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Entre Líneas por María José Barrios

Entre líneas se propone abordar, el 24 de cada mes, las relaciones entre escritura creativa, juego y literatura. La creación literaria como proceso, como campo de experimentación y como disciplina que se mejora con la práctica, igual que el resto de las artes. Con una parte de genio y otra de técnica, que se aprende y que también se transmite. María José Barrios escribe cuentos muy pequeñitos y es profesora de talleres de escritura desde hace años.

Escribir con restricciones

Una de las principales herramientas que se utilizan en los talleres de escritura es el juego, por su capacidad para disparar y conducir el proceso creativo. Escribir a partir de estas restricciones consiste en emplear cualquier estructura formal, técnica, regla, prohibición o condición preexistentes con anterioridad al propio acto de la escritura, cuya aplicación puede ayudar a crear sentido en el texto producido, incluso en aquellos casos en los que el escritor carece de una idea previa para enfrentarse a la página en blanco.

La restricción debe entenderse como una manera de estimular al autor para encontrar vías, ya sean de carácter formal, expresivo o narrativo, que de otro modo no habría visto en la necesidad de explorar. El juego presenta ante nosotros un campo de libertad, de opciones siempre nuevas, dentro de un cauce limitado de posibilidades que nos ayuda a dirigir el proceso creativo hacia problemas concretos que debemos resolver.

¿Cómo se explica la aparente contradicción en el hecho de que restringir el proceso de creación pueda hacerlo, al mismo tiempo, más creativo? ¿Qué lugar ocupa en este proceso la libertad del autor? El término “restricción” despierta recelos cuando se interpreta como limitación de la libertad o creatividad del autor, pero la restricción no es sino un obstáculo o barrera cuyo objeto es conducir a una ruptura, a huir de soluciones que han demostrado ser válidas en muchas ocasiones, y que ya han dejado de ser creativas. Ni nos motivan, ni nos inspiran; no nos apetece volver a trabajar con ellas. Es una cuestión de sentido común: si tenemos que recorrer la distancia entre dos puntos, y nada nos lo impide, elegiremos el camino más corto, la solución más rápida y evidente, que se ha llevado a cabo una y mil veces. No hay ningún incentivo para concebirlo como un problema de índole creativo, ¿para qué? Pero si empezamos a complicar el proceso, a introducir obstáculos y reglas con los que no contábamos, tendremos ante nosotros un desafío: ¿cómo lograr nuestro objetivo ahora que la solución no es tan clara? Esa búsqueda de alternativas a lo ya conocido constituye en sí mismo un proceso creativo que cada uno de nosotros enfrentará de forma diferente. Y esto sirve para colar el gol de la victoria frente a un portero que lo para todo, para ganar una partida de ajedrez, para improvisar una cena con los dos o tres ingredientes que quedaban en la nevera casi vacía… o para escribir un relato.

Pero el proceso de la escritura literaria ha de entenderse en un contexto más amplio, en el que la creatividad es sólo una parte, y en donde la novedad como valor en sí mismo es, cuanto menos, discutible. No voy a entrar a discutir eso ahora, pero sí me interesa profundizar en qué significa exactamente la libertad creadora dentro del proceso de escritura.

Para ello, conviene que nos acerquemos a los que más han teorizado sobre el empleo de la restricción, y especialmente de la restricción lúdica, en el ámbito de la escritura: los miembros del Oulipo (acrónimo del “Ouvroir de littérature potentielle”, que se traduce como “Taller de literatura potencial”).

François Le Lionnais, fundador del grupo, plantea un punto de partida para este debate bastante radical: para él, toda obra literaria surge no tanto de la inspiración individual o del genio de un autor, como de la sujeción de su idea a algún tipo de norma externa. Se trata de un punto de giro a la eterna incertidumbre que rodea al misterio de la creación literaria. La idea inicial, abstracta, se expresa ajustándose a restricciones de vocabulario y de gramática, la tragedia clásica se compone en torno a tres unidades, de acción, de tiempo y de espacio, los poemas se distribuyen según reglas de métrica y rima…

Para Raymond Queneau, la inspiración es un concepto que goza de un valor excesivo, y con respecto al que conviene guardar ciertas reservas porque está sujeta a muchos más condicionantes inconscientes de los que creemos. Según él, cuando la inspiración consiste en una obediencia ciega a cualquiera de nuestros impulsos, puede convertirse en una forma de esclavitud, porque no siempre nos damos cuenta de nuestras propias limitaciones. Así explica el empleo de la restricción Hervé Letellier en una interesantísima entrevista:

Para mí, [la restricción] actúa como una palanca. Me protege de las banalidades que sobrevienen naturalmente en mi mente cuando me pongo escribir. La restricción es ante todo una palanca del lenguaje. Si uno se conforma con utilizar el lenguaje como un mero instrumento —aunque no lo es, el lenguaje es algo mucho más complicado que eso— se termina por pensar que es natural. El lenguaje es todo excepto natural. Está repleto de reflejos inconscientes, de automatismos. Resulta muy difícil emplear un sustantivo sin que lo siga un adjetivo, sugerido por miles de cosas ya oídas. La escritura sin restricción está llena de costumbres y la restricción ayuda a evitarlas.

Esto nos conduce a uno de los principios básicos defendidos por el Oulipo: la idea de exploración frente al inefable concepto de inspiración. Para ellos, la literatura puede ser explorada mediante la aceptación de forma voluntaria y consciente de una serie de restricciones.

Es interesante tener en cuenta que los miembros del Oulipo no entran a defender el valor literario de las obras creadas a partir de sus restricciones. Ni siquiera se consideran a sí mismo un grupo literario, consciente de los recelos que eso puede suscitar. Se limitan a mostrar sus ideas con respecto al proceso de creación, las cuales tienen una finalidad eminentemente práctica.

En el momento en que la inspiración se sustituye por una búsqueda y un proceso de exploración, el escritor ya no depende de ella para crear sus obras. Y eso supone una de las principales fuentes de reserva y desconfianza por parte de aquellos que no ven esta forma de escritura como legítima.

Volviendo a Le Lionnais y a su idea de que la restricción existe y ha existido siempre en la literatura, la propuesta del Oulipo no es sólo servirse de ella en el proceso de creación (aunque lo haga, quizá, de forma especialmente consciente), sino reivindicar su importancia y convertirla en el pilar central de su manifiesto fundacional. Es por ello que adoptan como uno de sus objetivos principales la búsqueda y recuperación de restricciones en el mundo clásico y también la invención de otras nuevas que puedan resultar igual de útiles, y que para ellos son tan legítimas como las otras.

Para el escritor, ¿es igual de rígido someterse a las exigencias del soneto que escribir a partir de un acróstico, o ajustándose a un lipograma? Y para el escritor que empieza: ¿es igual de útil, o de interesante? Si os apetece, hablaremos de ello el mes que viene.

María José Barrios | 24 de junio de 2013

Comentarios

  1. Santiago Viteri Ramirez
    2013-06-24 14:07

    ¡Bienvenida!
    Es un gusto leerte. Te seguiré con atención mientras intento responderme a mi mismo la pregunta, resolver el problema y entender la broma

  2. María José
    2013-06-24 15:32

    Muchas gracias, Santi. Un placer, como siempre, encontrarme contigo en cualquier rincón de la red. :)

  3. Cayetano
    2013-06-24 23:02

    Bien, seguiré con interés esta nueva columna y seguro que algo aprenderé (quiero ser un escritor famoso). Ahora en serio, esto me recuerda a aquel pintor que solo utilizaba dos pigmentos o aquel otro que, siendo diestro, dibujaba con la mano izquierda. Un saludo :)

  4. victor gomez
    2013-06-25 00:05

    Me parece que la restricción en este sentido no es más que un mecanismo para evitar los automatismos o la INCONSCIENCIA que produce siempre resultados predecibles, vulgares. Podría ser similar a la técnica de dibujar invirtiendo el modelo para evitar las deformaciones que nuestro cerebro provoca en las formas conocidas. Las reglas restrictivas desactivan las conexiones automáticas (los clichés) que tenemos grabados de tanto oír y leer (ay, el lenguaje publicitario y sus daños) y nos obligan a elegir CONSCIENTEMENTE, por los mecanismos que nuestra capacidad e inspiración determinen, las palabras concretas que van a plasmar en lenguaje la idea que nos ronda la cabeza. Sea de un modo o de otro, este proceso es básico para la escritura literaria, y es plenamente reconocible en el resultado final.

  5. María José
    2013-07-23 02:41

    Víctor, si volviese a escribir esta columna, copiaría y pegaría tu párrafo, tal cual. :)


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