Manuel Haj-Saleh decidió un día poner sobre el papel esas eternas discusiones en las que se meten cinéfilos y cinéfalos cuando acaban de ver y disfrutar una mala película, plagarlas de lugares comunes e inundarlas de erudición vana para darles fuste. El resultado se llama Cine a Topicazos y podrán encontrarlo aquí exactamente cada diecisiete días.
Griffin Mill: Buck, ¿cómo estás?
Buck Henry: Bien, ¿qué tal tú?
Griffin Mill: Bien. ¿Qué tienes para mí?
Buck Henry: De acuerdo. Esto es: El Graduado, segunda parte.
Griffin Mill: Oh, estupendo.
Buck Henry: Escucha, los tres protagonistas siguen ahí: Dustin Hoffman, Anne Bancroft, Katharine Ross, años después. Y también los personajes: Ben, Elaine y la señora Robinson. Ben y Elaine siguen casados. Viven en una casa grande, tenebrosa, en algún lugar del norte de California. Y la señora Robinson vive con ellos… su anciana madre, que ha tenido un ataque al corazón, así que no puede hablar.
Griffin Mill: ¿Será divertida?
Buck Henry: Será divertida. Oscura, extraña y divertida.
The Player, Robert Altman, 1992. Buck Henry, guionista de “El Graduado”, se interpreta a sí mismo en el plano-secuencia inicial.
La palabra “secuela” suele tener tintes negativos: las secuelas de una herida, las secuelas de un shock, las secuelas de un terremoto… La RAE define la palabra “secuela” en su segunda acepción como “Trastorno o lesión que queda tras la curación de una enfermedad o un traumatismo, y que es consecuencia de ellos”. Es decir, algo que raramente es deseable y que resulta más molesto que otra cosa, en el mejor de los casos. Exactamente lo que pasa con la mayoría de las secuelas cinematográficas.
Una secuela no es un remake ni una versión, por lo que conviene tener esto en cuenta a la hora de escupir críticamente sobre una película. Una secuela, en cine, tiene como único propósito el hacer dinero, aprovechando el tirón crítico o comercial (más bien el segundo) de la película que le da origen. Las secuelas suelen ser, por tanto, engendros surgidos de los despachos ejecutivos antes que del cenicero de un guionista; de ahí que su calidad sea, por lo general, ínfima. Y eso que el abanico de tipos de secuelas es amplísimo, es decir, que no cabe la excusa del adocenamiento. Una secuela puede ser:
a) La continuación de una historia original con los mismos personajes que en ésta y la ampliación de su argumento. Es la secuela por excelencia, la famosa “segunda parte”, también conocida con el mote de “la película más esperada”. El ejemplo más famoso es, seguramente, La Guerra de las Galaxias (Star Wars, George Lucas, 1977), que, tras arrasar en taquilla, conseguir seis “Oscars”, la banda sonora instrumental más vendida de la historia y la eclosión del concepto de merchandising, tenía el terreno perfectamente abonado para que El Imperio Contraataca (The Empire Strikes Back, Irvin Kershner, 1980) y El Retorno del Jedi (Return of the Jedi, Richard Marquand, 1983) siguieran su camino en el box office. Lucas, posiblemente el tipo con más talento en marketing cinematográfico que ha parido Hollywood, tuvo incluso los santos güebos de dejar la segunda de las películas con la historia sin terminar, cual capítulo de serie de TV, suponiendo —con razón— que habría tortas en el cine cuando se estrenase la conclusión. Truco parecido emplearon Steven Spielberg y Robert Zemeckis con Regreso al Futuro (Back to the Future, 1985), cuyas secuelas se rodaron de forma simultánea cinco años después que la original, en la que ya venía incluido un aviso final, “To be continued”, que creó expectativas a mansalva. Algo parecido sucedió con Matrix (Larry & Andy Wachowski, 1999-2003), en la que los hermanos de apellido raro, al menos, tuvieron un pequeño ramalazo de honestidad rodando también ambas secuelas al mismo tiempo y avisando de que en la primera de ellas no se iba a aclarar una mierda, de manera que habría que gastarse los cuartos en la última para entender el mínimo común múltiplo de Neo y su gabardina-levita estilo Mortadelo tuneado. Y es que cuando de una película sólo queda el subtítulo como parte del acervo lingüístico (“reloaded” o “riloá”), imagínense cómo serían los descartes. Al menos, Zemeckis tenía una excusa para su maniobra: o rodaban ambas secuelas a la vez o corrían el riesgo de que el chaval de 30 años creciera definitivamente y perdiera su pinta de chaval de diecisiete. Lo que no quita que todo fuera por dinero, lógicamente.
b) La repetición de la historia original; alguna vez que otra, incluso, con actores completamente diferentes. Este recurso se usa mucho en las secuelas de películas de terror, por la razón obvia de que en el primer film la mayor parte de los protagonistas han sido masacrados. Podemos verlo en las sagas de Pesadilla en Elm Street (A Nightmare in Elm Street, Wes Craven. 1984), Scream (Wes Craven, 1997), Viernes 13 (Friday 13th, Sean S. Cunningham, 1982) o Sé lo que hicisteis el último verano (I know what you did last summer, Kevin Williamson, 1998) y, más recientemente, en Saw o Hostel. Pero no sólo de terror vive este tipo de secuelas (aunque algunas sean terribles), sino que también son muy convenientes en films del estilo “gag por minuto”, como prácticamente todas las películas de los Zucker-Abrahams-Zucker, que forman secuelas entre sí aunque a priori no tengan nada que ver. Las series de Aterriza como puedas (Airplane!), Agárralo como puedas (The Naked Gun, 1, 2 1/2 y 33 1/3, ésta apropiadamente subtitulada “El insulto final”) o Hot Shots! (Jim Abrahams, 1991 y 1993) indican a las claras cuál es la pretensión de dichos filmes. Mel Brooks hace burla repetida de este hábito en dos de sus obras más gamberras: *La Loca Historia del Mundo” (History of the World Part I, que, además de la guasa del título, incluye un avance sobre la posible continuación) y *La Loca Historia de las Galaxias” (Spaceballs). En esta última hay un diálogo que va directo a la yugular de George Lucas:
Lone Star: ¿Volveré a verte?
Yoghurt: Quién sabe. Si nadie lo remedia, volveremos a encontrarnos en “Spaceballs 2: a la búsqueda de más dinero”.
A veces, lo que se hace es reescribir la historia principal intercambiando los papeles de sus protagonistas. De este modo se obtienen numerosos “guiños al espectador” que le dan al film ese puntito de complicidad y permiten al guionista perezoso no quebrarse demasiado las meninges y seguir cobrando una pasta. De esta guisa salen filmes como Hombres de Negro II (Men In Black II, Barry Sonnenfeld, 2002) que arrastran a millones de seguidores a la taquilla, pero que acaban arriesgando mucho, ya que es difícil vender este tipo de filmes a quienes no han visto la primera parte. Y, si entre éstos, no funciona el “boca-oreja”, el fracaso está asegurado.
c) Una nueva historia, diferente de la original, pero con los mismos personajes y parecida estructura. Nuevamente nos encontramos a Lucas y Spielberg dándole caña al héroe de los ochenta por antonomasia, Indiana Jones y, tras dejarlo casi para el arrastre en su búsqueda del Arca de la Alianza, le enviaron a nuevas y arriesgadas aventuras, primero a la otra punta del mundo para enfrentarse a unos “thugs” cargados de mala leche, y después a Almería, perdón, Hatay, a ver si le birlaban al último cruzado el cáliz de Cristo. Spielberg y Lucas, además, le añaden un pequeño toque exótico a la primera de esas secuelas, El Templo Maldito (Indiana Jones and the temple of Doom, 1985) colocando los hechos un año antes del Arca Perdida, con lo que, además, se ahorraban tener que proseguir tramas amorosas y de otra índole. En La Última Cruzada (Indiana Jones and The Last Crusade, 1989) se nos van ya a 1938, tiempo suficiente para que nadie pregunte nada. Las películas de superhéroes son las que mejor se prestan a esta categoría de secuelas, ya que basan su éxito exclusivamente en los personajes y en los actores que los interpretan. Por eso las cuatro películas de Superman (Richard Donner/1978; Richard Lester 1980/1983; Sydney J. Furie/1987), protagonizadas por Christopher Reeve, fueron taquillazos, incluso a pesar de que las dos últimas eran auténticos pestiños y, en cambio, el “retonno” propuesto por Bryan Singer, no siendo un fracaso total sí que terminó como un “ni fu ni fa” incapaz de superar al cuarteto Reeve/Brando/Hackman/Donner. De hecho, es muy probable que de no haber sido por las exitosas series de televisión basadas en el personaje (*Lois y Clark*, 1993-97 y Smallville, 2001-), el intento de revisitación del superhéroe más famoso de la Historia habría resultado en un pufo de dimensiones kryptonianas. La lista secuelística no se queda, desde luego, en el hombre de acero con los calzoncillos de unno por fuera, sino que es extensible a Spiderman (2002, 2004, 2007 y lo que queda, todas de Sam Raimi), Batman (Tim Burton/1989-1992; Joel Schumacher/1995-1997; Christopher Nolan/ 2005), donde sólo Michael Keaton repitió personaje, X-Men (Bryan Synger/2000-2003; Brett Ratner/2006) y una lista que no para de crecer. La ciencia-ficción también es muy apañada para hacer secuela tras secuela, como lo prueban los diez largometrajes de la franquicia Star Trek, basados en las dos primeras series de televisión y donde las respectivas tripulaciones acaban pareciéndose tanto que casi no se toman en serio lo que hacen… total, son conscientes de que son los buenos y van a ganar, porque si no el fan se cabrea. Capítulo aparte merecerían las infumables (e incomprensibles) secuelas de Rocky, donde la nariz rota de Sylvester Stallone (dependiendo de si es par o impar, se rompe hacia un lado u otro) protagoniza el esquema de “ahora pierdo el combate, ahora gano el combate, no importa que el otro me saque tres cuartas de grande”. En serio, ¿qué compromiso tendrán Sylvester Stallone y el diablo para que el primero se empeñe en hacer enésimas partes de productos que caducaron allá por la invención del sonoro? Pues seis nada menos, oigan. Y ahora nos amenaza con un nuevo Rambo... pero, si Reagan ya está muerto, ¿de quién será ésta secuela la película favorita, de Jesse Ventura?
d) Una historia previa a la original, que trate de explicar los eventos que condujeron a ésta. Es un concepto relativamente nuevo, al que se ha dado en llamar “precuela” y que sirve, cómo no, para… lo han adivinado, ganar dinero. Nuevamente tenemos al tito Lucas, que no se pierde una, aguantando como un jabato veinte años de nada hasta asegurarse dos generaciones diferentes de espectadores que acudan como borregos a chuparse tres películas, tres, que cuentan por qué las repúblicas no son nada prácticas, el peligro que supone dejarse defender por un ejército de trillones de elementos todos iguales (¿pillan la alegoría?) y en qué momento el peinado-cazuela dejó de estar de moda. El infantilismo de buena parte de las siete horas contenidas en la trilogía precedente a la Trilogía (nótese la mayúscula donde procede) enganchó a los espectadores más pibes y dejó a sus mayores con la miel en los labios, pero yendo religiosamente (y ésto casi no es una metáfora) a las salas con cada nueva película, esperando que arreglase el mal sabor de boca de la anterior. Si a eso le sumamos los dolarazos obtenidos con el merchandising y las reposiciones de la Trilogía original, se comprende que Lucas sea muy mal cineasta pero muy buen negociante, por eso lo amamos. No es un bicho raro en esto, desde luego: tenemos Batman Begins de Christopher Nolan (mencionada de refilón en el apartado anterior), Twin Peaks: Fire Walk With Me (de la que hablamos en el siguiente apartado) y alguna que otra de El Exorcista, si bien el género de la precuela anda todavía en pañales y falta mucho por perpetrar.
e) Un spin-off. Con este término nos referimos a una película surgida directamente de una serie de televisión, o viceversa. Entendámonos: no es un remake, sino historias que surgen de otras historias como ramas de árbol, utilizando bien a uno o bien a varios de los personajes de un programa televisivo. Hemos mencionado anteriormente a Star Trek, que también tendría cabida en este apartado como un ejemplo perfecto para ilustrarlo, pero no es la única. Recientemente hemos visto el caso de Serenity (Joss Whedon, 2005), surgida de la serie Firefly, que fue cancelada tras solamente catorce capítulos pero que dejó atrás tal legión de airados fans que decidieron hacer este largometraje que continuaba y concluía las tramas planteadas en televisión. En el sentido contrario, tenemos M*A*S*H, serie producida por Larry Gelbart y Gene Reynolds a partir del film de Robert Altman y Ring Lardner, Jr. Hay casos en los que el spin-off tira únicamente del título de la obra original para encabezar un producto que nada tiene que ver con ésta (*Friday the 13th, the series*, por ejemplo, que narraba historias de misterio protagonizadas por tres buscadores de objetos diabólicos). En otros, lo que se quiere es homenajear al producto televisivo llevándolo a la gran pantalla, pero dándole un cierto lustre envuelto en cinemascope: En Los Límites de la Realidad (Twilight Zone: The Movie, 1983/Steven Spielberg, John Landis, Joe Dante, George Miller). Y, en alguno que otro, se intenta de nuevo aprovechar el tirón de un producto de culto para repicar en la historia y sacar de donde no hay, resultando en no pocos estómagos revueltos. Efectivamente, hablo del spin-off barra precuela Twin Peaks: Fire Walk With Me (David Lynch, 1992), que se compone de un par de minutos (los primeros) absolutamente magistrales, seguidos de dos horas del peor cine posible e imaginable, que hizo que muchos nos cabreáramos con Lynch hasta el punto de no volver a ver la serie durante muchos años. Y es que, aunque una secuela sea a priori una mala idea, si encima pones tanto empeño en hacerla mal, la cosa puede alcanzar niveles de plaga bíblica (la de las ranas, por ejemplo).
f) La secuela “ni lo intentes”. Comprende elementos de algunos o todos los tipos anteriores, pero basa su pretendido tirón comercial en una única cosa: el título. Por ejemplo, ¿sabían ustedes que existía una segunda parte de El Golpe? (The Sting, George Roy Hill, 1973). Pues créanselo: diez años después de la original, alguien tuvo la feliz idea de hacer una secuela del tipo (a) y, lo peor de todo, algún productor la dio por buena. El resultado… bueno, la contestación a la pregunta que les hacía les dará una pequeña pista de cómo les fue. Y de esas las hay a porrillo, cambiando solamente el número: Teen Wolf II (que ya son ganas), Cocodrilo Dundee 2, Tiburón 2 (y 3, y 3-D, y 4…), 2010: Odisea Dos (no consta que el ejecutivo que aprobó esta secuela haya sido condenado a la silla eléctrica, pero todo puede ser), Karate Kid IV (con, agárrense, nada menos que la doblemente oscarizada Hilary Swank) y la más extraña: Rambo III, teniendo en cuenta que la primera película del adrenalínico marine se llamó First Blood (En España, Acorralado), y la segunda Rambo: First Blood part II, es de suponer que Stallone sigue teniendo un serio problema con los determinantes numerales. Especialmente divertidas eran, hace años, las visitas a los videoclubes de barrio en busca de esparcimiento para un aburrido domingo de lluvia. Podía uno encontrarse auténticas joyas del cinebodrio tipo Karate Kimura VI (Il Ragazzo dal Kimono d’Oro 6, Fabrizio de Angelis, 1993) , El Guerrero Americano III (American Ninja 3: Blood Hunt, 1989), que pierde bastante sin Michael Dudikoff, y, por supuesto, el gran, único e inimitable Chuck Norris… siendo cada película del Ranger de Texas una secuela en sí misma, es sorprendente que sólo se nos quedara en un máximo de terceras partes con Desaparecido en Combate III (Braddock: Missing in Action III, Aaron Norris, 1988). Pero quién soy yo para discutirle al todopoderoso Chuck (patada giratoria in progress). Me consta que los fans de aquellas antiguas VHS sin rebobinar eran legión, y me pregunto, ahora que casi han desaparecido estos templos de la hostia en fotogramas, si el DVD ofrecerá las mismas oportunidades a las generaciones de la PlayStation.
Terminemos afirmando que es difícil resistirse a hacer una secuela. Es, en cierta medida, lo mismo que pasa con el “director’s cut” de películas que se estrenaron hace años… que ya ni siquiera hay que esperar a que eso ocurra. La transformación del cine en un negocio puro provoca que, apenas una película ha llegado a las salas (a veces, incluso antes) ya están las secuelas apalabradas o firmadas. Las más de las veces los que se apuntaron al proyecto acaban saliéndose de él, no sin problemas legales. Las secuelas llevan consigo varios riesgos que poco o nada parecen importar a los ejecutivos de los estudios: para empezar, se devalúa la obra original, sobre todo si en la secuela participa el mismo equipo que en aquélla. Después, es muy probable que la secuela apunte alto el primer fin de semana en taquilla, pero no menos probable es que, salvo casos aislados, se derrumbe en los días siguientes y no consiga ni cubrir gastos. En tercer lugar, se cae mucho en la tentación de hacer secuelas de lo “insecuelable”, es decir, de aquello a lo que faltan elementos para poder hacer algo que recuerde mínimamente al film que le dio lugar. Por eso, por más que se ha hablado y planteado una secuela de Casablanca, ni las mismas preclaras mentes que lo proponen se creen que un producto así llegue a tener éxito. Por eso jamás debió hacerse un engendro como Blues Brothers 2000 (John Landis, 1998), toda vez que la muerte de John Belushi en 1982 dejaba un hueco imposible de llenar en el famoso dúo. Por eso cuando se intentó continuar Lo Que El Viento Se Llevó (incluyendo una novela escrita para la ocasión, “Scarlett”) el proyecto resultó tan ridículo desde el principio que lo acabaron reconvirtiendo a miniserie televisiva, con Joanna Whalley y Timothy Dalton como unos improbables Escarlata y Rhett (¿se puede ser más cutre?). Y por eso todavía quedan directores y guionistas con cierto sentido del ridículo que se niegan a hacer secuelas de cualquiera de sus obras: el propio Steven Spielberg, cuyo nombre por sí solo arrastra a gente en masa a las taquillas, jamás ha hecho segundas partes de sus películas, si exceptuamos la saga del arqueólogo del sombrero (aunque es cierto que como productor sí ha participado en algunas). Desde luego, no será por falta de material, porque le llevan dando la brasa durante veinticinco años para que se traiga de nuevo a la tierra al extraterrestre cabezón más famoso de todos los tiempos.
De todos modos, y permítanme este giro al absurdo… ¿y por qué no? A fin de cuentas, ustedes van a ver una película que les encanta, con su principio, su nudo, su desenlace, sus tramas paralelas y ramificadas y su final fantástico e insuperable… y quieren más, más, mucho más. Quieren saber qué pasa con esa pareja que se aleja feliz por el parque, quieren saber cuándo sale el esquizofrénico del sanatorio y empieza a repartir hachazos de nuevo, quieren saber qué pasó con el amigo que habia invitado Lecter a cenar, quieren saber si al final Harry deja embarazada a Sally y qué demonios pasa con el retoño. Confiésenlo: quieren secuelas, aunque luego les dejen secuelas (y disculpen el chiste fácil y repetido). Si pudieran, las harían ustedes mismos con la historia que se han montado en su cabeza mientras huyen de los títulos de crédito. Buscan con avidez esa segunda o incluso tercera parte que les quite de encima el buen sabor de boca que su precedente ha dejado; qué asco, qué dulce, qué bien me ha dejado, para esto no voy yo al cine… Una secuela le da la oportunidad al espectador de sentirse guionista por un día y criticar libremente al pergeñador del mamotreto con una de esas frases lapidarias tan queridas por el que abandona una sala de cine, mientras sus ojos se acostumbran a la luz de las farolas: “pues yo la habría hecho de otra manera”. ¿Y por qué no? La mayoría son una mierda, sí... pero, en el fondo, las secuelas molan.
2007-12-11 12:54
¡Qué estres! Apasionante recorrido por todas las secuelas y precuelas posibles, me ha encantado reconocerme como espectadora en todas esas películas e incluso (si, lo admito) voy a ver muchas con la esperanza de su continuación como yo había imaginado en mi cabeza. Sólo echo en falta las estupendas El Padrino II y III, estoy deseando saber en cual de sus categorias las incluiría Don Manuel. Gracias por recordarnos películas que eran buenas y también otras que no podemos olvidar de pésimas.
2007-12-11 13:11
Jejeje… alguien tenía que preguntar por ellas. Mai diar Julia, yo no considero la segunda y la tercera parte de El Padrino como secuelas (bueno, no es cierto, con la tercera tengo mis dudas), por lo mismo que no considero que lo sean las de El señor de los anillos. En ambos casos se trata de historias completas que se cuentan en tres películas en vez de una. Al menos con El Padrino Parte II (que no es lo mismo que El Padrino II o El Retorno del Padrino), Coppola dejó bien claro que se trataba de una historia continua que por fuerza hubo de rodarse así. Especialmente porque, en la primera, tenía las manos atadas (creativamente hablando) por el controvertido productor Robert Evans, mientras que en la segunda dispuso de mucha más libertad para trasladar lo que quedaba de la novela de Mario Puzo a la pantalla. La tercera sí podría considerarse secuela, ya que es una historia escrita a posteriori y que, de hecho, retoma y continúa muchos de los cabos “sueltos” (más o menos) que dejan las dos anteriores, además de repetir tics de éstas con cierta frecuencia. En ese caso, y nada más que por encasillar, la pondría dentro del “tipo a”.
Y no me llames de “Don”, mujer, que me hace parecer un radiopredicador matutino… :-)
2007-12-11 13:23
No sé si he entendido mal; pero si te refieres a Batman Begins como precuela, no tiene nada que ver. Con Batman Begins han re-creado, por así decir, el universo de Batman en las películas, deshaciéndose de la lamentable herencia fílmica. Partían de cero, vaya.
Y bueno, 2010: Odisea dos es la segunda parte que el propio autor ha escrito del original (que inspiró a Kubrick), con lo que por lo menos tiene esa justificación. Otra cosa es que Kubrick hiciera de las suyas y fuera claramente imposible repetir lo que el maestro creó, por supuesto.
Un artículo muy entretenido, por cierto.
2007-12-11 14:28
bueno, Spielberg sí que ha hecho una secuela, véase Jurassic Park y The Lost World, así que al menos una vez sí que ha caído en la tentación.
Me ha gustado el artículo.
2007-12-11 14:29
Gracias, Wade. Veamos: Yo entiendo que Batman Begins es una precuela/secuela por varios motivos: primero, porque aunque es cierto que tras cuatro películas sobre el personaje, la única manera de hacer una historia diferente es, como tú dices, re-crear el universo del murciélago, en mi opinión, de no haber existido esas cuatro películas, un film sobre Batman no se habría ido a mostrar al joven Bruce Wayne. Antes al contrario, habría enseñado al Batman adulto, ya metido en plena lucha contra el crimen, igual que se hizo en 1989. En resumen, que Batman Begins existe porque antes ha habido cuatro películas que han dado buenos frutos en taquilla, a lo que se ha sumado una demanda de superhéroes en la pantalla nunca antes vista. Se puede discutir, desde luego. (Y un día hablaré del Batman de Tim Burton, que parece que soy el único al que le gustó, jeje).
En cuanto a 2010: Odisea 2 (Peter Hyams, 1984), el caso me parece mucho más claro. De hecho, es un film-secuela basado en un libro-secuela, ya que éste se publicó en 1982 y continuaba más la historia reflejada en la película de Kubrick que en “The Sentinel”.
2007-12-11 14:33
Otia, Map, pues me has pillado. Es cierto, él mismo dirigió El Mundo Perdido. Convencido estaba de que se la había dejado a Joe Johnston, como la tercera. Gracias :-)
2007-12-11 18:03
A nivel anecdótico (y por ser exhaustivos, que parece que hay ganas) yo mencionaría, por lo menos de pasada, las secuelas porno. O sea, dada una peli muy exitosa, se toman media docena de elementos alusivos a la misma y se hace una peli porno corriente y moliente utilizando un título similar, pero con alto contenido sexual.
2007-12-11 18:04
¡Topicoooooooooooooooooo!
Ah, no, que esta columna va de eso, jejeje.
Mi teoría es que las secuelas horrendas son, generalmente, las de películas originalmente horrendas. Porque el Templo Maldito y la Última Cruzada molan. Y Regreso al Futuro II y III son más que decentes. Y Superman II me gustó más que la primera. Y Gremlins II…
Tengo que irme.
2007-12-11 18:14
Alber: eso son versiones o remakes. Un poco sui géneris, eso sí :-D
Alberto: Y “Las colinas tienen ojos II”. Que no se te olvide.
2007-12-11 23:21
Poco se puede aportar… si acaso un comentario malvado.
La precaución de Zemeckis fue en vano… el actor nunca llegó a crecer. Y tampoco perdió su pinta de chaval de diecisiete.
Jijiji…
2007-12-12 00:31
Parafraseando a Groucho y Chico en una de sus más famosas escenas: – Nunca segundas partes fueron buenas. – Pues yo el otro día vi un partido y la segunda parte fue mejor que la primera.
Con esto quiero decir que hay que diferenciar entre secuelas y continuaciones, con la diferencia de matiz que conlleva. Personalmente, me gustaron más El Imperio Contraataca, Terminator II, Indiana Jones 3 o Evil Dead 2 (aunque podría entrar en el grupo de los remakes) y 3 que sus predecesoras, fuera por medios, por historia o por actores. Pero ahí están los ases por los que a veces merece la pena arriesgar.
Dicho esto, decirle, señor Haj-Salej, que en líneas generales tiene usted razón. Como siempre.
Y recuerde: felicidades.
2007-12-12 09:23
K: de hecho, ni dejándose la barba pudo aparentar ser mayor. Matthew Broderick lo tuvo más fácil cuando empezó a quedarse calvo…
Oyros: Yo prefiero Evil Dead 3: Army of Darkness, la última gamberrada de Sam Raimi antes de ponerse trascendente (ojo, que todavía le quedaba alguna peli buena). El pavo todavía tuvo arrestos para producir Darkman II y Darkman III. Argh.
De todos modos, sin gustarme mucho ninguno de los Terminators, la primera me parece infinitamente más entretenida que la segunda, que tiene tanta leña de efectos especiales que al final resulta aburrida, aburrida (en la persecución Camión-Moto, llegué a desear en el cine que el T1000 pillara al puto crío de una vez, de lo larga que se me estaba haciendo). Pero es una secuela, no se engañe. Descaradamente del tipo (a), además, porque la historia es la misma, sólo que multiplicando todo por dos: dos terminators, dos objetivos, dos cosas a destruir (el bicho y el chip) y dos veces las mismas premisas.
2007-12-12 10:36
Dios mío, ¡yo vi esa “continuación” de “Lo que el viento se llevó”! Y Escarlata y Rhett se iban a la cama casi en la primera escena, glups… cómo cambian los tiempos…
Ah, y a mí sí me gusta el “Batman” de Tim Burton. Mucho.
2007-12-12 12:07
Y se te han quedado en el tintero algunas como la serie del canibal Lecter, las Junglas de Bruce Willis o el penoso incremento de Oceans Clooney-Pitt que, en el colmo del surrealismo, comenzó a numerar en once.
Hitchcock sí mantuvo una honesta abstención de secuelas, lo que no evitó que tras su fallecimiento los mediocres se lanzaran a realizar las abstrusas amén de infumables Psicosis 2 o Los Pájaros 2.
Spielberg se nos descolgará en mayo con la 4ª parte del Dr. Jones, con el sexagenario Harrison Ford atiborrado a anabolizantes.
Por cierto que Jurassic Park fue elaborado pensando en una secuela desde el principio. En la escena donde el obeso informático sufre un accidente, la cámara enfoca un tarrito conteniendo un embrión de dinosaurio que queda perdido entre los helechos, lo que en el lenguaje cinematográfico, que Spielberg conoce muy bien, es bastante explícito.
Sin embargo, el guionista-novelista Crichton no estaba nada dispuesto a escribir El Mundo Perdido; al final lo hizo muy a regañadientes y si Spielberg le contó algo de la escena del tarrito, Crichton lo obvió completamente.
Pero redimamos al septimo arte del pecado de secuelismo, cuando tenemos ejemplos tan poco edificantes como el de Cervantes con la segunda parte del ingenioso o el de Dumas padre firmando el desabrido “Veinte años después”.
2007-12-12 12:33
Y dentro del grupo e) también se podría citar Los Simpsons, película que me chocó mucho.
La serie coge un tema, pasan cosas, y cada 5 minutos el hilo no tiene nada que ver con lo que pasaba 5 minutos antes. Ahí radica parte de su gracia. Con la película, sin embargo, la misma trama nos acompaña el tiempo de la película, cosa que personalmente convirtióla en pesada.
Por otro lado, Alber ha hablado de las versiones pornográficas de las películas de éxito ¡y nadie se ha puesto a escribir títulos de las mismas! ¿Ya no hay un tierno infante dentro de ustedes o qué pasa?
2007-12-12 13:21
Miguel: es que como lo meta todo… además, las de la Jungla molan, cada una es más divertida que la anterior (bueno, la 4.0 no la he visto). ¡Perdería mi reputación de crítico insoportable!
Por cierto, que de “Veinte años después” también hubo película. Richard Lester dirigiendo a los mismos actores. Ver a Michael York o Richard Chamberlain de capa (y arruga) caída fue todo un shock. York, al menos, se recuperó un poco con la saga de “Austin Powers”... otro gran ejemplo de secuelas :-)
Airos: Pues no había visto la de Los Simpson, pero no eres el primero que me dice algo parecido. Creo que pasaré hasta que la den en la mu.. en el videoclub, ejem.