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El receptor por Jónatan Sark

Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.

Desferados

Quizá alguno de mis silentes lectores no lo sepa pero durante las últimas semanas se ha celebrado un mundial de fútbol. En África, concretamente, pero iban selecciones de todo el mundo; incluida la española. El caso es que la curiosa relación de la televisión con ese deporte parecía predestinada a ser explorada a fondo, como en una colonoscopia del interés público.

Ciertamente lograr un 82% de cuota en su último encuentro y pasar a la historia de los grandes programas de televisión —aunque sea sólo por las cifras manejadas— parece que podría llevarnos a suponer que se buscó una manera de narrar el encuentro que enganchara al espectador, algún tipo de producción o de montaje, de dirección visual, un algo. Pero no, tuvieron que poner el interés de casa porque la emisión no pudo ser más ramplona. Miento, sí pudo serlo, como en alguno de los anteriores partidos. Me aseguraron que las técnicas no ya televisivas sino cinematrográficas están a la orden del día en la liga española, que hay cámaras superlentas y repetición de detalles. Que se respeta la acción para no interrumpir el interés —o presunto interés, ustedes comprendan que yo pudiera aburrirme— o que se intenta envolver en espectáculo lo que ocurre en el campo.

Quizá sea por la inmediatez del asunto, pero me sorprende que las retrasmisiones deportivas —estas en concreto— no hayan intentado modernizarse con el paso del tiempo. No digo rodarlas al estilo de acción moderno porque si le hacen un Bourne a los espectadores les puede dar un ataque, pero sí buscarle un estilo nuevo.

Lo sé, soy la peor persona posible para juzgar que el estilo es anticuado, al fin y al cabo el fútbol ha cambiado lo justo en año y sigue siendo un deporte popular pese a sus trasmisiones. Pero si no ha habido novedades en la imagen — o incluso las ha habido para peor, que no señalar de algún modo la repetición de jugadas con una gran R, un cambio de color, una cortinilla de flashback, algo, sólo sirve para que los espectadores tan poco duchos en el asunto deportivo como yo nos perdiéramos— en la locutación ha ido a peor.

Cierto es que en la radio tienen que dar sensación de urgencia para acrecentar el interés, en la tele es difícil tratar de engañar al espectador porque ya está viendo lo que ocurre de manera que la presencia de la imagen rompe la suspensión de credulidad. Pese a lo cuál el colectivo de espectadores que superponen la narración radiada a las imágenes televisivas es tan numeroso que daría para un estudio. Cierto es que podría parecer más alocado poner en silencio el televisor para poner de fondo una pieza de música clásica — que acabaría siendo una de cada tres veces por las leyes televisivas el Carmina Burana— o la alegre tonadilla de Benny Hill, cada uno con sus parafilias hace lo que quiere aunque no deja de hacerme dudar: ¿Pondrán sus propias risas enlatadas en las series que no las llevan para que haga más gracia?

En cualquier caso, es comprensible no escuchar a los comentaristas por la mezcla de trospismo y tautología que derrochaban. ¿Cuál es la función real de las Voces en Off? ¿Qué finalidad deberían de tener? ¿Qué tipo de comentarios son pertinentes? En un principio la idea de narrar el partido se imagina como limitarse a intervenir para explicar datos técnicos, adelantar información o realizar apuntes sobre jugadas poco claras —poco claras debido a la técninca televisiva usada, claro— de modo que pudieran ser sustituidos por esos divertidos bocadillos de infomación de las cadenas de vídeos musicales. En lugar de eso hablar de sus cosas, hacen comentarios a destiempo y explican lo que pasa en las imágenes por claro que resulte. En resumen: están unos cuantos peldaños por debajo de Tom Servo y Crow T. Robot así que no puedo dejar de sorprenderme de la falta de innovación en el campo.

Al final todo esto sirvió, claro, para algo. Y no me refiero a comprobar las diferencias entre Oliver y Benji y el fútbol de verdad —por ejemplo, los partidos son en campos más pequeños y duran menos pero resultan mucho menos interesantes de ver— me refiero al Momento Hollywood vivido una vez concluido todo. El capitán del equipo, portero y buen chico, un all spanish boy está visiblemente conmovido por la victoria, enfrente tiene a su novia, la periodista profesional pero guapa que ha visto criticada hasta el exceso su presencia allí —un gran tema para el debate: ¿no era una gran oprotunidad para ella? ¿cómo iba a decir que no?— de manera que la presencia de ambos en pantalla confluía de manera irremediable hacia ese beso de happy end que cualquier guionista sabe que tiene que poner si la historia ha seguido por sus cauces.

Es decir, es un beso completamente irreal.

No me malinterpreten, el beso surgiría de los sentimientos reales y estaría lo menos preparado posible, no lo dudo, pero el condicionamiento para el beso, las circustancias que condujeron a él tenían más que ver con años de cultura visual adquirida, como esperar que un ricachón se caiga a la piscina en una fiesta o que ese idiota se resbale con la cáscara de plátano. Por eso todo el mundo rugía que se besaran, independiéntemente de dónde estuvieran viéndo el partido. ¡Era un momento clásico que tenía que suceder! No sólo estábamos antes una situación externa, también tranquilizaba nuestra capacidad para reconocer la realidad inverosimil de los relatos clásicos —épicos, supongo que dirían en este caso— de modo que no era tanto un beso esperado o histórico como la agradable y cómoda sensación de estar asistiendo a algo inevitable cuyo desenlace conocíamos.

Y si piensan que toda esta columna era en lo que yo pensaba mientras se jugaban los partidos dejenme decirles dos palabras: es cierto.

Jónatan Sark | 19 de julio de 2010

Comentarios

  1. EFE
    2010-07-23 15:17

    Jona, eres el único ser humano que cada vez que repetían el gol preguntaba: “¿Hemos metido otro?”

    La R GORDA en las repeticiones es superflua si sigues ALGO el partido, pedazo de alienígena.

    Y, oh, bueno, sabes perfectamente que yo coreaba “que se besen, que se besen” al final del show. Era cósmicamente necesario, lo que pasa es que a ti te gustan más los finales donde todo el mundo es devorado por zombis.

    Por cierto, que sepas que Guardiola, antes de la final de la liga de champiñones, les puso a sus chicos un vídeo con sus mejores jugadas de la temporada para mentalizarlos… Con música. Ahora mismo no recuerdo si metió el Carmina Burana, pero no habría desentonado.

  2. EFE
    2010-07-23 15:20

    Me vas a odiar para siempre pero ahí va:

    http://www.youtube.com/watch?v=g5VZaxRYppU

  3. JOTA
    2010-07-31 01:28

    Roma, con la publicidad que le habían dado al video cuando lo vi decepcionó. Dijeron que los periodistas de TV3 lo habían preparado en horas fuera de trabajo, pero no es nivel TV3, han hecho montajes mucho mejores para los programas de la casa. Y si encima salen empanados como en Roma (gracias por existir, Etoo), pues no sé yo.

    Este es el video que les pusieron en el partido contra el Valladolid para ganar la liga 2009-2010. Sube el listón respecto al otro, y el momento de los controles es brillante, pero creo que se puede mejorar (el montaje, las jugadas no). Y no, tampoco sale el Carmina Burana, caerá este año supongo.

    http://www.3tv.cl/index.php?m=video&v=11872

    A ver que prepara Mourinho, es una pena que Guti se haya ido, me lo imagino en la Verbena de la Paloma y lo de la rubia y la morena con el Cristiano.

    Ya me voy, ya me voy.


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