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Ciencias y letras por Salvador Ruíz Fargueta

Ciencias y letras, trata de acercar las dos culturas , favorecer su mestizaje. En realidad, sólo es una cultura que nos puede acercar más a nosotros mismos, a las complejas relaciones humanas, al mundo y a sus interrogantes. El autor, ingeniero y físico, es editor de La bella teoría. Publica los días 1 de cada mes.

Descubriendo a Eva en las mitocondrias celulares

Las mitocondrias son orgánulos celulares, de estructura muy plástica y deformable, que están encargados de suministrar la mayor parte de la energía necesaria para la actividad celular. Actúan, por lo tanto, como centrales energéticas de la célula (Wikipedia). Las primeras observaciones de esta especie de gránulos se realizaron al final del siglo XIX, y fue el microbiólogo alemán Carl Benda el que les puso el nombre por el que las conocemos, aunque no fue hasta mucho después, en 1963, cuando se descubrió que estaban dotadas de ADN.

Este ADN ha tenido un papel esencial en el rastreo de la madre primigenia de la que descendemos o Eva mitocondrial. Eso es así, porque en el momento de la fecundación, el óvulo sólo permite que entre en su interior el núcleo del espermatozoide, que lleva la información, de esa forma se mantiene intacto como célula. En el nuevo ser intervienen los núcleos de ambos padres, pero sólo las mitocondrias de la madre. Mientras que el ADN del núcleo se ha mezclado infinidad de veces, el ADN mitocondrial se va trasmitiendo de madres a hijas sin ningún cambio durante cientos de años. En base a esta estabilidad, científicos de la Universidad de Berkeley (California), tras comparar el ADN mitocondrial de 147 personas de diferentes razas, publicaron en 1987 que todas tenían el mismo ancestro femenino, una mujer africana a la que se llamó Eva mitocondrial.

Estudios posteriores han intentado datar la época en que pudo vivir este primer ancestro común y la sitúan hace unos 170.000 años. Se supone que sus descendientes se extendieron por todo el planeta desde hace unos ciento cincuenta mil años.

Las variaciones en las bases de este ADN se producen, aproximadamente, cada 10.000 años lo que nos da un instrumento valiosísimo para sondear nuestros orígenes: Si tomamos el ADN mitocondrial de una persona y presenta una sola variación en cualquiera de sus bases, procede de una antepasada de hace 10.000 años, que fue cuando se produjo la variación. Si hay tres variaciones, la madre de su clan vivió hace 30.000 años. Cuantas más diferencias existan entre el ADN de dos individuos, más lejos se encontrará su antepasado común. De este modo, analizando el ADN mitocondrial de los actuales habitantes del planeta se puede establecer un árbol femenino de relaciones genéticas.

En el mundo existen alrededor de 36 clanes femeninos. En el caso europeo hay siete clanes femeninos principales, correspondientes a Las siete hijas de Eva , tal como las llamó el genetista inglés Bryan Sykes, en su libro del mismo título de 2001. Sus fundadoras vivieron desde hace unos 45.000 años (llamada Úrsula por Sykes) hasta hace unos 8.500 años (Jasmine). Este último clan es el único que surgió fuera de Europa, más concretamente en Oriente Medio. El clan más exitoso y más extensamente difundido es el clan de Helena, el 41% de la población nativa europea (Wikipedia).

La realidad genética nos dice que podemos encontrar un mismo tipo de ADN repartido por todo el planeta y en todas las razas. Nos podemos dividir por madres , pero no por razas. Para Sykes el descubrimiento ha sido revelador hasta tal punto que ha cambiado su manera de ver la ciencia. Cuando siempre había estado a favor de patentar los genes, tras este trabajo confesó en el programa Redes a Eduard Punset que “tras comenzar este trabajo me di cuenta de que es muy profundo, que eres portador de ADN en tus células, el cual proviene de esa inmensa sucesión de ancestros. Ha cambiado hasta mi punto de vista sobre la comercialización del genoma: la posesión de genes por empresas farmacéuticas es como vender a tus ancestros. Es como si fuera una traición… Me preocupa y creo que no está bien, que es equivocado”.

Me imagino a esta Eva, en África, hace casi 200.000 años, y no puedo pensar en qué tipo de pecado original pudo cometer junto con su Adán, para que ningún dios los echara de su paraíso. Aunque su pecado, posiblemente, fue poder pensar, lo que tal vez los asemejó a Dios y los alejó de la dulce ignorancia del resto de los animales. Quizás, en ese momento perdimos la inocencia y el Paraíso.

Salvador Ruiz Fargueta | 01 de febrero de 2013

Comentarios

  1. Paco
    2013-02-01 09:47

    Interesante tema. Me ha recordado que Greg Egan tiene un relato sobre el asunto. Se llama precisamente “Eva mitocondrial”.

  2. Salvador
    2013-02-01 10:52

    Hola Paco, sin duda el relato está basado en los estudios a los que me refiero en la columna. Saludos.


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