Cartas desde… es un intento por recuperar el espíritu de las corresponsalías epistolares de la prensa decimonónica, más subjetiva, más literaria, y que muestre una visión distinta y alternativa a la oficial de Agencias.
Alfredo Herrera Patiño
Cuando hemos de explicar cierta ironía, sabemos que falló de mala manera. Así en mi carta anterior. Trataba de ironizar sobre el recurso de utilizar a los indecisos para explicar casi cualquier tesis sobre la próxima elección presidencia del 2 de julio.
Sé bien que voy a ir a votar, pues me parece una de las elecciones más importantes desde hace muchos años. Sé bien por quien no voy a votar y debo elegir, casi lo hago, por quien sí lo haré. Pero no debemos perder de vista que quizá la mitad de los electores registrado no vayan a votar, pese a la importancia de hacerlo. Tampoco debemos olvidar que, en sentido estricto, la elección no está decidida y será una de las más competidas de la historia de México. Ironizaba sobre ciertas costumbres que explican todo, los lugares comunes de que todo lo dejamos para el último momento y de que mentimos en las encuestas. Por ello hablaba del caso mental mexicano. María de las Heras lo dice claramente, mienten los indiferentes, quienes no piensan votar y prefieren no decirlo y se unen a la moda general.
México está dividido y polarizado. La época del partido único terminó en el 2000. También su control electoral. Nació, entonces, la época de los tres partidos, dos, primos hermanos, como han dicho algunos miembros de ambos partidos, el PRI y el PRD, y el otro, aliado muchas veces del primero, el PAN. Llamar al PRD de izquierda, al PRI de centro y al PAN de derecha es una simplificación, quizá un error. Alguien, refiriéndose al problema migratorio mexicano, pues cerca de 12 millones de mexicanos viven y trabajan en Estados Unidos y, lo más importante, envían dinero fresco a México desde allá, intentaba explicar el sistema político mexicano llamándolo cleptocracia, el gobierno de los ladrones.
Según los más cínicos, debemos elegir el tipo de cleptocracia que deseamos. El tradicional, donde los gobernantes invierten para resolver problemas generales a cambio de hacer negocios por medio de empresas propias [PRI]. El gerencial [PAN], donde se da tráfico de influencia sistemático y aprovechamiento directo de recursos para beneficio de empresas amigas y el populista [PRD] donde a cambio de administrar redes informales, vendedores ambulantes, taxis irregulares, entre otros, que generan un ingreso directo fuera del control burocrático, se resuelven los problemas de los más pobres: vivienda, pensión directa para ancianos y madres solteras, salud gratuita a todos, por medio de una presión al gasto público. Un ejemplo simple, el instituto de vivienda federal. Con el sistema tradicional, se licitaba la construcción de vivienda a cambio de ciertos porcentajes y había un control mafioso en la asignación de créditos a los trabajadores. Ahora, con el sistema gerencial, se eliminó la mafia en la asignación y se han dado la mayor cantidad de créditos en la historia. Pende, desde luego, la sospecha de tráfico de influencias sobre los hijos de la esposa del presidente. En el populista, a cambio de apoyo en mítines y votos, se otorgan créditos para quienes tienen asociaciones de trabajadores informales puedan darle casa a sus agremiados.
No está en juego el futuro del país, está en juego el rumbo por tomar. Digamos, hemos de elegir entre una gran reforma estructural, quizá una nueva constitución, o perpetuar los mecanismos de gestión y control de los problemas sociales. La elección, como ciudadano, no es clara, pues no son del todo claros los compromisos de cada modelo de gobernar.
Al final, imagino, pesará mucho más por quien no queremos votar. Dicho sin ironía alguna.
2006-04-16 05:05
Soy mexicana y me resulta interesante tu reflexión. Quiero sólo puntualizar que me pronuncio más a favor de realizar un nuevo pacto social, traducido en una nueva constitución y también dejar claro que particularmente, creo que mi deber es compartir mi convicción que la democracia mexicana necesita de ejercicio diario, “praxis” se decía antes y que no sólo se ejerza en las urnas; cuando esto sucede puede explicarse muicho del abstencionismo imperante y de la falta de organización social y cultura política que priva en el país.