodea y que los demás también puedan acceder a ello, y, desde luego, a que haya un foco de luz sobre los sucesos cercanos como lo hay sobre otros más alejados.

¡Más luz, más cercanía, más implicación!

Jónatan Sark | 11 de noviembre de 2013

Comentarios

  1. E. Martín
    2013-11-11 07:03

    Verás qué risas cuando empiecen la campaña para vender el UH… quiero decir, La 2, barata-barata.


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