“Realidad acotada” nos propone el día 26 de cada mes un acercamiento a la arquitectura que nos rodea. A los pisos en los que habitamos, a las calles por las que paseamos, a las plazas, las bibliotecas, los cines, los teatros… y a todo aquello que hay detrás y no vemos. Marta González Villarejo se detendrá en pequeños detalles con los que convivimos a diario y que a menudo pasan desapercibidos.
Las ciudades tal y como las conocemos hoy han sufrido muchos cambios, habitualmente relacionados con crecimientos de población y migraciones, debidos al avance tecnológico, las nuevas formas de transporte o los cambios socioeconómicos. El urbanismo ordena la estructura de una ciudad a muchos niveles, organiza qué uso debe darse a cada zona, qué densidad de población debe haber en ellas, o qué servicios deben abastecerlos.
Las primeras civilizaciones colonizaban ciudades superponiendo su nueva estructura a las preexistentes, por capas. Más adelante, las ciudades empezaron a crecer a partir de un núcleo inicial al que conectaban sus infraestructuras, desde instalaciones de abastecimiento hasta calles o calzadas. Gracias a esto, en una misma ciudad encontramos un amplio muestrario de calles, estrechas y orgánicas o amplias y ortogonales; zonas donde la ciudad se volcaba al exterior, a las relaciones públicas y a las plazas, o hacia el interior, generando tipologías de casas patio, corrales de vecinos; ciudades amuralladas y crecimiento extramuros; ensanches y alineaciones; casas bajas o altos edificios; crecimiento hacia la periferia o movimientos migratorios a ciudades dormitorio.
Pero el urbanismo es algo más: el movimiento de las ciudades es relativo al de las personas que las habitan. La ciudad va desplegándose, creciendo e incorporando vías y redes para responder a las necesidades de la sociedad. Y aunque a veces también se convierte en una moneda de cambio político, debe ser esa sociedad la que transforme a la ciudad.
Hace unos meses llegó a mis manos una recomendación literaria: Julio Ramón Ribeyro. Una de las cosas que me atrajeron especialmente de este escritor nacido en Lima en 1929 fue su tendencia al realismo urbano. Al igual que otros autores de mediados de siglo, se vería muy influido por la gran migración del campo a la ciudad, y el inminente y rápido crecimiento que las ciudades tuvieron que sufrir para albergarlo.
Muchas veces se han descrito ciudades como escenarios en las novelas y relatos. Más o menos brevemente se ha hecho un esbozo de una habitación, un apartamento, un edificio, una calle o una ciudad. O muy someramente sobre su luz, su color, su vitalidad o no, y la influencia que estas características tenían en los personajes y en sus historias. Pero al leer algunos relatos de este autor, entendí el sentido de ese realismo urbano.
En Dirección equivocada, escrito en 1957, Ramón es un cobrador de impagos que debe recorrer la ciudad de Lima para encontrar y cobrar a sus deudores, en este caso hasta el barrio Lince. En este relato no sólo se describe a una sociedad en proceso de cambio, una sociedad con una enorme grieta entre altas y bajas clases sociales, y en la que empieza a aparecer una mediocre clase media con problemas recurrentes, sino que da cuatro pinceladas a la ciudad, sus barrios, sus calles, lo que era y en lo que se ha convertido.
Mientras esperaba el ómnibus que lo conduciría a Lince, se entretuvo contemplando la demolición de las viejas casas de Lima (…). Por todo sitio se levantaban altivos edificios impersonales, iguales a los que había en cien ciudades del mundo. Lima, la adorable Lima de adobe y de madera, se iba convirtiendo en una especie de cuartel de concreto armado.
Ribeyro describe el cambio tan importante que estaba sufriendo la ciudad histórica para convertirse en centro económico y administrativo, en una ciudad moderna a la altura de las vanguardistas en las que se abandonaba la tipología arquitectónica tradicional de casas de adobe para dar paso a rascacielos de hormigón armado. Con la inminente llegada de la población rural, el crecimiento y cambio de la ciudad de Lima se hizo respondiendo a un esquema urbano basado en cuatro tipos de barrio: cuadrilátero primitivo o área central que concentra el poder político y económico; primer anillo de expansión, a continuación, con una importante saturación de población; segundo anillo de expansión, más alejado, desplazándose ya al sur y al oeste de la ciudad, con barrios de distintas clases sociales, como Lince; y finalmente las barriadas, formadas por casas individuales de pocos recursos y casi sin servicios. El personaje de Julio Ramón Ribeyro camina hasta su destino observando el cambio del paisaje urbano y haciendo reflexiones de las nuevas formas de vida, y con ello, completando la descripción de la sociedad residente.
Se veían chatas casitas de un piso, calzadas de tierra, pistas polvorientas, rectas calles brumosas donde no crecía un árbol, una yerba (…). En los barrios pobres también hay categorías. Ramón tuvo la evidencia de estar hollando el suburbio de un suburbio. Ya los pequeños ranchos habían desaparecido. Sólo se veían callejones, altos muros de corralón con su gran puerta de madera. Menguaron los postes del alumbrado y surgieron las primeras acequias, plagadas de inmundicias (…). Un hombre salió, silbando, del pasaje y echó en sus aguas el contenido dudoso de una bacinica.
El urbanismo en definitiva es la huella de un retrato sociológico y económico de cada momento. Son estratos, capas, piezas que pueden ayudar a contextualizar un relato, una novela, o a definir cómo se siente ante esos cambios un determinado personaje. Como la vida misma: urbanismo real.
***
Deler, Jean Paul (1975): Lima 1940-1970. Aspectos del crecimiento de la capital peruana. Centro de investigaciones geográficas.
Fuente foto aérea: Blog: La lima que se fue.