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Entrevista a Suso de Toro

Suso de Toro es. quizás, el más heterodoxo de los escritores gallegos y uno de los más internacionales. Sin embargo, la aparición en la primavera de 2006 de Home sen nome (Hombre sin nombre, traducida en Lumen) sitúa al autor en otra dimensión: la de los autores iimprescindibles y decisivos para la configuración de una literatura: la novela es audaz, atrevida y ambiciosa y la compleja estructura a la que recurre para contar su historia tiene la inmensa virtud de no avivar el hermetismo; muy al contrario, se lee con ansia por pasar a la siguiente página, enfrascado el lector en un apasionante descenso a los infiernos reales y memorables de la historia de España que el autor se ha lanzado a recuperar en su vertiente más cruda y real.

Marcos Taracido: Creo que, voluntariamente o no, Hombre sin nombre se inscribe en la larga lista de novelas de dictador del siglo XX, y en concreto el planteamiento e incluso la forma recuerda vivamente al “Artemio Cruz” de Carlos Fuentes, ese magnate (otra forma de dictadura) agonizante en una cama que recuerda su vida sin poder hacer nada ya para cambiarla.

Home sen nome en Edicións Xeráis
Suso de Toro: Pues yo no la encuadraría así como novela de dictador. Otra cosa es que, a lo mejor, las novelas de dictador son un subgénero de otro subgénero gótico, las novelas de vampiros y de monstruos. Yo pensaría antes en el Drácula de Stoker. Yo más bien veo el libro así, el personaje central es un monstruo y el libro es una indagación primero en la memoria, pero por debajo en el corazón de ese monstruo. El parentesco con la novela de Carlos Fuentes, sí que tiene algo, porque los dos libros son una deposición antes de morir, la purga de una vida, es verdad. Y es verdad que cuando lo escribía también le eché un vistazo a ese libro, pero como a otros y más bien creo que el lenguaje literario y el propio carácter del libro es distinto.

MT: Yo hablaba de Artemio Cruz sobre todo porque el narrador comparte esa segunda persona tan extraña a la literatura en español… ¿Por qué esa configuración esencial de la novela en torno a la segunda persona? ¿Es, también, un modo de dirigirse al personaje y al lector a un tiempo?

SdT: ¿Segunda persona? Sí. Pero también primera, la principal. Hay una segunda persona, efectivamente, que es la de Nano, el personaje que comparte cuarto de hospital con el personaje central, el viejo. Nano es un personaje que le ayuda al viejo a hacer ese trabajo de elaborar su vida, de comprenderla, resumirla y echarla fuera. Nano es alguien inseguro, poca cosa, que no sabe bien si está vivo o muerto, con una vida muy pequeña. En un momento de la conversación entre ambos, el viejo le dice “tú eres un tú, y yo soy un yo”, o algo parecido. Es decir, el viejo, que es un cabrón y que solo sabe mandar y someter, quiere establecer una relación de amo y esclavo con Nano; no sé decir si lo consigue o no, juzgue quien lea. Y ese viejo sin nombre es un yo que cree ser dueño de su vida. Una y otra vez hace la afirmación de un modo de vivir muy duro, como un destino. Un destino del que se siente dueño, o al menos eso es lo que él dice.

MT: Exacto, pero es en esa dualidad entre primera y tercera persona en dónde yo quiero urgar: ¿qué buscas? Decía que a veces da la sensación de que ese «tú» le habla tanto a Nano como al lector. Quizás esa oposición tan marcada entre el viejo y Nano, ese abuso mental constante que ejerce o quiere ejercer el viejo esté utilizando ese mecanismo del narrador: el viejo tiene un «yo», una personalidad compleja y rica por despreciable que sea, y es dueño de su destino; Nano, sin embargo, apenas se ve manejado por el «tú», y esa segunda persona parece extender un poco la personalidad de Nano hacia los lectores.

Hombre… en Lumen
SdT: Pues sí, creo que es eso. En algún momento, creo recordar, el viejo dice que hoy la gente somos así, un “tú”, que no somos dueños de nuestras vidas, que tenemos vidas sin peso y sin dirección. Y Nano encaja ahí,pero también quien lee. La reflexión que hace ese personaje, el viejo, tiene un sentido histórico que es explícito en el libro: las generaciones que han nacido o se han educado luego del golpe del 36 son generaciones tuteladas por sus amos, los golpistas vencedores. Pero tiene también un sentido histórico más amplio, en nuestra sociedad domina la multitud, la masa, con sus gustos, sus opiniones, sus deseos y quien pretende ejerecer la ética de una élite lo tiene difícil. Esa conciencia de que nuestro tiempo es el de las masas y no el de los escogidos o los mejores estuvo muy presente en el primer tercio del siglo XX, y en parte reforzó los fascismos europeos. Sobre eso trata también un libro de Ortega, un caso de liberal reaccionario. Creo que hay que atender las razones que tienen su fundamento, también las de los reaccionarios. Pero bueno, volvamos a la literatura. Aunque en este libro el discurso del pensamiento tiene también su recorrido a lo largo de la historia.

MT: Pero el viejo pertenece a esa «multitud», y lo único que lo diferencia de ella es su ética dualista y radical y el modo en que lleva a la acción esa ética. Él, y creo que también el narrador lo piensa de su personaje, se sitúa por encima de la élite, la jerarquía militar y sobre todo política, se siente superior a todos los que ostentan el poder y acepta siempre gustoso ese papel de hombre invisible porque desprecia precisamente la ética política de la pasividad, los asesinos cobardes que matan a miles pero desde un despacho.

SdT: Según yo lo veo, la mirada del autor es una mirada discutible, el viejo pretende ser único. Aunque en su origen, pues es hermano gemelo, tiene un doble. Todo en su vida es una afirmación de su existencia, vive contra la vida. Cuando cabalga un caballo contra la tormenta lo que hace es representar lo que es toda su vida, cabalgar contra todo. Pero ese modo de vivir, tan agónico, vivir tan muriendo, encuentra ideologías que lo expresan, ideologías apocalípticas, como son todas las ideologías revolucionarias, sean de derecha o de izquierda. La revolución es la guerra civil, es destruir lo existente para luego construir sobre las ruinas un mundo nuevo. Y ahí es donde el personaje se expresa a través del militarismo, que en su momento fue el fascismo español, el falangismo. Aunque él siempre se sintió más bien un nazi, con los que anduvo en su juventud berlinesa.

MT: En la escasa literatura sobre la guerra civil Hombre sin nombre ocupa un espacio inédito hasta ahora: el de llevar al lector a la visión del lado triunfante a través de la mirada y el recuerdo de uno de ellos. Además, al ser este personaje tremendamente complejo y al tener a Nano y, sobre todo, a la escritora como “oponentes”, se logra una variedad de versiones y matices muy enriquecedora. ¿Te proponías, cuando planeaste la novela, afrontar de ese “otro” modo un pasado reiteradamente silenciado?

SdT: No exactamente, me proponía enfrentar los dos modos. En origen, esto se nota en el libro, sobre todo en el comienzo, empecé escribiendo un texto teatral: dos camas en un mismo cuarto, dos personajes, dos viejos, cada uno de un bando distinto, el represor y el reprimido, el verdugo y la víctima…Ése era el comienzo, una dialéctica. Pero luego fui viendo que lo que verdaderamente me apasionaba conocer era el verdugo triunfante. De algún modo a la mayor parte de las personas nos resulta más fácil comprender y conocer la posición de la víctima, y por eso mismo ya conocemos lo que sabe la víctima. Y la literatura es un camino de conocimiento, un hambre de conocimiento, el escritor escribe para conocer, desvelar o adentrarse en lo turbio o oscuro. Así que me dejé ir. Si se me permite el título de Conrad, quise adentrarme un poco en el corazón de la oscuridad. Bajar un poquito al infierno y saber como son los ángeles caídos. Permítaseme de nuevo la pedantería literaria, pero es que todo el libro es muy muy literario, lleno de citas ocultas o explícitas, es un diálogo con la Eneida, la Divina Comedia, etc. Naturalmente, con toda la modestia filológica que se quiera, es un diálogo con esa figura de la bajada a los infiernos.

MT: Y en mi opinión hay es donde mejor se aprecia la labor del novelista: la personalidad del viejo tiene tanta fuerza que su moral despreciable y en muchas ocasiones vomitiva no puede evitar cierta comprensión por parte del lector. Incluso, sus argumentos, brutales, no pocas veces dejan sin palabras, o sólo con insultos, a los otros personajes. Es la victoria absoluta de la violencia; de hecho, los únicos atisvos de humanidad del personaje vienen por su amor a la criada que les cuidaba de niños.

SdT: Su discurso es el nihilismo, intenté que fuese el nihilismo puro, el discurso de la muerte. Pero, ojo, es lúcido. Y por eso nos desconcierta, nos cuestiona, nos obliga a vernos como somos realmente, a ver un lado de la vida que preferimos no conocer. Cuestiona nuestra inocencia, muchas veces inocencia fingida. Su camino es el de la desesperación y, efectivamente, la relación con la criada de la infancia, Celina, que tiene un nombre parecido al de Celia, y no es casualidad, es muy importante. La vida de este personaje es muy solitaria y, como la vida es un viaje circular en el que al final viajamos hacia el principio, cuando llega al final se reencuentra con Celina, de vuelta a casa.

MT: ¿Hasta que punto la trayectoria vital del viejo es un trasunto de la España del siglo XX? Ese ansia de unicidad del viejo de la que hablabas, la imposibilidad de dejar atras el peso del gemelo muerto y el diálogo imposible entre posiciones radicalmente enfrentadas.

SdT: Algo hay, algo hay de metáfora en ese hermano gemelo que lo acompaña como sombra. Algo de la escisión trágica de la sociedad española en su conjunto, del enfrentamiento trágico entre hermanos, Rómulo y Remo. El libro sí que creo que, siendo literatura, más mito que otra cosa, lleva dentro la historia de Galicia y de España del siglo XX, pero también es muy europeo. Cuando me documenté, antes de la escritura puramente literaria, vi hasta que punto Europa era todo un mismo sistema antes de los años treinta. A partir de la guerra española y la II Guerra eso se rompe, sobre todo la hegemonía alemana en las ciencias, en las artes, en las ideas, el prestigio de la propia lengua alemana…Por otro lado, para España viene la autarquía, que es cuando se forja en las mentes de muchas personas esa idea de España como nación homogénea a la fuerza y cerrada, hermética, hacia dentro y hacia fuera. Aunque parezca mentira hoy esa gente que habla de que estamos en el fin de España lo que hacen es evocar esa idea de España hipernacionalista, un nacionalismo centralista militar, y autárquica. Es de pena, pero es así.

MT: Sí, y esa inmortalidad del vampiro que apuntabas, la concepción de eternidad que tiene el viejo de sí mismo ¿apunta también hacia la extensión del franquismo hasta nuestros días? Esa imposibilidad de deshacerse del pasado, de blindarlo, esa transición que traicionó a tantos y tantos. En Alemania hubiese sido impensable que 30 años después de la caída del nazismo las librerías se abombasen con el peso de libros defendiendo a Hitler.

SdT: No pretendía extender el sentido de esa creencia del viejo en ser inmortal hasta el terreno de nuestra historia. Quizá se pueda entender algo así, pero no lo pretendía. Para mí era parte de su forma de vivir, yendo más allá de lo humano, desafiando todas las leyes y todos los límites. Eso conduce a intentar ser un diós ou un semidiós. Esa era la idea. La idea era que el modo de vivir que tenemos los contemporáneos, los modernos, es una vida que no tiene límite, ya que no hay diós alguno ni trascendencia. Nuestra vida creemos que se agota en nosotros y que sólo nos pertenece a nosotros, somos nuestros únicos dueños y estamos sólos, una libertad sin límites. En fin, el viejo es el moderno por antonomasia, eso que en literatura inaugura el personaje de Don Juan, el que trasgrede todo, el que reclama la libertad absoluta y satisfacer cualquier deseo. Esa es la utopía moderna, y ése es el programa de vida que nos propone cada día la televisión y la publicidad: ¿desea, y satisfaz tu deseo! Yo creo que el libro es un libro religioso, a mí me parece evidente aunque creo que la crítica no ha percibido este aspecto suyo, es tan extraño y extravagante hoy un libro que plantee lo relativo a la religión o la religiosidad…

MT: Es que es una obra muy barroca, en todos los sentidos: en esa religiosidad de auto sacramental, en los contrastes, ideológicos y estéticos, pero también en la estructura dialógica, en esa concepción teatral de escenario único y personajes que entran y salen de él.

SdT: El libro tiene una doble estructura, hay una acción que se desarrolla en el presente, a lo largo de dos días, y hay un relato que abarca casi un siglo. Y también, en consonancia, hay una forma casi teatral, dialogada, y hay otra que es más narrativa y, por momentos, cinematográfica. Creo que eso está condicionado porque cuando empecé a escribir pensaba en escribir una obra teatral y posteriormente cambié a escribir un libro narrativo, llamémosle novela, por llamarle de alguna manera. Aunque creo que el libro crea una forma propia. Pero, insistiendo en ese carácter de libro metafísico que le doy, hacia el final del libro creo que se ve que me acojo un poco a ese tópico del barroco que es que la vida es como estar en un escenario, una obra teatral. O una película, diríamos hoy. Aunque, claro, eso supone que la vida tiene sentido, que hay un orden, un argumento, que no es un caos sin forma, sin sentido, sin argumento. Los contemporáneos solemos creer que la vida es caos y carece de sentido, por eso digo que el libro es un libro antiguo, todavía cree en la vida con argumento y sentido. Al menos la del principal protagonista, el viejo, lo parece. En cambio la vida de los personajes secundarios que lo rodean, Nano y Celia, pues ya es más contemporánea, parece tener menos argumento, menos sentido, más desconcierto.

MT: ¿Cómo surgió la obra? ¿Cuál fue la idea inicial que acabó constituyendo Hombre sin nombre?

SdT: La idea inicial me vino de la experiencia personal, en los últimos años acompañé y atendí a un anciano hasta que se murió. Y de las temporadas de hospital, con la muerte siempre ahí, me vino la situación inicial. Pero, claro, un anciano muy mayor, cualquiera, de este país por fuerza tiene que haber sido testigo o protagonista de esa memoria colectiva que nos es negada. Digámoslo claramente, por miedo interiorizado ferozmente o por culpabilidad, nuestros mayores nos han infantilizado, nos han negado el conocimiento de algo terrible que ha sucedido aquí. Yo nací en pleno franquismo, en Enero del 56, y en un mundo autárquico, cerrado, hermético, inmóvil, paralizado por el miedo, un miedo silencioso, y el nacimiento de aquel mundo en que nací sucedió entre el 36 y el 39. En mi caso, en mi ciudad, en Julio y Agosto del 36. Y eso precisamente, el nacimiento, lo que generó aquel mundo en que nací es lo que me fue ocultado. A todos nosotros nos han tratado y nos tratan aún como a niños que no pueden conocer el mundo de los mayores. Ése es justamente el drama de la sociedad española, lo que explica su infantilismo profundo, su inmadurez. Y lo que le impide aprender del pasado, ¿cómo vamos a aprender del pasado si no lo conocemos? No sabemos qué pasó, no sabemos quién lo hizo.

Las Marías, o las Dos en Punto, eran personajes de la vida diaria en Santiago, dos mujeres locas que se creían jovencitas y que eran tratadas con burla pero también con cariño. Pero lo que no se decía, y lo que por fuerza ignorábamos los más jóvenes, es que aquellas dos máscaras escondían, además de una cierta locura, las miserias de la represión fascista. Eran de una familia de sindicalistas, los Fandiño, perseguidos, castigados, exiliados, y ellas mismas violentadas, torturadas y vejadas. La vida bajo el franquismo era toda una mentira, la vida personal, la vida familiar y la vida social. Bajo la apariencia de vida común se ocultaba la violencia y el horror. Texto: Suso de Toro – Foto: Anxo Iglesias

MT: ¿Cómo se vive el proceso de traducción de tu propia obra? Supongo que será costosísimo y que te ayudará a conocer mejor lo que has escrito.

SdT: Es muy cansado, pero el texto mejora mucho, mucho. Te das cuenta de fallos en la estructura de la narración, gana soltura el texto, lo pules y haces que funcione más suelto, más ligero. Realmente la traducción es un gran ejercicio para un escritor. Aunque mejor traducir libros de otros, eso sí, libros que admires, de los que aprendes. Pero en este caso, la parte más dura la cargó Belén Fortes, realmente yo lo que hice fue ponerle pegas, correcciones y leerlo por encima para apropiarme del texto, saber que era mío. Y así lo siento, el texto en castellano siento que es el mío, que son las voces de los personajes. Porque aquí no está mi voz. O, más bien, está la voz del autor, porque lo escribí yo,pero no está la voz del narrador, no soy yo quien narra, ni otro narrador, el texto del libro está formado por distintas voces. Solo oímos voces al leerlo.

MT: Creo que es la primera de tus novelas que está teniendo un seguimiento activo en la internet, no ya con iniciativas como la de David de Ugarte, sino con la difusión de críticas, comentarios y reseñas por toda la red, en bitácoras, periódicos y revistas. ¿Cómo estás viviendo la recepción del libro, tradicional y virtual?

SdT: Pues no tengo aún una imagen. Un libro es una cosa distinta a lo que se genera en la Red, el libro es más lento, va más despacio su avance y su efecto. También pretende durar más. Quizá lo que caracterice a la Red sea el tiempo presente, la instantaneidad y en cambio el libro, sobre todo, la obra literaria busca trascender el presente y durar. De hecho en mí hay una contradicción profunda entre ese ser muy de mi tiempo, ser ansioso, vivir con intensidad el presente, utilizar incluso la Red, aunque poco, y todavía ser un escritor que se acoge a eso de la búsqueda de inmortalidad. O si no es inmortalidad, sí a superar el tiempo de mi vida personal, a que tu obra te sobreviva. Hay una frase de Séneca, el hijo, que recoge Quevedo en un soneto, lo de que leer es “dialogar con los muertos”. Todo esto viene a cuento de que lleva tiempo ver el efecto de un libro, a veces un libro actúa por debajo como un Guadiana y su efecto se ve más adelante. Yo comparo algunos libros incluso con cargas de profundidad, que bajan al fondo y no se sabe bien lo que ocurre debajo, pero si pillan a un submarino luego aparecen en la superficie restos. Es un ejemplo un poco bruto. Lo que sí percibí es una cierta resistencia en algunos críticos, primero reconocían explícitamente la ambición del libro y el haber conseguido lo que pretendía y a continuación le ponían peros. En mi opinión hay como una reacción ante un libro de envergadura que les llega de un autor del que no lo esperaban. Es decir, el mundo literario español tiene un orden imaginario y este libro cuestiona ese orden. Coño, un señor de Santiago, al que no conocemos por aquí, que parece un poco salvaje y que además escribe en gallego y va y nos llega con esto…A lo mejor estoy equivocado, pero tengo mis razones para pensar en algo así. De todos modos confío tanto en la fuerza literaria del libro que creo que va a durar. Se verá, claro.

LdN | 14 de septiembre de 2006

Comentarios

  1. Alfredo Ferreiro
    2006-09-19 02:52

    Fantástica entrevista, desde luego, tanto por lo dicho como por lo preguntado.


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