Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.
Resulta difícil colocarse a propósito en una posición tan molesta y extraña. Pero me parece tanto interesante como necesario examinarlo.
Todo el mundo tiene gustos, preferencias y temas. No sólo cuando al periodista, crítico o reseñista de turno tiene que buscar de qué hablan autores u obras, también en nuestra conversación o a la hora de elegir ya sea el menú o un producto cultural.
No es algo malo, ni mucho menos. Siempre que uno sea capaz de separar su propia subjetividad — La peste del megustimo — y conceder a aquello que no sea de su agrado la calidad que tenga. Es decir, buscar un cierto objetivismo desde el inevitable subjetivismo. Un tema sobre el que podríamos discutir y reflexionar todo el día pero que no es lo que toca hoy.
Lo que toca es hablar del subjetivismo, de parte de él, por lo importante que son esas obras que te apelan directamente, te hacen target, incluso te hacen taget objetivo, que es lo que me ocurre a mi cuando veo Psych. Habla de temas y géneros que me interesan, con un envoltorio detectivesco que me place y un sentido del humor que me agrada. Episodios como los dedicados a Twin peaks, los culebrones sudamericanos o el reciente de edificios encantados bien merecen ese amor que intercambiamos. Cualquier día nos sacan unas fotos robadas en Baqueria.
Pero tampoco es ese el tema hoy. El asunto es que gracias a esos temas y preferencias encuentra mayores afinidades con algunos productos culturales. Da igual que sea la mencionada Psych, Dr. Who, Scooby Doo — seguro que no soy el único que espera con ganas la segunda temporada, el próximo 3 de Mayo— Sí, Ministro, o el Cacaolat. Y entre esas afinidades está para mí Dark shadows.
A continuación se suele esperar una bella historia rememorativa. A mi me sobran así que os lo ahorro. De nada.
He escrito varias veces sobre esta serie. Cuando se creó el foro de televisión de Dreamers allá por 1998 / 1999 —lugar del que quizá debiera escribir algún día— ya hablé de ella. Quedan algunos rastros en internet, por ejemplo cuando tuve que hacer una selección en ADLO! que la ponía como la serie más GENIAL! de todos los tiempos y, más recientemente, hará dos años y pico, en estas mismas columnas, cuando le dediqué una serie a los vampiros como protagonistas televisivos (notablemente fusilada sin enlaces ni respeto por la wikipedia española, sea todo dicho) gracias a la enorme figura que se convirtió en uno de los seres de la noche más exitosos y ayudó a levantar audiencias y pasiones: Barnabas Collins
A estas alturas apuesto que ya sabes de lo que toca hablar hoy. Efectivamente, de Tim Burton y sus películas. — ¿Han notado esta tendencia que tengo a meterme en campos ajenos con mis columnas? Qué útil es la televisión para eso, oigan — Concretamente su particular adaptación de Dark shadows de la que de momento sólo tenemos un trailer.
Sí, lo he puesto en español porque yo soy así, pura maldad. En inglés lo tenéis aquí
Ahora toca analizar esto desde tres puntos de vista.
El primero, como persona con parafilias que ha visto a Burton emprenderla con Irving, Boulle, Dahl, Sondheim y Carroll, lo único que puedo pensar es que temo qué pueda ser lo siguiente. Quizá sea Takamoto. — Estoy visualizando a Johnny Depp de Scooby Doo y Helena Bonham-Carter de Shaggy — Pero lo que me interesa más es… ¿Que necesidad había? Todas ellas son grandes obras, todas tienen un carácter muy marcado, y es lógico que decida acercar su mundo al de las obras que trata de abordar. Lo que no tiene tanto sentido es que decida cambiar lo que le da su singularidad. ¿Para qué necesita el nombre si no va a hacer caso al contenido?
Eso es, realmente, lo que me preocupa.
Pasemos a Alan Moore. Está muy mosqueado porque vayan a hacer una precuela de su Watchmen. También es el autor de obras como Lost girls o The league of extraodinary gentlemen que toma a diversos personajes clásicos, fundamentalmente de la literatura: antes, durante y después de sus apariciones en esas obras. ¿Cómo conjuga eso? Pues asegurando que el problema no es tanto que se haga —al fin y al cabo la intención original era hacerlo con los personajes clásicos de la Charlton — como la forma de manejarlo como propiedades empresariales. Cosas del barbas.
Por mi parte suelo encarar estas versiones como una admisión de falta de ideas por parte de los autores. Claro que también podríamos creer que tratan de ofrecer un punto de vista distinto, eso es de lo que llevan tratando de convencernos casi un año con los cuentos clásicos adaptados.
Como decía antes, en realidad el original está ahí para el que quiera volver a él. No hay que preocuparse por eso. Pero sigue sin tener mucho sentido que decida que una soap opera de ambientación gótica mutada en un loco culebrón lleno de apariciones paranormales con vampiro como protagonista deba mutar en… ¿una versión humorística de la misma? ¿Una simplificación tirando a bobalicona que coloca en el año de la serie desde el interno? O si lo preferís… ¿Otra?
Dejemos de lado la película de La familia Adams, que gran parte del humor se encontraba ya en las ilustraciones y las series, y vayamos a algunos otros ejemplos. De menos a más:
Creo que la falta de originalidad queda clara. ¿Vamos más allá? Bien, el primer exito del año —un decir, en realidad es Lorax pero finjamos todos ser webs especializadas y revistas del ramo— es está versión de 21 Jump Street
Volvamos entonces a la versión desprejuiciada e irónica que Tim Burton parece haber hecho. Y lo sé, no es buena idea aceptar estos prejuicios. Al fin y al cabo la definición de prejuicio del Webster es What’chu talkin’ ‘bout, Willis?
Pero regresemos al tema, ¿qué podría aportar a la original? ¿Qué busca? Porque no parece que haya una idea meta sólo porque lo actualice, para eso ya teníamos la película de Nancy Drew o incluso una adaptación de una conocida serie…
Así que lleguemos al final de la columna regresando a esa idea del espejismo de objetividad por encima de la subjetividad propia. La subjetividad dice ¿qué necesidad hay de este remake? ¿de esta orientación¿ y es la objetividad la que provee los ejemplos de que estamos ante algo poco original, sin ningún punto de vista nuevo que permita una relectura de la serie. Simplemente la usa como un muñeco para reírse de ella. No es que me preocupe, claro, en cualquier momento Michael Bay remakeará Eduardo Manostijera o Judd Apatow decidirá mostrarnos una lección con un nuevo Beetlejuice.
En realidad me preocupa más qué será lo próximo con lo que la emprenda, quizá le toque a Saki, a Bierce o a…
Dime, Tim Burton… ¿Por qué no adaptas esta otra excelente pieza televisiva?
2012-03-28 10:18
Con ese broche de oro no entiendo cómo no se te llena esto de commentarios…