Germán Machado es poeta y promotor cultural. Se desempeña como investigador y coordinador de programas en el Centro Cultural Dodecá. [s] u r [g] e n t e es una aproximación sesgada a la poesía que emerge, surge y urge en el sur de América, desde la Patagonia hasta Tijuana.
Sólo es posible hablar de tendencias en el actual caos de la poesía latinoamericana. No de estratos, ni de territorios, ni siquiera de constelaciones. Pero resulta que, al aproximarnos a la poesía que se cuece en estas calderas, encontramos que esas tendencias están un tanto enraizadas y otro tanto orbitando. Esas tendencias se desarrollan entre las fronteras que delimitan un territorio (América del Sur) y el cielo abierto de una galaxia poética con su historia, su pasado y presente, y sus posibilidades de futuro. ¿Podremos llegar a garabatearlas en un papel?
Las tendencias poéticas, además de temporales, son movimientos espaciales: marchas y contramarchas, incursiones y excursiones, penetración y asedio o evasión y fuga. ¿De dónde? ¿Del cuerpo de una obra, de las obras de un cuerpo? ¿De la poesía? Quizás, por sobre todo, del canon de la poesía. De eso que en un momento dado, una sociedad entiende que es poesía, y la legitima (o ataca) como tal.
Al hablar de tendencias poéticas, al menos aquí, queremos aproximarnos a ese algo que da forma a la sobrevivencia de la poesía latinoamericana, algo que incluso pueda darle vida. Identificamos, con este ánimo, dos tendencias principales: la de una poesía que apunta a la comunicación y la de otra que desarrolla el conocimiento:
Comunicación: Una tendencia poética que busca calar en el habla coloquial de la sociedad en que se manifiesta y hacer expresable desde allí los sentidos sociales inmanentes a la acción cotidiana. La emoción y la sensibilidad del poeta ante la realidad vivida tienen su primado en esta tendencia.
Conocimiento: Una tendencia que explora en el habla de las distintas sabidurías heredadas (metafísica, filosofía, ciencia, arte, literatura, tradición poética) buscando reconstruir o reformular un sentido universal que apenas escapa malherido por entre las mallas y fragmentos del sistema social. Lo cerebral, el pensamiento, la autorreflexión y la autorreferencia, las sentencias sobre los valores de verdad, autenticidad, lenguaje ideal, justicia: esto es lo que prima aquí.
Reconocer la existencia de estas tendencias no implica hacer juicios sobre la calidad o la capacidad de acierto de la poesía que resulta de las mismas. No acusaremos las caídas en el “simplismo coloquial” (para las tendencias a la comunicación) o en las solemnidades de ciertas “retóricas ególatras” (para las tendencias al conocimiento), aún cuando sabemos que las hay. Claro que tampoco vamos a ensalzar esas derivas. Pero un par de ejemplos nos bastarán para cerciorarnos que en ambas tendencias hay poesía, y de la buena. De un lado, un poema de Ernesto Cardenal:
Como latas de cerveza vacías y colillas
de cigarrillos apagados, han sido mis días.
Como figuras que pasan por una pantalla de televisión
y desaparecen, así ha pasado mi vida.
Como los automóviles que pasaban rápidos por las carreteras
con risas de muchachas y música de radios…
Y la belleza pasó rápida, como el modelo de los autos
y las canciones de los radios que pasaron de moda.
Y no ha quedado nada de aquellos días, nada
más que latas vacías y colillas apagadas,
risas en fotos marchitas, boletos rotos,
y el aserrín con que al amanecer barrieron los bares.
(De Antología nueva, Ed. Trotta, Madrid, 1996)
Del otro, el poema 39, de la Séptima Poesía Vertical de Roberto Juarroz:
En las entrañas del verano,
como una fibra más clara,
repercute la voz del heladero.
No es la infancia que vuelve.
No es algo de dios que se ha vestido de blanco.
No es una luna en el día.
Es sólo lo posible
que nos demuestra su existencia.
Lo imposible no levanta nunca la voz.
(de Poesía Vertical. Antología Esencial, Ed. EMECE, Buenos Aires, 2001)
Son sólo dos ejemplos. Uno comunica una experiencia con llaneza lingüística y profundidad de sentido. El otro busca forzar un conocimiento a través de abstracciones cargadas de fuerzas metafísicas. Comunicación y conocimiento, entonces, oficios polares de estas dos tendencias poéticas actuales que se contraponen y a la vez articulan, dinamizando, un corpus poético.
Pero el trazado de tendencias no estará completo si no referimos otros movimientos en juego (y tal vez así, incluso, tampoco estaría completo, siendo que el lenguaje poético no deja de desarrollarse y dispersarse). Referimos aquí los movimientos de fragmentación e integración, y los movimientos de fuga y asedio. Movimientos que no son correlativos a las dos tendencias principales, sino que se solapan sobre ellas, también, de manera tendencial. Y vamos a sostener que estos movimientos llevan los productos resultantes del trabajo poético con la lengua al área del poema y del antipoema:
Poemas, o tal vez una tradición del poema lírico que, valga la paradoja establecida por Osvaldo Paz (en: “Los hijos del limo”, Ed. Seix Barral, Barcelona 1974), hoy día no puede excluir la tradición de la ruptura que las vanguardias ejercieron sobre el lenguaje poético (llevado a la cúspide por el modernismo).
Antipoemas, concepto que no debe ser tomado aquí al pie de lo establecido por Nicanor Parra en su Manfiesto (donde anuncia que Los poetas bajaron del Olimpo), sino como una construcción que busca oponerse al dominio del poema olímpico (piedra angular del canon poético), aunque reconociéndolo en su negación permanente. El antipoema deviene la otra cara de esa poesía que suele ser legitimada por quienes, en un determinado período, dominan el campo literario.
Nos ocuparemos de esos movimientos (fragmentación e integración, fuga y asedio) más adelante. Llegado el caso habremos de explicar(nos) algunos detalles. De momento, aceptando el desafío de garabatear las tendencias, y en plan de ir forjando una cuadrícula de la actual poesía latinoamericana, dejo aquí una imagen ilustrativa. Es un bosquejo, no más, trazado de puño y letra, sobre la marcha:
Seguramente más de un lector se sentirá ofendido con esta pretendida cuadriculación, pues no deja de ser complaciente pensar que la poesía, Genio y Figura, “el canto frente a frente al mismo Satanás”, es inclasificable. De ser así, les rogamos entonces que tomen estos esfuerzos, y la figura anterior, como una mera ordalía. Otros lectores, en cambio, posibles cómplices de nuestro intento, capaces de aceptar que Ernesto Cardenal sea ubicado en el {color:red}cuadrante 3 de la figura trazada y Roberto Juarroz en el {color:red}cuadrante 4, esperamos que vayan meditando a partir de sus lecturas si no es posible ubicar a un poeta como Alberto Girri en el {color:red}cuadrante 1 y a otro como Nicanor Parra en el {color:red}cuadrante 2, y así por delante. Y teniendo presente que estos cuatro poetas son claros referentes (o sea, se acercaron al {color:red}centro del canon poético en gran medida), quizás, con la ordalía que vayamos entreviendo, poco a poco, podamos sentirnos más seguros (y hasta más felices) al aproximarnos al caos de la actual poesía latinoamericana, a su integración y fragmentación, a su asedio y fuga. Y decimos quizás, porque sabemos que no todo el azar puede ser domesticado.
2005-05-08 17:07 Me interesa mucho este esquema. Me interesa porque es integrador, y, matices y excepciones aparte, comprende bastante claramente las distintas tendencias. Y me interesa también porque creo que puede utilizarse perfectamente para la poesía de la península, lo cual indicaría que el esquema es bastante universal. De hecho, ¿no podría aplicarse ese esquema a otras épocas de la poesía es español? Pienso, por ejemplo, en la poesía renacentista o en la barroca.
Saludos.
2005-05-09 01:09 Marcos, el esquema, o la ordalía como yo la supuse, tal vez se pueda usar para la península. No tengo suficiente información para afirmarlo o negarlo. Pero no está propuesto como apto para ordenar la poesía de cualquier época. Digamos que la cuadrícula esa tiene pretensiones de historicidad.
Es cierto que el corte entre comunicación y conocimiento puede ser apropiado para confrontar, por ejemplo, el carácter comunicativo de la poesía renacentista (el romancero y cancionero popular) con el carácter cognitivo de la barroca (conceptista y culterana), o sea, quizás pueda ser apto para ordenar la poesía en cuanto género literario. Pero el esquema propuesto pretende responder a la situación actual en A.L.
Para ello: (1) incorpora la perspectiva de un canon poético que es propio del período de autonomización del arte (el período posterior al romanticismo, a mediados del siglo XIX, en el marco del proceso social de conformación de lo que Bourdieu llama “campo literario”); (2) en el esquema, el eje comunicación-conocimiento queda atravesado por las tendencias a la objetivación de poemas y antipoemas, lo cual implica reconocer la herencia de las vanguardias (posteriores al modernismo de Darío); (3) el esquema incorpora los procesos de fragmentación-integración y asedio-fuga que, así lo pienso (si bien todavía no fue expuesto), son movimientos propios del actual período de incertidumbre pos-vanguardista y postmoderno, cuando la idea de género literario (la poesía y los demás) es puesta en cuestión.
Creo que en España, merced a la influencia de la crítica literaria y a la organización de antologías (tareas que en nuestros países, lamentablemente, se dejó de ejercer sistemáticamente con posterioridad a la década de los setenta), se han hecho ordenamientos de tendencias (o corrientes) más precisas. El discernimiento es más claro y no necesita del arte adivinatorio que aquí se intenta ejercer de forma temeraria, y temerosa.
Pero esto es un mero supuesto pues, insisto, no tengo información suficiente para aventurar una afirmación tajante en este sentido, aunque si tú lo dices, pues así será.
2005-05-09 07:12 Ya, ya entendía que el esquema estaba pensado para la poesía latinoamericana, pero simplemente planteaba la posibilidad de extenderlo a otros ámbitos. Y sí, creo que tu análisis de las diferencias es, por lo que yo sé (poco), acertado.
Saludos.