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Siete autógrafos en sepia por Hilario Barrero

Un autógrafo es una radiografía del pulso de un escritor, y esta columna mostrará autógrafos de la colección de Hilario Barrero comentados por él mismo. El autor es poeta y dibujante, además de columnista con Quinta Columna en Nueva York. Mezcló sus dibujos y su poesía en De cuerpo entero. Publica Siete autógrafos en sepia los días 7 de cada mes.

Gerardo Diego, jardinero en Silos

Gerardo Diego,  jardinero en Silos

Tenía manos casi marmóreas, de pianista, esmaltadas de venas azules, manos de Caronte de haber trabajado mucho el remo de la poesía; los ojos asustados como si hubieran visto a la muerte, el rostro de noble medieval, nariz generosa y fina, orejas crecidas, cuello largo de haber mirado un ciprés en Silos, cuerpo delgado, casi cristalino, la ropa incómoda; voz destemplada, como cortada por una navaja, agria, una voz que desentonaba con la bondad de sus ademanes casi arcangélicos.

Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño

Había ido a Toledo a dar una conferencia en la Casa de la Cultura. Al acabar el acto me acerqué. Estaba de pie, todavía subido en el estrado y, con la timidez propia de un provinciano delante de un poeta, le pedí que me firmara uno de sus libros, el volumen 219 de la colección Austral: Primera antología de sus versos. Cuando leí la dedicatoria pensé que me había escrito un espontáneo e irregular terceto en rima asonante: Barrero, Toledo y Diego. Lo achaqué a la magia de ser poeta.

- ¿Te gusta la poesía? – Estamos estudiando la suya en el curso. – Y ¿qué te parece? —me preguntó sonriendo, mientras escribía en la segunda hoja del libro: “A Hilario Barrero, recuerdo de Toledo. Gerardo Diego, 1959”. – Me sé de memoria algunas.

Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.

Era el año 1959 y empezaba a conocerte. Recuerdo que viniste primero pura, vestida de inocencia, luego te vestiste de no sé qué ropajes y al final te desnudaste y te quedaste a vivir conmigo. Te quedaste como este libro dedicado, “quieto y en marcha” que canta “siempre el mismo verso / pero con distinta agua”.

Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,

Dedicatoria y poesía que me traen el recuerdo de un Toledo provinciano y abarcable que empezaba poco a poco a despertarse, como me despertaba yo a la vida, a la poesía, a la soledad. Un Toledo con la libertad de las turistas en minifalda y pechos sin sostenes, de la marihuana, las tímidas y primeras pintadas en algunas fachadas, la música de los Beatles… Más tarde un Toledo desbordado de mi historia que no puedo asociar a nuestra historia porque tú no estabas conmigo. Un Toledo que fue mi primer amor y del que me enamoré como más tarde me enamoraría de ti, siendo tú mi Toledo. ¡Oh pasión de m vida, poesía desnuda, mía para siempre!

como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.

Hilario Barrero | 07 de febrero de 2007

Comentarios

  1. Candi
    2007-02-07 08:28

    Qué hermoso, Hilario. Esperaba este día siete, para leer un nuevo exorcismo a la tristeza. Y me encontré este bello canto a la poesía —pasión que redime—, en la voz de Gerardo Diego, de quien guardo, muy en mí, una de sus estrofas.

    Un abrazo.

  2. Candi
    2007-02-07 12:24

    Un nuevo alto, sin tanta premura.

    Un buen profesor de literatura puede contribuir, decisivamente, a marcar el destino intelectual de sus alumnos, en esa edad en que son tan permeables. La educación es mucho más que «la base de la productividad».

    Gerardo Diego se habrá emocionado, sin duda, ante aquel niño que ya se había asomado al universo de la poesía y solicitaba, con ilusión y timidez, su autógrafo.

    Y como echo de menos los dibujos, a este capítulo no puedo menos que acordarle «AIRE», aquellas aves multicolores que perseguían… ¿qué? Tal vez poesía…

    Hasta el próximo mes.

  3. hb
    2007-02-09 23:53

    Muchas gracias, Candi. Me alegro que le guste esta serie. El valor estriba en la parte documental que, de alguna manera, tiene un gran valor para mi y espero que para algunos lectores a los que les pueda interesar estos escritores a los que tuve la suerte de conocer. Es un lujo tener lectoras (amigas) como usted.

  4. Marcos
    2007-02-10 11:40

    Supongo que tener lectoras como Candi es a lo que más se puede aspirar, aparte del premio Planeta :)

    Fíjate, yo no soy nada mitómano, y valoro muy poco las firmas de quien no te conoce; sin embargo, me parece interesantísima esta columna de Hilario, porque a un tiempo trae un poco de la persona del escritor-mito y del propio Hilario.

    Yo no sé si GD se habrá emocionado ante aquel niño, tiendo a pensar que no, pero lo importante es que el recuerdo de aquel encuentro nos emociona a nosotros.

    Saludos.

  5. MVP
    2007-02-20 21:37

    ¿Qué haríamos sin las anécdotas de Hilario? Ahora, aquí en Buenos Aires aún, se me antojan unos versos de Borges, íntimamente relacionados con el tango: “...Hecho de polvo y tiempo, el hombre dura menos que la liviana melodía / Que solo es tiempo / ... Turbio pasado irreal que de algún modo es cierto”. Ay, que hermoso leer siempre a un poeta que escribe de otro, que en la estancia del recuerdo (tan viva) logra poetizar, más aún cuando lo hace desde una ventana abierta pero pretérita, y aún, años después que gran parte de todo lo ha devorado la desmemoria, o sencillamente el olvido (que es indiferencia), podemos asomarnos por la ventana y ver los detalles sustanciales, el valor de un garabato de firma que años después es capaz de cobrar sentido por sí mismo. Pero allí sigue la ventana, abierta, del otro lado todo ha sido tornasolado pero no hay polvo, pese al tremolar de las cortinas en jirones. Una fotografía, un Tagoriano “pájaro”, la historia se escribe en la misma´página, no en otra. Y apenas es la segunda entrega. Se me vienen a la cabeza unos versos, que emulo tras leer la trashistoria de la firma del poeta Diego, cuya tinta, sobre la pobre hoja (tan perecedera como cualquiera de nosotros), parece estar todavía húmeda:
    “Oh poesía, cochero loco, llévame / – llévanos para duplicar nuestra muerte, / para ver y cantar lo que vendrá, / para estar al alba de la primera estrofa”.

  6. Cayetano
    2007-02-21 01:55

    Con permiso. Hablando de jardines, rostros medievales, etc. Hay un jardín en el cielo (o artesonado) del claustro. La primera vez que lo vi quedé impresionado. Salu2


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