Alfredo Herrera Patiño
Editor de Erratas Eminentes

Fernando Pessoa se quejaba ante la falta de originalidad de los artistas portugueses y lo estudiaba en El caso mental portugués. No quiero hacer parangones entre faltas de originalidad, todo lo contrario, quiero reparar en el asunto, harto curioso, del caso mental mexicano respecto de las encuestas, donde la originalidad nacional parece tema digno de estudio. Se sienten aires electorales y, junto con ellos, llegan los vientos encuestadores, preguntones, sobre lo que uno hará o no el día señalado para la elección.

Sorprende, antes que nada, la falta de cambio metodológico entre quienes analizan los resultados. Curioso, pero si nos atenemos a los resultados simples, en las últimos años casi el 70% de los preguntados respondían afirmativamente a la pregunta, dubitativa clásica, de: ¿votará en las próximas elecciones? Y, ante el asombro de algunos, cuando después de la votación en realidad se constataba que cuando más el 50% de los electores habían ido a votar, nadie parecía reparar mientes en el asunto. El registro nacional de electores tiene en su haber cerca de 80 millones de personas. Y según los datos más confiables, votarán entre el 45 y el 55 por ciento de esas personas. ¿Mentimos los mexicanos? Los encuestólogos de formación clásica, es decir, anglosajona, dirán que no, por ejemplo, Consulta Mitofsky, los de formación clásica, pero con cambios para la mentalidad nacional, dirán que sí, y mucho, digamos Demotecnia. Y salta entonces un hecho por demás importante, quien ha logrado los mejores pronósticos en los últimos siete años es Demotecnia, tanto en el número real de votantes, como en el número de votos que cada candidato obtiene. Parte importante, también, de nuestro caso mental, es el olvido. Ninguna de las empresas de estudios de opinión en México, a excepción de María de las Heras de Demotecnia, pronosticó el triunfo de Vicente Fox a la presidencia de la república hace seis años. Y se nos sigue olvidando. Cada quincena aparece información demasiado distinta sobre las preferencias de los electores. Y María de las Heras insiste, creo que con razón, en las fallas metodológicas. Por cuya existencia explica la gran diversidad de resultados. Imaginemos, entonces, que quisieran los encuestólogos medir nuestro índice de mentira ante las encuestas. Unos, harán preguntas del tipo: ¿miente usted en las encuestas? Y aplicarán sus lupas demográficas. Otros, utilizarán métodos indirectos y verán, como han visto, que quienes mienten apuestan por el ganador, responden como creen que responderían la mayoría de los entrevistados.
Además de que, bien visto, más leña a nuestro caso mental, los últimos días para hacer algo son los mejores días para hacerlo, y olvidamos que, de cierto, muchos gozamos de la incertidumbre de no saber por quién votar hasta tener frente nuestro la boleta y estar prestos a estampar el voto, para lo cual falta un poco menos de 100 días, muchos, muchísimos días, para adelantar vísperas.

¿Por quién voy a votar? Todavía no lo sé, pero de cierto, lo sabré el dos de julio, día propicio para tomar decisiones importantes…