Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.
Un año más, la llegada de agosto lleva consigo un cambio en estas columnas, pasando de todo lo demás para dedicarle una temporada a un tema concreto e intentando hacerlas de una longitud menor. ¡Todo por vosotros, silentes lectores!
En años anteriores repasamos miniseries o realities infames, como podéis ver en el Índice de esta columna, que acaba de ser actualizado para facilitaros las cosas. Éste toca volver a la ficción para complementar los artículos sobre Doctor Who, con una mirada a las series que sufrían un doble castigo como villanas y víctimas, aquellas que colocaba la ITV para tratar de combatir a la serie y que, generalmente, acababan sucumbiendo al clásico.
Como, al fin y al cabo, la finalidad de esta columna es divulgativa —y no tengo intención de enrollarme demasiado—, he pensado que es mejor dejar fuera los rivales estadounidenses. Da igual que Star Trek sea la única serie de ciencia ficción que pueda oponerse por influencia y duración a Doctor Who, sería injusto dedicarle sólo una columna, y de Buck Rogers en el siglo XXV ya habrá otra ocasión para hablar. Incluso entre series inglesas como The Prisioner, de la que, todo sea dicho, hay gente que ya ha escrito mejor y mejor, sin contar con que se emitía los jueves, no los sábados, invalidando ese concepto de oposición que, por eso mismo, impide que haya series de la BBC en este lío.
Como la intención de estas columnas agostinas es ser cortas, vamos ya con la primera serie elegida, más por ser la primera rival del Doctor que por los criterios para las próximas semanas. Y es que Emerald Soup llevaba en emisión desde el 9 de noviembre de 1963, como ejemplo de programa infantil o juvenil —si bien su creador, Bill Bain, decía que era una serie familiar centrada en los niños— y una trama que seguro que hace que muchos sepan encuadrar con rapidez qué tipo de historia se estaba contando: Unos chavales de un pueblecito costero descubren que unos científicos están haciendo pruebas radiactivas en unas cuevas cercanas y decidirán detenerles antes de que ocurra algo peor. Salvo porque quizá ya ha sucedido. Y porque hay tres recién llegados sopechosos en el pueblo que parecen estar tras ese descubrimiento…
Parte del invento consistía en ofrecer un producto que poder vender a Australia, país del que era originario Bain y del que aprovechó ideas para hacerlo menos de campo, más de playa y, ya de paso, traerse a buena parte del reparto.
Concebido como un entretenimiento familiar con moraleja ecológica, no llegó a tener segunda temporada y se encuentra entre las muchas viejas series cuya totalidad se haya perdido; parece que nadie estuvo muy interesado en guardarla.
Pero tranquilos, el resto de semanas os sonarán más, y serán revisitables.
2013-08-05 13:44
O sea, que esa no es Children of the Stone, la del padre y el hijo que se mudaban al puebliro de Stonehenge y descubrian una trama a lo Ultracuerpos de Stepford. Ni aquella australiana de los Willbeforce, los vecions alienos chungos.