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Guía para perplejos por Antonio Martínez Ron

El programa de software avanzado A.B.E.R.R.O.N, desarrollado por la NASA a finales de 2003 y oculto bajo el pseudónimo de Antonio Martínez Ron (Fogonazos), rastrea sistemáticamente la red en busca de pequeños resquicios de irrealidad y vulnerabilidades del sistema. Con la Guía para Perplejos, los científicos pretenden ir más allá: estudiar el lado más oscuro del programa y enfrentarle a las paradojas de la creación literaria. Cada día 23, en LdN.

El mal del escritor

En el invierno de 1866, mientras escribe Crimen y Castigo, a Fiodor Mijáilovich Dostoievski le salen unas almorranas del tamaño de una castaña. “Desde hace un mes, —le escribe al Barón Aleksandr Yegorovich Wrangel en una carta del 18 de febrero— me atormentan las hemorroides. Usted, probablemente, no tiene la menor idea de esa enfermedad ni de lo que son sus ataques”. Desquiciado por el dolor, Dostoievski se ve obligado a permanecer de costado mientras escribe, la obra se retrasa, no sabe en qué postura ponerse. “Ahora, —dice en la carta— tendré que escribir cinco hojas enteras ¡Y tener que estar acostado, cuando se está orgánicamente sano, solo porque no puede uno mantenerse de pie ni sentado…!”

A mediados de ese mismo año, agobiado por las deudas y las hemorroides, Dostoievski se pone de pie, contrata una secretaria y le dicta El Jugador de una tacada. En apenas 26 días la novela está acabada, el autor ha invocado unos demonios que solo Anna Grigorievna es capaz de entender y transcribir. Tal vez por eso, porque le escucha y le alivia el dolor, Dostoievski se casa con ella.

Escribir al dictado es como caminar por un alambre sobre el vacío; el pulso debe ser firme, la idea exacta: nada más fácil que despeñarse en los abismos de la vacuidad. Sin embargo, Dostoievski se sobrepone y escupe la novela como quien pronuncia un conjuro ¿Qué fuerza le impulsa en este ejercicio febril? Mucho se ha dicho sobre el influjo de la epilepsia, muy poco sobre la imposibilidad de sentarse a escribir.

Meses más tarde, mientras se arrastra por los casinos europeos o se juega las joyas de Grigorievna a la ruleta, la almorrana permanece allí. En los largos delirios de fiebre epiléptica, en los cuartos oscuros en que se refugia tras perder, el mal secreto sigue con él. Sin embargo, ya nunca alcanza la intensidad de aquellos días, las mañanas en que, atenazada por la locura del dolor, la almorrana cantaba y berreaba en la oscuridad; los días en que la vida era un cúmulo de culpas, y Grigorievna las iba llorando sobre un papel.

Antonio Martínez Ron | 23 de octubre de 2006

Comentarios

  1. Cayetano
    2006-10-23 12:52

    Aunque, afortunadamente, no padezco esa enfermedad me enteré que, en casos extremos, el médico puede recetarle un preparado a base de nitroglicerina. Imagino que Grigorievna sintió, además de amor, deseos de usarla en su forma más conocida y tratar la hinchazón con un premio Nobel.

  2. aberron
    2006-10-23 14:23

    Lo mejor, el anuncio de adsense, sin duda : “Hemorroides, olvídelas ya”. En la línea surrealista.

  3. Otis B. Driftwood
    2006-10-23 16:10

    Pues a mí me ha salido este:

    Sudor Excessivo
    Video-cirugía para el tratamiento. Cómo y por qué operar en Brasil.

    Buen fichaje, sí señor :-)

  4. Guard.
    2006-10-24 19:05

    Esto podría ser el principio de toda una historia de la escritura doliente… ¿qué no se habrá escrito bajo los influjos de la migraña, la menstruación o los gases? Por ejemplo, juraría, podría jurar, que Cela escribió buena parte de su obra bajo los efectos de la indigestión.

  5. Miguel A. Román
    2006-10-25 20:18

    Es curioso, mi mal cuando escribo es también bajointestinal: obligo a mi recto a calmar sus embates hasta que termino, y el músculo (soberbio como su amo) para entonces ya se niega a expulsar su contenido, momificado tras horas de espera.

    De seguir así, supongo, acabaré como Fiodor, solo que sin Grigorievna y, lo que es más jodido, sin Nobel.

  6. Elia
    2006-10-26 20:49

    No sabes el bien que me ha hecho leerte. No tengo almorranas, todavía, pero estoy a dos minutos de ellas. Como sea y como dije, toda dama que se precie de serlo tiene un proctólogo. Salud y buenos deseos en tu colaboración recién estrenada.


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