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El receptor por Jónatan Sark

Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.

Sark TV 2011

Como decía la semana pasada, parece imposible resistirse a elaborar una de esas listas de “Lo mejor del año” o, al menos “Lo que demuestra que podría haber sido peor” y tonterías similares. Si se ve como una oportunidad para celebrar las cosas buenas que hemos encontrado, más que como una estúpida competición entre series — es decir, tan estúpida como un Pilotos Deathmatch por lo menos — tiene la ventaja de que sirve para hacer inventario y repaso de lo que dio el año de sí y, a la vez, reconoce el trabajo y dedicación que hay tras la ficción. En este caso, digo, no en el de Las noticias del año. Puede parecer una tontería pero, francamente, hay temporadas en las que dan ganas de montar el concurso sólo a “Secundario del año” para poder señalar la labor incansable de gente como John Glover, Mark Sheppard o Walton Goggins… aunque todos sabemos que Goggins es más protagonista de Justified que Olyphant, ¿verdad?

En mi particular caso voy a centrarme un año más en una serie de arbitrariedades innecesarias: Que las series sean nuevas, que lo sean por haber sido estrenadas entre el 1 de Enero y el 31 de Diciembre del año en cuestión y, peor aún, que me gusten a mí. Sí, el subjetivismo abrazado como mantra en uno de los pocos deslices que un respetuoso de la justa valoración se permite. Si tuviera que pesar y medir en la balanza las novedades para decidir cuál ha sido la más ajustada y definitiva, sin duda el resultado cambiaría. Pero eso no me interesa, me interesa cuál es la que más me ha hecho disfrutar. Y por qué.

Obviamente eso ha significado que series que funcionan como una bola de nieve — léase Community, y véasela también — no hayan merecido este reconocimiento. Sin duda están desoladas, las pobres. Pero es algo que hay que admitir, se puede ser una serie con múltiples cualidades y no gustar a parte del público. Lo realmente extraño sería una serie con una adhesión inquebrantable.

Pero volvamos al repaso. El año no ha sido gran cosa pero ha tenido series más allá de lo defendible y la clásica demostración de que más nos vale que sigan existiendo los angloperiféricos, ver las ideas rectoras de la neozelandesa Almighty Johnson y el desparpajo de la realización debería llevar a preguntarnos cómo no se nos ocurrió antes a nosotros. Los canadienses por su parte nos amenizaban con la llorada EndGame, y con la punta de lanza de una de las tendencias del año: INSecurity, serie coñera sobre servicios secretos despendolados y sátira del género de acción y espionaje que tendría su punto álgido con Eaglehart del siempre grande Chris Elliot. Que, por cierto, ha sido una de las comedias locas del año.

Pero al final son los ingleses los que pasan la mano por la cara a todos los demás. Que si empiezan el año ironizando sobre sus relaciones con USA gracias a la enorme Episodes —que unía a creativos y actores de ambos lados— y a partir de ahí el recital, menor o mayor, pero siempre interesante gracias a series libres como Marchlands o Campus pero especialmente en la sección de negro con un Case Histories que hacía brillar a Jason Isaacs, la emitida de corrido para aliviar tensiones de InJustice, la extraordinaria y compleja The shadow line e, incluso, la Mejor al principio que al final Hidden y, por supuesto, una de las grandes series de este año: The Hour, al que las aguas finales —menores, por suerte— de la excusa argumental de espionaje no quita que sea una gran obra que habla, además, de la necesidad de una prensa independiente, lo que podría unirla de cierta manera con el bombazo sorpresa de fin de año, y no me refiero a la enormemente divertida aunque algún olor a refrito tenga Life’s too short, sino a la mentada la pasada semana Black Mirror- … Además, claro, está el fantástico, que para algo sacaron The Fades.

No diré que todo ha sido perfecto porque los ingleses también crearon uno de los choques de trenes de la temporada, también en el fantástico, con la involuntariamente hilarante Bedlam. Y la verdad es que el repaso por los mayores despropósitos da idea de lo bueno que ha sido este año, sobre todo para los gemelos separados al nacer que intercambian sus puestos, como en dos de los mayores desastres del año, The Lying Game y Ringer, series en las que los actores y guionistas compiten a ver quién lo hace peor y las interpretaciones de sus actrices principales parecen intentar demostrar que hay sólo un personaje con doble personalidad. Si no hubiese sido porque este ha sido el año de una de las creaciones más singulares casi hubiéramos echado en falta un nuevo Persons Unknown, pero para eso tenemos a la NBC proporcionándonos diversión y, sobre todo, ¡¡¡ THE CAPE !!! ¡¡¡SIX SEASONS AND A MOVIE!!! y me quedo corto.

En cuanto a los Estados Unidos, pues muy flojito todo. En la primera mitad del año o eran cosas a medias como Episodes o adaptaciones como Wilfred o divertimentos como Franklin and Barh y Suits —este parece haber sido el año de repetir temas— y cuando parecían haber acertado se ponen a dar vueltas al tema como en 2 Broke Girls.

Total, que hasta que no llegó noviembre no parecieron ponerse las pilas.

En humor no hay mucho más, solo Suburgatory tratando de hacer algo entre la autocomplacencia y el desparpajo meta, evolucionando a poquitos con un estilo que quizá debería empezar a correr algo. En cuanto al drama, casi cualquiera de los siguientes títulos podrían haber terminado en los puestos de plata o de oro de este repaso.

Quizá Boss lo tuviera más difícil porque aun cuando sea un nuevo uso de la debacle mental mezclada con la zona negra de la política y los chanchullos que todo queda muy clasiquito, muy bien, así como para meterle un poco de niebla y pasarlo a blanco y negro o algo. En fin, muy bonito.

Si uno se deja de clasicismo no puede más que aplaudir la que tiene todos los puntos para ser la serie más objetivamente buena del año. Por actores y actuaciones, por construcción de trama y por saber hacer. Me refiero, claro, a Homeland, por un lado reverso de 24, por el otro exceso de interpretación de Claire Danes que compone un atrapapremios excelso aun teniendo en frente al siempre magnífico Damian Lewis y a las tetas de Morena Baccarin. Sólo se le puede reprochar algo de falta de locura, algo más de exceso y no de mueca. Pero, quitando eso, se merece todos los premios que evitarán darle.

Lo que nos lleva a American Horror Story, cumbre y altiplano televisivo, interesante e interesado repaso a un género, el Gótico Americano, que tiene ecos de Poe y Hawthorne y auténticos alaridos de magníficos genios como Shirley Jackson, Fritz Leiber o Ira Levin por citar referencias sólo literarias. Porque esto no es una serie, es una turmix, un conjunto de excesos articulados llenos de referencias que a lo largo de la serie va tocando prácticamente todo lo utilizable y remontable, los temas como el pecado o la alienación, el uso de la familia como centro del mal, o el entorno urbano malsano… Sospecho que si uno no tiene esto en cuenta sólo ve algo aceleradísimo y alocado, enormes cantidades de ideas argumentales golpeándose unas con otras, el equivalente en serie del sonido de los bolos al chocar… Ah, las maravillas de la televisión moderna.

En cualquier caso estas eran las series que merecían recordarse ahora que estamos empezando un año nuevo. Pero ninguna de ellas recogerá los premios de Plata y Oro. Eso lo reservamos para:

SarkTv de Plata

Revenge

Puestos a celebrar gozosamente todo un género o subgénero por lo menos hacerlo bien. La clásica historia de venganza tan cercana a El Conde de Montecristo como a un culebrón, con toques de thriller moderno para acabar de unirlo todo en un batiburrillo que nos deja bien claro que esto va a ser un no parar de locos acontecimientos y gente que parece que, pero luego no… Todo ello teniendo como ilustre precedente a Retorno a Eden pero puesta al día y, lamentablemente, con menos cocodrilos. Yo creo que deberían considerarlo. Por lo demás, y mientras descubrimos hacia donde van todos los guiones pirotécnicos y las venganzas y contravenganzas no se puede más que disfrutar del loco desarrollo.

SarkTv de Oro

SPY

Las debilidades tienen estas cosas. A mí me ponen una comedia de espías —uno de los temas de este año recién terminado, mucho más agradecido que los cuentos de hadas, sea dicho todo— que mezcla además una familia desestructuradísima con toques de humor ácido y otros cercanos al surrealismo y es que me quedo enganchado a ella. Es un pequeño artefacto cómico y familiar, sí, pero gozoso en si mismo, en sus derivaciones y trucos de guión. Una serie pequeña entre todos esos argumentos más grande que la vida y todos esos temas serios. Aquí tenemos a un padre que se lleva mal con su hijo, tenemos a un matrimonio roto y un nuevo trabajo insólito, quizá anda que parezca muy original, pero todo ello junto es una máquina de relojería. Especialmente cuando se cuenta con un secundario como Robert Lindsay en el agradecidísimo papel del jefe, o con un niño actor tan capaz como Jude Wright —verlo es sentir vergüenza por todos esos niños actores que no saben vocalizar, chillan y ponen caritas de pucheritos. ¿De dónde sacan los ingleses a estos chavales?— además, claro, del gran trabajo de su actor principal: Darren Boyd. Ah, los actores ingleses… En fin, que si tenéis la oportunidad no la dejéis pasar y que yo ya estoy a la espera de la segunda temporada. Porque lo malo de estas series inglesas, sobre todo de las más ligeras, es que te dejan con hambre de más, como un pequeño bloque del mejor foie.

NOTA : Por lo visto este año se ha estrenado Juego de Tronos y merece al menos una mención, por su magnífica intro y porque Peter Dinklage se hace querer, supongo. Que no se diga que no les recuerdo en este repaso—

Jónatan Sark | 02 de enero de 2012

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