Libro de notas

Edición LdN
Entre Líneas por María José Barrios

Entre líneas se propone abordar, el 24 de cada mes, las relaciones entre escritura creativa, juego y literatura. La creación literaria como proceso, como campo de experimentación y como disciplina que se mejora con la práctica, igual que el resto de las artes. Con una parte de genio y otra de técnica, que se aprende y que también se transmite. María José Barrios escribe cuentos muy pequeñitos y es profesora de talleres de escritura desde hace años.

La literatura y los juegos combinatorios

La combinación es una de las formas de restricción más empleadas en cualquier forma de creatividad, por cuanto da lugar a una asociación de ideas que, si por separado no habrían servido de inspiración o detonante para el proceso de creación, juntas son capaces de conducir hacia un momento de iluminación. Momento que, además, será único y diferente para cada individuo incluso cuando el punto de partida sea aparentemente el mismo.

Combinar dos ideas es algo que puede hacerse de forma premeditada y consciente, pero la mayoría de los autores coinciden en que resulta mucho más eficaz partir de una unión que sea fruto del azar, capaz de acercar varias ideas o conceptos verdaderamente extraños entre sí, para que ésta tenga la capacidad de sorprender al escritor, quien podrá explorar caminos a partir de ella que no se le habrían ocurrido de otro modo.

Por esa razón, la combinación es también la protagonista de muchas estrategias lúdicas empleadas en la búsqueda de motivos literarios. En algunos casos funciona como medio para una elaboración de la idea posterior, pero en otros es una forma de experimentación que busca crear un efecto de sorpresa en el receptor de la obra, que será quien dote (o no) de sentido al resultado obtenido.

El pedagogo y escritor italiano de literatura infantil Gianni Rodari recoge, en su Gramática de la fantasía, los juegos y actividades de los que se valió a lo largo de su carrera para trabajar en el desarrollo de la creatividad y de la imaginación en sus alumnos, niños de 3 a 5 años. Rodari se dedica fundamentalmente a explorar el proceso mediante el cual las palabras son capaces de sugerir ideas, de actuar como “chispazos” que despierten la imaginación para inventar una historia.

La más conocida de entre sus propuestas es la del binomio fantástico, una combinación fortuita de dos elementos para servir como punto de partida a la generación de una historia.

Nuestro lenguaje, y también nuestra percepción del mundo, están regidos por un conjunto de asociaciones a niveles muy distintos que pueden conducirnos a lugares comunes sin que seamos conscientes de ello, y de los cuales puede llegar a ser difícil distanciarse. Rodari comienza reconstruyendo diferentes procesos mentales de asociaciones libres, tomando las palabras en toda su dimensión fonética, morfológica y semántica. Toma, por ejemplo, la palabra “china” y la pone en contacto con otras que comienzan por ch (como “chepa”, “chocolate”, “chupete”), y después añade aquellas que comienzan con chi (“chino”, “chisme”, “chico”), las que terminan en ina (“mandarina”, “argentina”, “adivina”). Estas asociaciones sencillas realizadas por pura inercia, algunas de las cuales son incluso expresiones conocidas (“china mandarina”), difícilmente suficientes para producir el chispazo.

Veamos otro ejemplo de cómo desarrollar ideas a partir de una palabra suelta: si tomamos la palabra casa, es difícil que podamos construir una historia a partir de ella atendiendo exclusivamente a las características, abstractas o particulares, que tengamos de este concepto. Estamos demasiado familiarizados con él como para que por sí solo pueda inspirar el germen de una idea nueva. Tampoco si agregamos otra palabra que, de algún modo, pertenezca a su campo semántico o a sus atributos o asociaciones comunes, como calle, ventana, o tejado.

Sin embargo, si añadimos un segundo término que no guarda relación con el primero, como voladora, invisible o presumida, nuestra imaginación puede ponerse a trabajar rápidamente a partir de la distancia que hemos generado con respecto a lo que nos resulta conocido, para tratar de encontrar respuestas a las preguntas de qué, dónde, cuándo, cómo, por qué, para qué, etc. Si la Casa tomada de Cortázar hubiese partido de un juego como este, podríamos aventurar, por ejemplo, que habría sido de la mezcla entre los conceptos de casa e invasión.

Para Rodari, por tanto, el proceso creativo sólo puede comenzar cuando se combinan de forma inesperada varios elementos, pues “la palabra aislada actúa sólo cuando encuentra una segunda que la provoca, la obliga a salir de los caminos gastados del hábito, a descubrirse nuevas capacidades de significar”.

Además, los dos términos que componen el binomio deben ser lo suficientemente extraños entre sí de modo que “la imaginación se vea obligada a ponerse en marcha para establecer entre ellas un parentesco, para construir un conjunto fantástico en el que puedan convivir los dos elementos extraños”. De ahí el nombre del binomio fantástico.

Rodari propone que la asociación de palabras se realice con dos personas escogiendo cada una de ellas por separado, o señalando aleatoriamente en un diccionario, con el objeto de evitar las combinaciones fáciles que hemos visto. Si bien es cierto que la mayoría de las veces se sirve de su binomio para generar historias infantiles con argumentos fantásticos, no debemos pensar que se trata de una técnica circunscrita necesariamente al ámbito de la literatura infantil ni de lo fantástico. Las asociaciones pueden permitir desarrollos narrativos “realistas”, o dar lugar a imágenes que se empleen en sentido metafórico. De lo que se trata, en definitiva, es de buscar un método para liberar a las palabras de su significado instrumental, y de las cadenas verbales de las que forman parte cotidianamente. Y eso no es otra cosa que la base de la función poética del lenguaje.

El binomio fantástico, por otro lado, no es el único método de combinación de palabras que propone Rodari, aunque sí el más sencillo y el que sirve para explicar casi todos los demás. Su Gramática está repleta de otros pequeños juegos similares, a menudo tomados de muchos y muy diversos grupos y autores, como el collage, el acróstico, el empleo de prefijos y sufijos para transformar las palabras, las alteraciones de los cuentos populares, etc.

Pero ojo: una vez más insistiré en no exagerar las posibilidades de la estrategia lúdica, de las “reglas”. Todos estos juegos tan solo supusieron para Rodari una forma de generar “materia prima” para la construcción de historias. Jugaba constantemente a improvisar con sus alumnos pequeños relatos a partir de binomios fantásticos, pero lejos de banalizar el complejo proceso de la escritura literaria, reconocía sin tapujos que para ir más allá de la sorpresa del absurdo generado, la narración debía ser trabajada hasta hacer de ella un texto acabado.

María José Barrios | 24 de octubre de 2013

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