Cartas desde… es un intento por recuperar el espíritu de las corresponsalías epistolares de la prensa decimonónica, más subjetiva, más literaria, y que muestre una visión distinta y alternativa a la oficial de Agencias.
por Juli Highfill
No hay nada que un norteamericano blanco tema más que aun negro amotinado; y la semana pasada ese blanco tuvo que enfrentarse a las imágenes del motín: miles de afroamericanos iracundos, sedientos, hambrientos, viviendo en la peor suciedad, llenaban las pantallas de televisión. Normalmente, la multitud de los pobres permanece invisible: ojos que no ven, corazón que no siente. En la brillante superficie de la vida norteamericana, todo el mundo (a excepción de los inmigrantes, claro) lleva una cómoda vida de clase media, tiene una casa bonita y conduce un todoterreno. Pero ahora que vemos a todos esos ciudadanos sin hogar, nos acordamos de los aspectos vergonzantes y sumergidos de nuestra historia: la esclavitud, la segregación, los linchamientos y todas las injusticias e inigualdades que siguen existiendo. El Reverendo Jackson ha sido el único capaz de decirlo en voz alta: “Hoy he visto a 5.000 afroamericanos en la autopista, desesperados, agonizantes, deshidratados, los bebes que morían. Parecían africanos en la bodega de un buque cargado de esclavos.”
No resulta sorprendente, entonces, que en los primeros días tras el huracán, mientras decenas de miles de damnificados esperaban y esperaban y esperaban a que les trajesen agua, comida y ayuda, los medios de comunicación se concentraran de manera incesante en la violencia —el pillaje, los disparos, las violaciones— aunque fueran pocos los casos que llegaron a comprobarse. Tales noticias sirvieron para alimentar los temores de la población blanca: “¡Imagínate! ¡20.000 drogadictos con síndrome de abstinencia han salido de los sótanos y recorren enloquecidos la ciudad entera!” —dijo un de los instructores de mi gimnasio. Pero llegó el momento en que las imágenes de televisión empezaron a demostrar que la mayoría de los ladrones allanaban las tiendas en busca de agua, comida, ropa limpia y zapatos. Con las casas inundadas, ¿dónde iban a meter los televisores de plasma?
Luego aparecieron los políticos para culpar a las víctimas por no haber evacuado la ciudad a tiempo. “Les pedimos que se fueran. ¡Se lo rogamos!” —dijo el gobernador de Mississipi. Pero entonces las televisiones volvieron a mostrar la verdad más evidente— la gente pobre a menudo no tiene coche, ni tarjetas de crédito (necesarias para poder ir a un hotel), no tienen a donde ir. El 35% de la población de Nueva Orleans no tiene coche, y nadie fue capaz de poner los autobuses o trenes que hicieran falta para evacuar a esa gente. Vimos por la tele a miles de personas ancianas, enfermas, en silla de ruedas, o incapaces de abandonar la cama. ¿Cómo coño liban a salir de ahí por su propio pie?
Tras la avalancha de imágenes de desesperación humana, las grandes mentiras que los norteamericanos nos contamos —acerca de los pobres que se merecen la pobreza, de la barbarie de los negros de clase baja, de las virtudes de un gobierno con cada vez menos competencias— todo eso empezó a venirse abajo. Los corresponsales, incluso los de la ultraconservadora Fox News, empezaron a sentirse identificados con las víctimas y a culpar al gobierno por su falta de previsión y su más que evidente ineptitud. Geraldo Rivera, uno de los periodistas más sensacionalistas de la Fox, le dijo a una madre, “¡Dame ese bebe!,” y con el bebé aterrorizado en sus brazos, se puso a gritar, “¡Miren a todos estos bebés! ¡Nadie viene a salvarlos!” Otros periodistas criticaron al director de la FEMA (la Agencia Federal de Gestión de Emergencias), cuando dijo que “acababa de saber” que había miles de personas sin comida, agua e instalaciones sanitarias en el centro de convenciones. “¿Qué quiere decir que acaba de enterarse? ¡Hace dos días que lo venimos mostrando por la televisión!”
Para el resto del mundo, donde prevalece un cierto anti-americanismo, ha de ser difícil de imaginar el choque que produce este tipo de cobertura, sin filtros ni censura, en los Estados Unidos. Aquí, la derecha ha manipulado e intimidado de manera tan efectiva a los medios de comunicación que durante mucho tiempo las críticas al gobierno de Bush han sido escasas y se han dado como en sordina. Ahora se habla mucho de la vergüenza de todo esto, de cómo estas muestras de desesperación tercermundista y tal ineptitud gubernamental pudieron llegarse a producir en los EEUU. Se habla mucho de un punto de inflexión en la política norteamericana —de que por fin un gran número de los que votaron por Bush verán las consecuencias desastrosas de su política. Yo no lo veo. Los dos partidos políticos están absolutamente consolidados. Sí, mucha gente está horrorizada y escandalizada por la desastrosa respuesta del gobierno a la crisis, pero la mayoría ya estaban en contra de Bush. Para aquellas personas que lo votaron, puede que resulte demasiado difícil, demasiado duro, admitir que se equivocaron.
Ahora, Nueva Orleans ha sido evacuada casi por completo, empiezan a llegar las provisiones a los albergues, existen depósitos temporales preparados para recibir miles de cadáveres, millones de norteamericanos han hecho donaciones de dinero, miles se han presentado voluntarios, todos los famosos están dando conciertos para recaudar ayuda. El gobierno empieza a no dejar entrar a los periodistas en las zonas afectadas. Ahora, los telediarios ofrecen innumerables reportajes de rescates, supervivencia y generosidad. Dada la efectividad de la producción masiva de emociones, puede que resulte fácil olvidar esos primeros días de sufrimiento y de enorme ineptitud. Como dice mi amigo, David Caron, “Ya no existe la memoria popular, sólo queda la amnesia popular.” Espero que se equivoque.
Traducción de Roger Colom
2005-09-09 11:25 Estremecedora crónica.
Me dice un neoyorkino que, aunque hay de todo (me refiero a racismo, clasismo…), básicamente la diferencia de actuación entre New Orleans y New York en el 11s es que entonces había un líder (el alcalde de NY) y ahora no, pues ni entre las autoridades locales ni en Bush podía encontrarse esa personalidad que asumiese el mando con firmeza y efectividad.
Saludos.
2005-09-09 18:51 ... algún dato más, sobre el antes del desastre:
-un informe del Congreso identificó Nueva Orleans como zona potencialmente catastrófica y recomendó una modernización del sistema de diques. El proyecto fue rechazado porque costaba 14.000 millones de dólares (es el gasto de un mes en Irak).
-Las autoridades dieron la orden de evacuar sin ningún plan, sin proveer transporte, sin asegurar refugio. Lo único que hicieron fue abrir el estadio de fútbol y allí fue la gente desesperada. Pero nadie había previsto retretes, duchas, comida, agua, nada.
Etc. En Manuel Castells: Anatomía de un desastre
Más: Jordan Flaherty: Acabo de salir de Nueva Orleans hace un par de horas.