Cartas desde… es un intento por recuperar el espíritu de las corresponsalías epistolares de la prensa decimonónica, más subjetiva, más literaria, y que muestre una visión distinta y alternativa a la oficial de Agencias.
por Juli Highfill
(Postdata post-electoral nº 2)
Durante las semanas anteriores a las elecciones, la división entre rojos y azules, derecha e izquierda, se estableció en términos de fe y hechos. Tanto columnistas como políticos empezaron a decir que las políticas de la Administración Bush se basaban en la “fe” y que las de la izquierda liberal se basaban en la “realidad”. Con esta nueva retórica, “basado en la fe” incluye políticas fundadas no sólo en los dogmas de la derecha religiosa, sino también en el credo neo-liberal y el derecho divino a las guerras imperialistas.
Antes de las elecciones, Kerry intentó demostrar con algunas verdades la ignorancia y la arrogancia de la “versión fantástica” que Bush daba de la guerra de Iraq. En los debates presidenciales avisó a Bush de que “se puede tener la certeza de algo y estar equivocado.” Después de las elecciones, una oposición desalentada continúa luchando con hechos contra la fe, enumerando las “realidades” de Iraq—la ausencia de armas de destrucción masiva, el número insuficiente de tropas, el aumento de la insurgencia, la falta de blindaje de los vehículos, el incremento en el número de muertos, la imposibilidad de unas elecciones libres…. Pero nada parece aminorar la fe de la Administración Bush y sus seguidores. Las evidencias y estadísticas a las que aluden los Demócratas ni siquiera sirven para desenmascarar los cálculos mentirosos y las falsas promesas que sirven para respaldar el plan de Bush para privatizar las pensiones. Como quedó demostrado en el discurso inaugural, con sus cuarenta y tantas repeticiones de la palabra “libertad”, Bush sigue creyendo, igual que el genio de la botella, que basta con decir “Así sea”. Basta con decir que EEUU está propagando la libertad en todo el mundo, y al hacerlo, se burla de cualquier demostración de lo contrario.
Hace unos meses, el periodista Ron Suskind entrevistó a un alto funcionario de la Administración Bush que lo acusó de pertenecer a la “comunidad que se basa en la realidad”, por lo que se refería a todos aquellos que “creen que las soluciones surgen de un estudio juicioso de la realidad apreciable.” Cuando Suskind asintió y murmuró algo sobre los principios de la Ilustración, el funcionario lo hizo callar. “El mundo ya no funciona así,” le dijo. “Ahora somos un imperio, y cuando actuamos, creamos nuestra propia realidad. Y mientras vosotros estudiáis la realidad—tan juiciosamente como queráis—nosotros volvemos a actuar, creando nuevas realidades, que podéis seguir estudiando, y es así como saldrán las cosas. Somos los actores de la historia… y todos vosotros sólo servís para estudiar lo que nosotros hacemos.”
Tan abierto desdén por el empirismo llevó a otro periodista, Gary Wills, a titular su columna del día después de las elecciones, “El día del fin de la Ilustración.” Wills también se refirió a la ironía de que en EEUU, el primer país fundado en los “valores de la Ilustración—la inteligencia crítica, la tolerancia, el respeto hacia las pruebas, la consideración de las ciencia seculares”—ahora rechaza esos principios. Y en efecto, las ironías históricas están por todas partes:
En otra época era la izquierda la que creía en una tierra prometida socialista— “de cada uno según sus habilidades; a cada uno según sus necesidades”—mientras que la derecha insistía en que esas ideas eran inviables y utópicas, incompatibles con la naturaleza humana. Ahora es la derecha la que cree en el paraíso neoliberal (la sociedad de la propiedad, como la llama Bush) del capitalismo salvaje donde todo el mundo prospera o recibe lo que merece. Es la izquierda la que insiste que ese esquema es inviable e ingenuo, y que la historia ya ha demostrado que es una distopía.
En otra época, la derecha, liderada por los magnates de la gran industria, defendía los valores de la Ilustración y el capitalismo salvaje. De hecho, ellos fueron los primeros beneficiarios de una revolución industrial que fue posible gracias al pensamiento racional, empírico, científico. Así, aunque a regañadientes, aceptaron los programas pragmáticos y social-demócratas de Franklin Roosevelt que salvaron al capitalismo para los capitalistas. Ahora, los magnates de la post-industria se agarran a una fe irracional en la racionalidad pura del capitalismo sin controles, olvidándose convenientemente de que esas economías se prestan a irrupciones periódicas de irracionalidad, ya sea a través de burbujas especulativas o de crisis económicas en toda regla. Ahora es la izquierda la que defiende los valores de la Ilustración, el racionalismo y el empirismo contra la fantasía de la derecha, cuando, para muchos intelectuales de izquierda, esos principios han sido negados por filósofos y físicos—comenzando por Nietzsche en los días triunfales del capitalismo, y seguidos por Bergson, James, Dewey, Heisenberg, Foucault, Derrida, Deleuze y Guattari, Rorty y otros.
En los años 80 y 90, con una izquierda académica fascinada por el pensamiento postmoderno, la derecha acusaba a la izquierda de ser relativista. Ahora es el mundo al revés, y la izquierda acusa a la derecha de relativismo, de un nuevo “constructivismo social.” Aunque si se les presiona, la derecha puede defenderse de tal acusación alegando que “No, no creamos la realidad según lo que nos apetezca, sino de acuerdo con ideales previos”—ideales que, para la izquierda, son sólo expresiones de una codicia vestida de domingo.
Admito que tales ironías se basan en la pura simplificación, en la separación del complejo proceso histórico de las herencias ideológicas y las alianzas políticas. Sin embargo, juntas demuestran que los grandes discursos que han iluminado y guiado a la Edad Moderna o han cambiado de bando o se están desintegrando. Ahora parece que vale todo. La capacidad de un pensamiento humano colectivo para aprehender (y a veces prever) el momento histórico parece habernos fallado.
Como muchos en la izquierda, me doy cuenta de que espero que la realidad pura y dura se crezca (a pesar del sufrimiento que esto provocaría) y destruya el mundo fantástico de Bush—que su aventura en Irak se convierta en un enorme y rotundo fracaso, que sus planes de privatización se vengan abajo, que la economía se estrelle, que abandone la presidencia humillado y derrotado. Pero quizá sea una tontería esto de esperar que la realidad propine a Bush un par de hostias. Quizá este retorno de la izquierda al empirismo ilustrado del dieciocho, con la esperanza de montar una resistencia efectiva contra la ideología de la fe, no sea más que un diálogo de besugos. Por extremo que parezca, tal vez se posible encontrar una lección útil para nosotros en la extraña síntesis de fe y realidad, de esencialismo y relativismo, de “derecho divino” y soberanía popular, tan típicas de Bush. Los mundos natural, artificial e ideológico se entrelazan de una manera mucho más compleja de lo que pudieron imaginar los filósofos ilustrados. Sí, la realidad pura y dura puede zarandearnos a su gusto, pero el pensamiento humano, convertido en acción, sirve a su vez para evitarlo, para cambiar esa realidad. Como aclara el filósofo pragmático Richard Rorty (y como ha demostrado siempre la historia humana), podemos dominar esas fuerzas causales puras y duras y darles una forma nueva que se adapte mejor a nuestras aspiraciones. Para Rorty, que es un anti-empirista, la realidad no contiene verdades absolutas. Lo que cuenta, muy al contrario, es la utilidad y la viabilidad de las maneras en que decidimos habitar esa realidad, cómo la describimos, explicamos, predecimos y modificamos. Todos nuestro instrumentos intelectuales—nuestros conceptos, creencias y teorías—“son formas de poner las fuerzas causales del universo a nuestro servicio.” Como dijo ese funcionario de la Casa Blanca, Bush está creando su propia realidad, mientras que el resto nos dedicamos a estudiarla. Sí, la realidad artificial de Bush es obscena, y espero que se autodestruya. Pero los que estamos en la izquierda tenemos que aprovechar todos nuestros recursos, toda nuestra capacidad intelectual, para proponer una realidad nueva y más potente—y una nueva concepción de la vida, más justa, en este mundo interconectado y desconcertante.
Traducción de Roger Colom
2005-02-15 12:25 Magnífico artículo. Un buen punto de partida para repensar la izquierda.
2005-02-16 15:36 Ahora entiendo por qué perdió Kerry. No creo que Bush sea una eminencia pero desde luego tampoco es el zoquete que a Highfill le gustaría que fuera. Mucho floreo retórico pero ni una idea aprovechable con la que enfrentarse a Bush.
2005-02-16 16:44 Es un texto realmente bueno y, como otros de Juli Highfill (por ejemplo, aquel sobre Kansas), da un montón de claves para repensar las victorias repetidas de Bush en EEUU (increíbles para la izquierda ilustrada y progresista europea) y las vías posibles para reinventar una izquierda que lo sea de verdad. Encuentro otros análisis políticamente incorrectos pero muy potentes en Christopher Lasch (“la rebelión de las élites”), T. Frank (http://www.espaimarx.org/aa101104_2.htm) o Slavoj Zizek (“Over the rainbow”, El Viejo Topo número 200). LLevo la revista Archipiélago (www.archipielago-ed.com) y me gustaría publicar este texto en su sección (de relativa actualidad) “minima moralia”: Archipiélago tiene intención comercial (venderse), no sé si incumple la licencia creative commons. ¿Alguien podría informarme? Dejo el correo, gracias.
2005-02-18 15:01 Es tedioso ver tantos análisis atinados (los hay a cientos) sobre por qué no se ha ganado a Bush sin ni siquiera una propuesta concreta a no ser el típico “proponer una realidad nueva y más potente—y una nueva concepción de la vida”. Sí, hombre, sí, ¿pero cuál?
Highfill es hábil con las palabras pero huera. Lo bueno es que hasta lo reconoce: “Admito que tales ironías se basan en la pura simplificación”. Amador, te equivocas si la publicas. Archipiélago merece algo mejor. Aunque no os iría mal porque sois demasiado afrancesados. Aunque os seguiré comprando, que sois lo único decente que hay por ahí.
2005-02-21 02:28 Buenas,
en concreto, varios aciertos de Highfill:
1) me parece importante subrayar la potencia simbólica del mensaje fundamentalista que lanzan Bush y los “neocons”. Revienta el presupuesto ilustrado de la izquierda europea, que creía que la “contrainformación”, las verdades de Michael Moore, etc. podrían batir sin despeinarse a la “comunidad de los que se basan en la fe” (un poco como pasó aquí el 14-M). Obliga a repensar la acción política, las insuficiencias de una crítica meramente ideológica de la religión y la importancia de producir otros relatos que estructuren las expectativas más profundas del ser humano en un sentido emancipador.
2) La sola cita del “neocon” que responde a R. Suskind es más reveladora de la mentalidad bushista que cientos de páginas que he leído sobre el particular. Entre los rasgos más importantes de la “subjetividad totalitaria” que describe Hannah Arendt está la fe inquebrantable en una ficción ideológica absoluta (que llevaba a los niños de las juventudes hitlerianas a dejarse pulverizar ante los tanques soviéticos ya en el mismo Berlín). El parentesco está por pensar. Y también la razón que lleva a centenares de miles de personas a aferrarse a una ficción tal y a encajarse como sea en un movimiento destructor: Arendt habla de la producción masiva de aislamiento, desarraigo y soledad. Ejem…
3) La inversión entre derecha e izquierda (unos antes utópicos y ahora realistas, los otros antes conformistas y hoy auténticos revolucionarios) desmiente el carácter “conservador” de Bush y los suyos: por algo Wolfowitz, Kristoll, etc. fueron trotskistas en su juventud (y lo siguen siendo de algún modo: todavía creen en la revolución permanente, imposible “en un solo país”). Esto es importantísimo para saber a qué nos enfrentamos.
4) Ridículo absoluto del radicalismo académico posmoderno y sus “distintas “muertes” (del sujeto, la historia, la realidad). ¿Con qué armas pretenden ahora combatir a Bush, que niega (en los mismos hechos) la historia, el sujeto y la realidad, en favor de la arbitrariedad, la maleabilidad de lo real y la tábula rasa?
Por supuesto, en un artículo de dos folios Highfill simplifica, pero subraya tendencias importantes (como las caricaturas exageran rasgos relevantes). Si además supiera ya qué realidad y concepción nueva de la vida hay que proponer e imaginar sería increíble. Pero eso no le corresponde a ella pensarlo ni imaginarlo, sino a la creatividad instituyente de los sujetos políticos.
2005-02-21 03:50 Que ingenuos son stedes si creen que este articulo tiene ideas geniales, lo que hace esta señora es leerse los periodicos y revistas de USA y poner juntas las ideas que a ella mejor les interesa. Porque ideas suyas no tiene ninguna. Que facil es impresionarles a la mayoria de ustedes, sobre todo si son de izquierdas.
Por cierto va el Mr. Bush a saludar en su viaje a Europe al Sr. Rodriguez Zapatero?