Libro de notas

Edición LdN
Guía para perplejos por Antonio Martínez Ron

El programa de software avanzado A.B.E.R.R.O.N, desarrollado por la NASA a finales de 2003 y oculto bajo el pseudónimo de Antonio Martínez Ron (Fogonazos), rastrea sistemáticamente la red en busca de pequeños resquicios de irrealidad y vulnerabilidades del sistema. Con la Guía para Perplejos, los científicos pretenden ir más allá: estudiar el lado más oscuro del programa y enfrentarle a las paradojas de la creación literaria. Cada día 23, en LdN.

Huellas de lector

El encanto de los libros de biblioteca está en las manos por las que han pasado. El libro que ahora leo está lleno de quemazones. Largas quemaduras atraviesan las páginas, una tras otra, como serpientes amarillas. Da la sensación de que el tipo ha usado el libro de cenicero. O que no le gustaba, y como venganza iba dejando un sendero de desprecio en la novela. Con los años, he ido extrayendo pequeños tesoros del interior de los libros: billetes de lotería, estampitas de la virgen, la publicidad de una tienda de petardos… Me gusta examinarlos con pulcritud de coleccionista, buscando una fecha, un nombre… pistas sobre sus anteriores poseedores.

Hay gentes que pasan por los libros como lo hacen por la vida, que se van dejando pedazos de sí mismos como quien se olvida del paraguas en un taxi. Hay libros con arena de playa, pelos de mujer, envoltorios de caramelo. En ejemplares muy voluminosos hay quien olvidó las escrituras de una finca o el testamento del abuelo.

Además de los que dejan trozos su vida en los libros, están los que quieren quedarse a vivir en los libros. A este grupo pertenecen los que corrigen al autor, insoportables pedantes que hacen anotaciones del tipo “leísmo” o “le falta el acento”; o los que leen con espíritu de alumnos aplicados y apuntan los significados de las palabras más extrañas. Otros lectores, los más entusiastas, escriben ¡dios mío! o ¡qué bueno!, como si el mundo acabara de pararse y ellos pudieran comunicarse con el autor por la tinta de los siglos.

Los lectores más temibles pertenecen a la categoría de los subrayadores (en su variante delictiva actúan con bolígrafo), histéricas fierecillas empeñadas en anticipar los pasajes menos interesantes de la novela. A menudo encontramos subrayadas frases sin sentido ninguno, del tipo “Berta saltó con los brazos por delante”, y uno se pregunta si el lector tendrá una novia que se llame Berta y si será muy saltarina.

La catástrofe sobreviene cuando se encuentran dos subrayadores en un mismo libro, porque entonces se hacen la competencia y pugnan por ver quién subraya la chorrada de más porte.

Más amable es aquella clase de lectores que, por no molestar, solo doblan ligeramente las esquinas, aunque ni ellos mismos saben muy bien para qué lo hacen. Tal vez marquen un punto interesante o el lugar donde se quedaron dormidos. A veces, si el libro es muy viejo y ha pasado por las manos de varios dobladores de esquinas, llegan a verse auténticos prodigios de páginas dobladas hasta la mitad, en sucesivas dobleces, y leer es entonces como ir abriendo ostras.

Por la textura del libro conocemos las manos por las que fueron pasando, el libro de la viuda, del estudiante, del muerto. En un libro de sir Arthur Conan-Doyle encontré una vez las anotaciones de un griposo, que apuntaba su temperatura cada dos capítulos y medio.

En los libros de poemas aparecen bocas redondas de carmín, idílicos besos que con el tiempo, y el roce de las hojas, acaban por dar una sensación un poco más prosaica, como si la lectora hubiera estado comiendo espaguetis.

Los ojos del lector son como gusanos por el túnel de las letras, si se presta atención, algunos ojos dejan como cagaditas de mosca sobre los caracteres, las famosas cagaditas del aburrimiento.

Hace unos años, en un ejemplar de “Matadero 5”, encontré mi nombre y un número de teléfono que no conocía, escrito en una caligrafía de mujer muy elegante. Lo anoté y aún lo conservo en la cartera, por si un día me armo de valor y me decido a llamarme.

Antonio Martínez Ron | 23 de enero de 2007

Comentarios

  1. maps
    2007-01-23 10:24

    Nunca me hubiera imaginado esta acepción de la lectura. Maravillosa.

  2. norma
    2007-01-23 22:47

    No sabía que también eras un freakie de letras. Por Fogonazos pensaba que eras científico, no sé por qué ;)

    A veces compro libros por Internet, y resulta que tienen el sello de alguna biblioteca (de USA) . Me preguntaba si eso sería legal. Aquí no creo, ¿no??

  3. aberron
    2007-01-24 00:35

    Gracias, amigos. ¿Científico yo? Jajaja, esa sí que es buena. Si a mí lo que me gusta es contar cuentos… saludos

  4. Navecrematorio
    2007-01-26 03:36

    He taratado de desprenderme de los libros como objetos, de hecho cada vez los hago circular mas, entre amigos y conocidos, casi como un experimento para ver que reacciones provocan. Me has hecho recordar cuanto de tesoro tienen estos objetos y porque mi biblioteca aunque atomizada me sigue acompañando.

  5. Ahmadineyah
    2008-09-03 01:10

    Qué texto más bueno!!

  6. Karonte
    2008-11-14 08:03

    Muy Buen Texto me identifico !!!

  7. Diego
    2012-12-04 09:53

    Me ha gustado mucho como se expone el trato cotidiano, sencillo y real de los libros. Gracias


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