Libro de notas

Edición LdN
Polimecánica educativa por Daniel Medvedov

En el siglo XXI, como en cualquier otro nuevo milenio,
todos deberiamos empezar por ser originales: necesitamos crear otras ciencias y otras artes.
He aqui la Polimecanica Educativa, un nuevo sistema de
re-conocimiento que propone el re-conocerse a si mismo y
no respetar las opiniones de los demas. Esta seción dejó de actualizarse en agosto de 2007.

El gabinete fantástico del Dr.M

Frente a mi descansa el gran gabinete del Doctor M. Es alto, de estructura austera, sin adornos. La superficie brillante refleja las siluetas de los peatones y a ratos el INTAGLIO desaparece, opacado por el loco movimiento de la ciudad.

El gabinete parece estar a la venta. Sus ochenta y un gavetas deben estar llenas de objetos y hechos curiosos, de recuerdos y cajas de madera. Es seguro que el comprador tendrá el privilegio de llevarse todo lo que en sus gavetas se encuentra.

Expuesto en la Avenida, el gabinete está rodeado por algunos curiosos. Ellos sólo miran, sólo pueden observar desde lejos. Muchos creen que no tiene ninguna opción para comprarlo. Alguno que otro toca las manillas redondas de cada gaveta pero el toque es pasajero, sin firmeza.

¿Quién será el dueño de este mueble tan extraño?. En Nueva York, las familias que no necesitan más un objeto, como sillas, camas, mesas o cualquier otra creación de los artesanos, lo dejan en la calle, para que todo aquel que lo necesite lo tome y disfrute así de su perenne utilidad. En Nueva York los muebles viejos son para regalar.

El GABINETE era tan brillante, en condiciones tan perfectas y lleno de una energía tan poderosa que nadie de los transeúntes se imaginaba que estaba allí para quien lo quisiera. ¡Parecía tan sencillo llevárselo a su casa!.

A pesar de ello, la gente pasaba, lo miraba, lo tocaba y daba por sentado que aquel fantástico objeto debía tener un precio inalcanzable.

No había nadie a quien preguntar, nadie que lo cuidara y nadie sabía quien lo había puesto allí, frente al HOTEL MANHATAN. De noche, el gabinete emanaba una luz fosforescente. Los mendigos de la cuadra no osaron tocarlo durante todos esos días que había quedado allí, en la calle. La lluvia no lo había mojado, el sol del mediodía no le había resquebrajado los INTAGLIOS y la basura que tenía alrededor lo hacía parecer aún más brillante y misterioso.

“Ese escaparate tiene allí treinta años y nadie se lo pudo llevar. Ni siquiera pudieron moverlo los hombres de la basura. La gente cree que es magia” —dijo un mendigo de la esquina—.

Le pregunté acerca del gabinete pensando que tal vez pudiera dar así con el dueño de ese curioso mueble.
“Es un GABINETE no un ESCAPARATE” —le corrigió el niño que lo ayudaba a caminar—.
ESCAPARATE, GABINETE, CAJA o lo que sea! —dijo el mendigo. Es algo raro. Dicen que sólo aquel que logra abrir alguna gaveta puede llevárselo. Yo vi a muchos que trataron de meterse con las gavetas pero no se abren con nada. Pasaron por aquí todos los forzudos y ¡Qué va!”.

Yo miraba el Gabinete desde lejos como un testigo. Me acerqué por la derecha y toqué la gaveta más pequeña. Suavemente se abrió y adentro encontré un ESPACIO VACIO.

Con mi gesto, el Gabinete se movió como si tuviera ruedas de piano debajo de sus bases. Miré abajo y observé los rieles de las esferas que giraban en cada ángulo. Al empujar su inmenso cuerpo, el GABINETE respondía a mis intenciones con deslizamientos felinos, a pesar de la ACERA llena de piedras y escombros.

“Ese escaparate es tuyo! —me dijo el MENDIGO. Llévatelo a tu casa. Nadie pudo con él”.
“Pero yo pensé que sólo tenía tres días aquí en la calle.
“No mijo, tiene más de ocho años y está así como lo ves. Ese bicho es tuyo. ¿Qué esperas?”.

Yo no podía creerlo!. Cada gaveta parecía tan firme, tan difícil de abrir y sin embargo con sólo un toque suave de mi mano derecha todo se deslizaba y se abría con la mayor facilidad. No cabe duda que eso tiene que ver conmigo!, me dije.

Empecé a empujar el gran gabinete por la avenida WASHINGTON, entre los taxis y las motos. Los choferes ni me tomaban en cuenta!. Parecía que toda su vida habían compartido la calle con gabinetes y gavetas, moviéndose entre vendedores ambulantes y turistas erráticos. El GABINETE era mío. Ningún agente de tránsito me paró, ningún policía me preguntó nada, ninguno de los peatones me prestó ni la mínima atención. Por un momento pensé que era invisible pero no, mi sombra se confundía con la larga sombra del Gabinete. Cuando el reloj de la esquina de mi calle mostraba las doce en punto, llegué a la puerta y sin gran dificultad introduje el GABINETE en el cuarto de los libros. Parecía haber estado allí desde siempre. La puerta se cerró lentamente y el silencio del cuarto inundó mi oído. Estaba contemplando, percibiendo, discerniendo…

La figura del Gabinete imponía respeto.
Abrí la primera gaveta de la izquierda y saqué algunas hojas que descansaban en una carpeta de piel con un monograma de oro. La letra que vi era una letra especial. La primera gaveta guardaba la historia de la CAIDA en el NOMBRE.

En la pared lateral derecha de la primera gaveta, había una placa de metal con las siguientes palabras:

bq. ESTE ES EL GABINETE FANTASTICO DEL DOCTOR M. QUIEN PUEDA ABRIR TAN SIQUIERA UNA SOLA GAVETA ES EL DUEÑO DE TODAS LAS DEMAS Y DE TODO LO QUE EN ELLAS SE ENCUENTRA NON NOVA SED VERA

Estaba cansado. Lentamente empecé a soñar. Era el sueño del PIANO que se mordió la cola. Su nombre resuena aún hoy en mis oídos PIANOBOROS, PIANOBOROS, PIANOBOROS,...

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Daniel Medvedov | 20 de diciembre de 2006

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