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[s] u r [g] e n t e por Germán Machado

Germán Machado es poeta y promotor cultural. Se desempeña como investigador y coordinador de programas en el Centro Cultural Dodecá. [s] u r [g] e n t e es una aproximación sesgada a la poesía que emerge, surge y urge en el sur de América, desde la Patagonia hasta Tijuana.

Rioplatense hasta la muerte

La lectura reciente de un par de antologías y la rememoración de algunas anécdotas personales me alentaron a escribir esta nota, que no es más que una aproximación a la poesía argentina contemporánea y una suerte de retorno a uno a de sus cultores.

Leyendo antologías

Por un lado, estuve leyendo la Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea: 1914-1987, realizada por José Olivio Jiménez en 1971 (revisada en 1977 y ampliada en 1988). Por otro, la reciente antología Puentes/Pontes. Poesía argentina y brasileña contemporánea. Antología bilingüe, compilada por Jorge Monteleone y Heloisa Buarque de Hollanda en el año 2003.

En el primero de estos libros, que abarca la poesía de todo el continente de América Latina, se incluyen seis poetas argentinos nacidos entre 1874 y 1900. Son: Macedonio Fernández (1874 – 1952), Oliverio Girondo (1891 – 1967), Ricardo E. Molinari (1898 – 1996), Jorge Luis Borges (1899 – 1986), Francisco Luis Bernárdez (1900 – 1978) y Leopoldo Marechal (1900 – 1970). Esta antología sólo considera a autores latinoamericanos posteriores al Modernismo que, de algún modo, permanecieron vigentes luego del repliegue del vanguardismo, repliegue procesado en los años ‘30. Para la inclusión en la antología, el compilador se impuso como criterio que los poetas seleccionadas hubieran nacido antes de 1914, fecha límite que le permitió incluir a Nicanor Parra (Chile, 1914) y Octavio Paz (México, 1914 – 1998).

La antología de Jiménez está presentada cuidadosamente. No obstante, para no perder esa mala costumbre de reprocharle ausencias a este tipo de iniciativas compiladoras, me permito, humilde y arbitrariamente, señalar la exclusión de un argentino notable: Raúl González Tuñón (Buenos Aires, 1905 – 1974). Hoy día, es indiscutible la influencia que las obras de Tuñón tuvieron en la poesía argentina que se elaboró entre 1940 y 1970. Influye de manera notoria en poetas de la talla de Juan Gelman y Paco Urondo, entre otros. Y es una muestra de su actualidad (y también debe haber sido efecto de una demanda por parte de las nuevas generaciones) que en el centenario de su nacimiento se vuelva a editar uno de sus mejores libros, La calle del agujero en la media (editado por primera vez en 1930), un libro que para mí es sencillamente formidable.

Otros reprocharán, o habrán reprochado a Jiménez, no haber incluido entre los argentinos seleccionado a Juan L. Ortiz (1896 – 1978). También, supongo, se le habrá reprochado la ausencia casi completa de mujeres entre los poetas seleccionados (de todo el continente, para el período, sólo dos mujeres fueron incorporadas, y ninguna de Argentina).

Por su parte, la antología Puentes/Pontes, que tal como declara el subtítulo también pretende abarcar la poesía contemporánea, selecciona veinte autores argentinos del período inmediatamente posterior al cubierto por Jiménez. En este libro, las y los poetas seleccionados son: Amelia Biagioni (1916 – 2000), Alberto Girri (1919 – 1991), César Fernández Moreno (1919 – 1985), Edgar Bayley (1919 – 1990), Olga Orozco (1920 – 1999), Joaquín O. Gianuzzi (1924 – 2004), Roberto Juarroz (1925 – 1995), Aldo Oliva (1927 – 2000), Francisco Madariaga (1927 – 2000), Leónidas Lamborghini (1927), Hugo Padeletti (1928), Juan Gelman (1930), Héctor Viel Temperley (1933 – 1987), Susana Thénon (1935 – 1991), Alejandra Pizarnik (1936 – 1972), Juana Bignozzi (1937), Diana Bellessi (1946), Arturo Carrera (1948), Néstor Perlongher (1949 – 1992) y María del Carmen Colombo (1950).

Aquí, en la medida que la antología se acerca a nosotros en el tiempo, las posibles arbitrariedades son mucho mayores, así como los riesgos que corre el compilador al seleccionar los autores que, a su entender, han de representar la poesía argentina contemporánea. No obstante, también parecen haber sido muchas las precauciones que tomó Jorge Monteleone, el responsable de la compilación para la parte Argentina de esta antología: trece de los veinte seleccionados ya han muerto, siete son mujeres, diez nacieron antes de 1930 y sólo cuatro son posteriores a 1940. Como vemos, de acuerdo con los criterios de elaboración de estas antologías, el concepto de contemporaneidad no implica, necesariamente, una coexistencia en el tiempo entre el escritor y el lector.

Así y todo, considero importante anotar a favor de Monteleone que haya tenido a bien considerar, a la hora de seleccionar sus candidatos, a aquellos que de un modo u otro tienen una presencia en la actualidad de la poesía que se lee y escribe en Argentina. En lo personal, respecto de la selección, me fue muy grato encontrar a un poeta al que estimo. Se trata de César Fernández Moreno (nacido en Buenos Aires el 26 de noviembre de 1919 y muerto en París, el 14 de mayo de 1985).

Una anécdota (rememorada)

Voy ahora a lo que mencionaba al principio sobre los motivos personales que me impulsaron a trabajar en esta nota. Cuando estaba leyendo el prólogo de la antología de José Olivio Jiménez me encontré, en dos oportunidades (notas 7 y 12), referencias al trabajo crítico de César Fernández Moreno. Unos días después, por pura casualidad, me vuelvo a encontrar su nombre incorporado en la antología Puentes/Pontes. Ese re-encuentro inesperado y doblemente casual con César Fernández Moreno me trajo a la memoria el momento en que lo descubrí y la sorpresa que me llevé al leerlo por primera vez. En Uruguay, en el mes de junio de 1985, el mismo año de la muerte del poeta argentino, el grupo de poetas-cooperativa-editorial, Ediciones de Uno, editó un librito: “Introducción a César / 20 poemas de Fernández Moreno”. Y si utilizo el diminutivo librito no es por descalificar aquella breve selección antológica, sino porque la obra fue publicada con el formato de una “edición de emergencia, solo para suscriptores”. Supongo que así se hizo para homenajear a ese poeta con el cual el grupo de Ediciones de Uno tenía su propia sintonía.

De ese modo lo descubrí a César Fernández Moreno. Por cierto, una vez devorados los 20 poemas servidos en aquella “Introducción” salí a buscar más. No fue fácil conseguir algo de él en el Montevideo de entonces. Alguien me prestó su libro “Sentimientos Completos” (de Ediciones de la Flor). En una librería de viejo encontré “Los aeropuertos” (Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1967). Y así llegué, hace ya veinte años, a la poesía de este argentino, al que hoy me atrevería a ubicar en esa tendencia a la comunicación y el antipoema de la poesía lationamericana.

Lo que más me asombró, y aún me asombra, en su obra, es el modo en que la poesía se acerca a la lengua hablada, respetando la viveza singular y característica de la conversación porteña. En ese acercamiento a lo coloquial, la poesía de César Fernández Moreno logra amalgamar sentimiento y carnalidad, humor y profundidad de pensamiento, vuelo filosófico y tono conversacional, angustia y actividad, realismo y fantasía, inventiva y narrativa, en un discurso que siempre parece estar yendo y volviendo a la vez.

Además, así lo pienso, su obra, que abarca las décadas de los ‘40 y ‘50, que penetra en los ‘60 y se extiende en los ‘70, permitía (y pienso que aún lo permite) desplegar una peculiar lectura política de la poesía. Una lectura política en nada equiparable a la que exigían las retóricas más panfletarias, en las que desbarraron muchos poetas en los años sesenta. La lectura política que habilitaba su obra aún a mediados de los ‘60 tampoco era equiparable a cierto tono panfletario de los años ochenta, cuando a mí también me tocó acercarme a un tipo de poesía que, en su decir poético, de distintas maneras, enfrentaba y resistía la dictadura militar que ya comenzaba a replegarse en Uruguay. Y creo que esa lectura política de la poesía que nos permite César Fernández Moreno tampoco se asemeja a la que, de nuevo, de un modo necesariamente diferente, realizan los nuevos poetas argentinos, en la actualidad.

En cuanto al tipo de poesía que escribió César Fernández Moreno, pienso que su poema, Las palabras, deja traslucir la conciencia que él tenía sobre su arte, y el papel de la poesía: su respuesta al canto del gallo / toda expresión equívoca que aclara las cosas / la parte en blanco de los formularios / el himno de libertad de un libre o de un esclavo / un balbuceo muy bien impostado / un abuso del lenguaje. La lectura de ese poema nos obliga, en este punto, a atender una crítica que Hugo García Robles hizo a la recopilación de la Obra Poética de César Fernández Moreno (una edición en dos volúmenes, con prólogo y notas de Jorge Fonderbrider). El crítico sostiene que al leer la obra completa:

”...experimenta la sensación de un manierismo que permitiría a los poetas convencidos de esa vía la poesía conversacional, escribir (…) largas tiradas de versos sin un resultado que lo justifique. En el caso de Fernández Moreno se impone, más que la obra completa, una edición antológica rigurosamente elegida. Rescatados de ese fondo un tanto indiferente y monótono, los buenos poemas se salvan y sostienen. En la suma total de la obra, naufragan abrumados en el tedio de la reiteración.”

(En: El País Cultural, No. 514, Montevideo, 10 de setiembre de 1999, p.13)

Es posible que esa crítica sea válida (algo que no puedo asegurar, pues las obras completas nunca llegaron a mis manos). De todos modos, en el mismo poema que antes citamos, el propio César Fernández Moreno sostuvo que: cualquier cosa puede concentrarse en una palabra o extenderse en mil / hay que encontrar la cantidad exacta que resulte poética / cada palabra tiene mil sentidos / dos juntas multiplican un millón. Siendo así, la crítica de García Robles puede ser pertinente, sí. Quizás hasta justa. Pero a mí me pasó que leí a este poeta en una edición (y en una situación) de emergencia, y en algunas de sus páginas pude descubrir un modo distinto de trazar vínculos con la poesía, un modo menos solemne del común, quizás, un modo más sincero; el cual, por cierto, viniendo de quien venía, no pretendía tener carácter de exclusividad.

Hay un poema largo de Cesar Fernández Moreno que lleva por título Argentino hasta la muerte e integra una serie que tematiza el tan manido asunto de la identidad nacional de la Argentina. El título (que toma prestado, bajo régimen de ironía, de unos versos de Guido y Spano de 1895) es elocuente respecto de la argentinidad de su poesía: concentrando en un slogan la dulce bravuconería irónica del porteño. Esto último lo digo con el mayor respeto, pues no tengo inconvenientes para reconocer, luego de varias lecturas, que en materia de poesía los argentinos no tienen nada que envidar a nadie, en ninguna parte. Que esto lo confiese un Uruguayo, así, sin dudarlo, puede ser tomado como relevo de pruebas en un juicio sumario. Pero, ¿por qué no vamos a confesarlo? Cuando en Uruguay, cada tanto, surge un poeta de esos que pueden hacer mella en la otra orilla, los argentinos no se hacen problema: lo reconocen, e inmediatamente lo adoptan. El “poeta uruguayo”, como en un pase de magia, pasa a ser un “poeta rioplatense”. Y esto no lo digo yo; lo escribe el propio César Fernández Moreno en su poema “Un argentino de vuelta”. En una de sus estrofas, dice:

al este la cuestión empezó con brasil
que tomá la colonia que te quito la colonia
una discusión de peluquería
al fin se la pusieron a uruguay
nuestra única provincia federal todavía
todavía nos invade sus montoneras
de jugadores de fútbol
de críticos cinematográficos de críticos literarios de críticos diacríticos
entre argentina y brasil gime uruguay críticamente
como una nuez entre los dos vástagos de un cascanueces
esa nuez tiene mucho que crujir
sólo cuando hacen algo bueno los argentinos se vuelven rioplatenses
y recíprocamente por ejemplo

(de Los Aeropuertos, 1967)

Nada podemos cuestionar a esto. Habitantes de un país chiquito, país frontera entre Argentina y Brasil, puesto aquí para entorpecer el avance de cualquiera de los dos grandes de la región, mandados desde nuestros orígenes para diferenciarnos de los dos colosos del sur, es lógico que seamos poco dados a reconocer lo méritos de porteños y brasileros. Y sin embargo, a menudo, secretamente, con un aire como de hermanos menores, no dejamos de admirar a este o aquel poeta argentino. Así me sucede con César Fernández Moreno, quien luego de tantos años ha vuelto a visitarme, a contarme su modo de estar hoy en el mundo:

la mañana

la mañana es muy larga para hablar al cielo
tan azul tan azul tan azul

la mañana es muy corta para pisar la tierra
coronada gloriosamente de cascotes

larga para llorar
amor amor hasta el mediodía
corta para dormir
el que amó toda la noche

también puede ser mediana
la mañana
es fácil dejar quieta una mano
pero hacer cabriolas con la otra
sobre la pista del circo

elija su mañana caballero
y cuénteme después de muerto
cómo le fue

(de Los Aeropuertos, 1967)

Me sucede, entonces, que a César Fernández Moreno lo considero un caballero dentro de eso que hoy llaman poesía argentina contemporánea. Un caballero que eligió su mañana y después de muerto volvió a contarnos cómo le fue. Escucho de nuevo su relato, sí, y una vez más me siento rioplatense hasta la muerte.






Germán Machado | 28 de julio de 2005

Comentarios

  1. daniel
    2005-07-29 11:49 Fantástica entrada, Germán, llena de referencias. Va a exigir un buen rato sumergirse en tanto enlace bueno. Lo de la identidad, ah, la puta identidad… todas tan parecidos tratando de buscar la diferencia que nos “identifique”...

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