Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.
No se me ocurre ningún motivo que pudiera hacer pensar de manera prejuiciosa que la serie Bates Motel, anunciada como precuela de Psicosis y sus múltiples secuelas, pudiera llegar a ser de algún interés.
Ya había antecedentes. En 1987 se estrenó el piloto —y ahí se quedó, así que consideradlo si lo preferís un telefilme— de… Bates Motel. Que en este caso no servía como precuela sino como continuación de Psicosis, ignorando todo lo que se vio en Psicosis II y Psicosis III. Algo obvio dado que la serie arrancaba en el sanatorio en el que aún permanecía encerrado Norman tras los sucesos de la película original, seguía con su muerte y con un nuevo protagonista, Alex West, interpretado por Bud Cort, un compañero de psiquiátrico que heredaba el motel para descubrirlo abandonado y quizá poseído por el espíritu de Bates. Norman no era interpretado aquí por Perkins, al que no le gustó nada la idea de la serie y la boicoteó todo lo que pudo. Aunque tampoco tuvieron que esforzarse demasiado. Ante las dudas sobre la serie la cadena NBC decidió probar a emitir el piloto antes de ordenar capítulos. La mala audiencia hizo el resto. Aunque Psicosis IV, de nuevo con Perkins, se realizaría directamente para televisión.
En esta película de 1990 para Showtime, cable al fin, la parte más importante eran los flashbacks al pasado de Norman en los que contaba su relación con Norma, su madre. Algo que permitía a la película soslayar en parte las secuelas, en parte presentarse más como un drama familiar que como una historia de terror.
Así que, ¿cómo iban a hacerlo en esta nueva Bates Motel para ofrecer algo diferente? Pues yendo directamente a la precuela y, a continuación, dando un par de giros al asunto. El primero de los cuales es el del momento en que ocurre la acción. La manera de vestir de los protagonistas, su coche, la decoración de lo poco que vemos de su casa, todo está pensado para que parezcan habitantes de los años ’50. De manera que nos choque enormemente ver a Norman escuchando música de su móvil. Y la progresiva aparición de gente vestida a la moda actual, coches último modelo y ordenadores. Sí, pese a lo que parece indicar el inicio de la serie esta precuela es actual. Más aún, nos muestra a un nuevo personaje de la familia Bates, distinto de la Tía Emma que conocimos en las continuaciones, aunque no sería de extrañar que acabara apareciendo también en la serie, pero de momento tenemos a Dylan Massett, hijo de Norma y hermanastro de Norman. Podríamos decir que es un buen chico con problemas pero ese es precisamente uno de los puntos de partida de la nueva serie: La gente no es mala intrínsecamente.
El juego de la serie, que da sentido a las dos decisiones complicadas, la de hacerla con el nombre y la de cambiar cosas, es que usa la película original como un muro en el que chocar o hacer rebotar nuestras expectativas. Con la promesa de que en algún momento acabaremos teniendo lo que vemos en la película se nos puede hablar de un proyecto para una carretera que se aparte del pueblo o de taxidermia y así imaginar cómo puede terminar el asunto. Del mismo modo asumimos que los Bates terminarán como allí les vimos y eso sirve para modificar nuestra percepción sobre ellos y su relación, determinados momentos de intimidad madre-hijo se vuelven más sucios que Motherboy XXX pese a que los personajes se nos muestren no como peligrosos criminales sino como gente con problemas y muy poco juicio.
Los Bates se ven envueltos en un asesinato la primera noche que pasan en su nuevo motel, Dylan se pondrá a trabajar como vigilante de un enorme campo de marihuana, Norma tratará de manipular al Sheriff y sus ayudantes y discutirá con los extraños clientes heredados, y Norman… Norman llevará lo más cercano a la vida de un chico de su edad que se puede ver en las series americanas actuales: Asesinatos, problemas sentimentales, mujeres atadas a postes, secretos, mentiras y mucho meterse en donde no le llaman.
De manera que también podemos verla como una serie con desarrollo inspirado por el de Pretty Little Liars —como punto de referencia, que de estas series también ha habido y habrá, claro— que usa la mitología propia de Psicosis para darle interés a la serie.
Lo logra no sólo con ese juego de nuestras expectativas mediante ecos del futuro y de modificar nuestro punto de vista sobre las situaciones gracias al conocimiento que creemos tener del mismo, también porque deciden jugar una de las bazas más importantes de la actualidad: La locura. No la mental, claro. Eso entraría en los ecos al futuro. Me refiero a los giros de guión que son más bien volantazos, a la falta de mesura para introducir tramas, por disparatadas que suenen — ¿He mencionado ya a las mujeres atadas a postes?—, y para hacerlas avanzar y terminar, abruptamente si fuer necesario, cuando mejor les parezca a los guionistas, sin molestarse en seguir una lógica de arcos argumentales largos y cortos.
Precisamente por esto resulta tan interesante para mí la serie. Pese a que está muy lejos del brillante aspecto visual del que Bryan Fuller le ha sabido dar a Hannibal y de la inventiva con la que lo introduce en sus tramas, la capacidad de Fuller choca contra unos guiones extraordinariamente convencionales.
Por contra en Bates Motel es la fuerza de los giros despepitados, el hacer lo que les da la gana y, todo hay que decirlo, unas interpretaciones notables gracias a tener por secundarios a Nestor Carbonell o Jere Burns entre otros, a que Freddie Highmore no sabemos bien a qué juega en su versión de Norman Bates, a un tiempo intensa y subactuada, pero, sobre todo, a una Vera Farmiga extraordinaria en su papel de Norma Bates que puede ser tan manipuladora como una gran dama de culebrón y tan desquiciada como una mujer desesperada. Sin duda su presencia y actuación componen a un personaje que debería ser villanesco pero que resulta fácilmente comprensible, comiéndose la serie constantemente.
Todo lo cuál ha servido para que una serie que no me parecía interesante a priori, con un punto de arranque que era abiertamente sospechoso para mí y que acometía la titánica tarea de adaptar un gran clásico, algo para lo que no parecía existir justificación ni necesidad, haya sabido dar desde el principio con una voz propia que funciona a ambos niveles, para mi sorpresa, y crear una serie imposible de dejar de mirar, para mi ilimitado asombro.
Veremos la próxima temporada si se atreven a seguir hacia delante con esta locura, yo espero que sí, pero mientras tanto pueden darle una oportunidad si buscan una serie cuyo propósito principal es jugar con nuestras expectativas y lograr que exclamemos al menos cuatro veces por capítulo, ¡¿Pero qué están haciendo?! , y sin necesidad de sobre-exponerse a las duchas.