Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo y Jácaras y mogigangas, así como otros artículos de opinión. Leve historia del mundo se dejó de actualizar en agosto de 2006. Una selección y reordenación de estos textos se ha convertido en un libro, en papel y en pdf: Leve historia del mundo y el cómic Tratado del miedo.
Pasa la noche en pie ante el difunto con la esperanza de ver elevarse sus humores al trasluz de las velas o de captar un tic o un temblor que recordase a la vida. Con las primeras luces del día comienza la tarea. Saja el cuerpo y retira las vísceras, que guarda en agua sazonada con ácido nítrico; deja en el mismo recipiente los ojos y el cerebro, y lava con cuidado las cavidades vacías. Inyecta las vías principales con líquidos preservativos, y sumerge el cuerpo en en un baño de cloruro de mercurio, agua de lluvia y alcohol debilitado, y aguarda durante sesenta días su saturación. Colmada la espera, coloca el cuerpo sobre una parrilla de madera al aire libre, esperando que el viento de otoño escurra y seque la carne en todas sus partes. Vuelve las entrañas desecadas y mustias a sus huecos, coloca el cerebro acartonado y llena el vacío de las cuencas con los ojos amorfos y decolorados. Usa estopa salpicada de alumbre calcinado para acolchar y dar materia a los vacíos, taponando en su interior narices y fauces. Barniza entonces todo el cuerpo y lo expone de nuevo al viento hasta certificar la ausencia de humedad. Observa el monigote: no mira; no huele sino al óleo; no cede su carne a la presión de un dedo. Besa su mejilla y retira los labios asustado del tacto. Prende un manojo de paja y lo lanza sobre el embalsamado. Mientras las llamas comen del barniz y los pellejos, lloraba, dudoso entre el amor y el cansancio.
En el solpor, guarda las herramientas y los líquidos y sale al camino, en busca de otro desdichado que le diera más respuestas.