Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.
El cambio del Doctor de William Hartnell a Patrick Troughton estaba pensado para pillar a los espectadores por sorpresa, aunque no había tantos por pillar como los picos de audiencia de la tercera temporada podrían haber hecho sospechar. Pese a la Dalekmanía, la irregularidad de la última temporada se acentuó por los cambios de jefe de guionistas y de productor, así como por los problemas de salud de Hartnell, cada vez más avanzados.
De manera que cuando Innes Lloyd llegó al cargo de productor al final de la anterior temporada, en mitad de The celestial toymaker, decidió que había que tomar medidas para salvar la serie aunque fuera a costa de muchas de sus particularidades. Lo primero que iban a perder era el personaje adolescente que habían ido encarnando Susan, Vicki y Dodo. Jóvenes casi asexuadas pensadas para ocupar un puesto en el que los pequeños espectadores se identificaran y a los que el resto de personajes tuvieran que explicar las cosas.
Y el siguiente objetivo fue el propio Doctor: su frágil salud le hacía perderse cada vez más grabaciones y su mala memoria, incluso cuando se podía disfrazar como en los nombres cambiantes que usaba con Ian, creaba todo tipo de problemas en unas grabaciones que tenían poco margen para las repeticiones. Además Hartnell empezaba a estar cansado de su trabajo, con lo que no puso objeción alguna al cambio ni a interpretar un serial entero para ser reemplazado al final. El primero de la temporada, The Smugglers, uno de los que peores datos de audiencia tendrá a lo largo de la serie, había sido grabado al final de la temporada anterior para tener preparada una primera serie cuando empezara la siguiente. De modo que Hartnell sólo tuvo que rodar ése, The Tenth Planet, en el que Innes Lloyd presentaría a los Cybermen y con ellos otra de sus obsesiones para con la serie, lograr unos villanos recurrentes y de éxito al estilo de los Daleks.
Durante meses buscaron un sustituto con la idea de hacerlo lo más distinto posible del Doctor de Hartnell; buscaban un giro hacia un personaje bonachón y descuidado, con mucho sentido del humor, incluso le dieron un gusto inicial por los disfraces y las falsas identidades que le colocaba entre Sherlock Holmes y La Pimpinela Escarlata. El elegido fue un actor de teatro y televisión especializado en pequeños papeles, aunque con algún protagonista también a sus espaldas: Patrick Throughton.
Tras el primer encuentro con los mortíferos Cybermen el Primer Doctor afirma al final del serial que “Este viejo cuerpo mío esta quedándose algo escaso” (mi libre traducción de “This old body of mine’s wearing a bit thin”) antes de acabar en el suelo de la TARDIS y renovarse (aún faltarían algunos años para que se llamara a lo sucedido regeneración) ante las atónitas miradas de Ben y Polly. Y si bien Polly reconocerá que se trata del Doctor muy pronto, Ben —y con él los telespectadores— permanecerán recelosos de ese extraño que ha ocupado su cuerpo. Aunque para no dejarles mucho tiempo para pensar y evitar la huida en masa, su primer serial propio sería The Power of the Daleks, con el regreso de sus clásicos enemigos, escritos, por primera vez, por un guionista diferente a Terry Nation. Sería pura rutina de no ser por este cambio que permite al Doctor hacer el tonto con libertad, para mosqueo de Ben. Y también dos Daleks que parecen haber revivido para ayudar a los humanos —sí, luego reutilizarían este argumento más veces— aunque no es mucho más lo que podemos contar porque uno de los principales problemas del Segundo Doctor es la enorme cantidad de episodios desaparecidos que tiene.
Durante los años sesenta —como comentábamos en la anterior columna— una de las costumbres de la BBC era reutilizar las cintas para grabar un programa nuevo encima de los antiguos; sólo algunas lograban salvarse, igual que sólo algunos programas lograban verse con una copia en 16mm usada para comerciar con países de la Commonwealth interesados en emitir las series de la BBC. Debido a esto, algunos capítulos y seriales del Primer Doctor están desaparecidos. También algún capítulo de los inicios del Tercer Doctor lo estuvo, o sólo se encontraba en blanco y negro, pero en quien más se nota es en Segundo Doctor, que no tiene ni una sola temporada completa y sí alguna, como su segunda, en la que no hay ni un sólo serial con todos sus capítulos. Por suerte, como con Hartnell, las fotos de producción y otros restos —guardados también aquí por el fenómeno fan — permitieron generar recreaciones que parecen casi telenovelas invertidas. Pero algo es algo.
La historia del Doctor seguiría evolucionando con el siguiente serial, The Highlanders, que tendría dos puntos de importancia para la serie. El primero es la aparición de Jamie McCrimmon, interpretado por Frazer Hines, como un highlander que se convertirá en uno de los más populares compañeros del Doctor, posiblemente sólo en competencia con el Brigadier y el Capitán Jack. Jamie es un joven de veintipocos, de corazón noble, idealista y fiel. Pensado para ser acompañante sólo unos pocos capítulos, el éxito del joven, eternamente enfundado en un kilt, hizo que permaneciera durante toda la época de Troughton como Doctor. Entre los ejemplos de su éxito e influencia está el reconocimiento por parte de la autora estadounidense Diana Gabaldon, quien concebiría su muy exitosa serie de novelas Forastera —sobre una enfermera de la Segunda Guerra Mundial que viaja en el tiempo hasta las highlands y allí encuentra la aventura y el amor de la mano de un highlander llamado… ehem … Jamie— inspirándose en estos episodios.
Por otro lado, sería la última vez en años que se emitiría un serial puramente histórico en Doctor Who. A partir de aquí las historias con finalidades educativas, que Lloyd había encontrado como uno de los problemas de la serie con un público que prefería buscar historias con un contenido de Ciencia-Ficción, desaparecerían. No la ambientación histórica, sino sólo el tipo de narración que en ellas se desarrollará. Hasta 1981, con Black Orchid, no volvería a verse una serie en la que lo único fantástico fuera la presencia de los protagonistas y la TARDIS.
Su siguiente viaje, The Underwater Menace, ubicado en la Atlántida y que cuenta la lucha contra un científico que planea usar la civilización arcana para destruir la Tierra, causaría auténtica conmoción al provocar un nuevo enfrentamiento con los que consideran que la serie debería tener un tono más infantil, debido al final del primer capítulo en el que Polly es obligada a entrar en una sala de operaciones en la que planean convertirla en una mujer pez. Una vez más llovieron las cartas, en esta ocasión incluso de profesionales sanitarios que hablaban de los problemas para operar a niños tras este capítulo. La BBC respondería que el contexto de fantasía debería hacer que los niños se asustaran pero les quedara claro que todo era falso; sus estudios demostrarían que, aunque los niños pudieran aterrarse con la serie, era algo que les encantaba.
En estos momentos Innes Lloyd juzgó prudente comprobar el éxito de los Cybermen repitiendo aparición y casi esquema con The Moonbase, una historia de infiltración que sería una de las marcas de la casa en estas temporadas, la historia del tipo Amenaza y Desastre, que incluiría el enfrentamiento con una raza extraña con aviesas intenciones. Algo que en el contexto de Guerra Fría tampoco debería sorprendernos mucho.
Estos villanos deben su existencia al Dr. Christopher Magnus Howard Kit Pedler, el asesor no oficial de la etapa de Gerry Davis como jefe de guionistas, quien los crea a partir de su propio miedo a la deshumanización tras sucesivos trasplantes. De modo que, junto a esa lectura como antiguos pobladores del planeta gemelo de la Tierra, Mondas, que a fuerza de modificiaciones han pasado de ser humanos Mondianos a ser Cybermen, abrazando la lógica y perdiendo la individualidad —en su primer seríal aún tenían nombres que les diferenciaban, en este pasarían a adoptar las distinciones sólo por el cargo—, era algo más que una alegoría de lo que ocurría al otro lado del Muro de Berlín. Se trataba, en principio, de una crítica de los límites éticos de la medicina y una pregunta de hasta dónde podríamos llegar sin perdernos. De todas formas, las referencias al terror de la década anterior pasarían a ser parte importante de la serie.
Un ejemplo de lo anterior sería el siguiente serial, The Macra Terror, que se mueve entre referencias a las películas de bichos enormes como La humanidad en peligro (Them!) y sus versiones más baratas como Tarántula; a la vez, también, 1984 de Orwell con su omnipresente y asfixiante seguridad, sus mandatarios fantasma y sus lavados de cerebro, entre otras fábulas de distopías futuristas. Parece que para el final de la temporada están empezando a decidir cuál debe ser el camino a seguir. De igual manera que con The Faceless Ones, se librarían de Ben Jackson y Polly Wright para buscar un nuevo tipo de acompañante; sería en una historia de infiltración que, sin embargo, se resuelve con el Doctor comprometiéndose a ayudar a los alienígenas invasores a encontrar una solución para su problema. La temporada terminaría con The Evil of the Daleks que servirá para mostrar un aspecto más oscuro del Doctor, al que los Daleks tratan de usar para esparcir su Factor Dalek por la galaxia, y al que Jamie llega a creer dispuesto a colaborar con ellos, cuando en realidad sólo estaba manipulando tanto a sus enemigos como al joven gaitero. También sirve para introducir a una acompañante siguiendo unos estándares comerciales, pues pese a tratarse de una joven victoriana llamada —*cof*— Victoria, encuentran la forma de ir acortando cada vez más sus faldas y mostrarla en trajes más… reveladores. A su vez tendría que haber servido para terminar con los Daleks, al haberse probado la eficacia de los Cybermen como enemigos del Doctor. Así se quitarían de en medio las peticiones de su creador, Terry Nation, hacia los personajes y le permitirían licenciarlos en Estados Unidos o hacer con ellos lo que quisiera. Si bien en el último momento, y ante los pobres resultados de Nation en el mercado internacional, se decidió dejar una puerta abierta —como si esas cosas fueran necesarias en una serie fantástica— para que regresaran. También fue el serial en el que Gerry Davis terminó su andadura como jefe de guionistas.
Tras las pruebas de la anterior temporada parecía claro el camino a seguir. Incluso ante una posible marcha de Innes Lloyd, motivo por el cual el primer serial de la quinta temporada comenzaría con una historia producida por Peter Bryant, con Victor Pemberton tomando el puesto de jefe de guionistas brevemente, pues, tras su éxito, Bryant ocupará el puesto de guionista y Lloyd terminará la temporada como productor. Todo ello en una temporada marcada por dos ideas claras: contar historias inspiradas por clásicos del terror y la ciencia ficción, que tan buen resultado había dado con los Macras o en The Moonbase, y preparar un surtido de enemigos inolvidables del Doctor que pudieran funcionar de manera recurrente, tal y como habían sido hasta el momento los Daleks y los Cybermen. De manera que nos veríamos inundados por distintos enemigos nuevos que rápidamente volvían a aparecer si se demostraba su interés y con resonancias no por evidentes menos interesantes.
Precisamente The Tomb of the Cybermen serviría también como presentación del Cyber-Controller y de los pequeños Cybermats, auténticos bichos que usaban como esbirros menores, así como del planeta Telos. Pero todas estas novedades no son nada comparadas con el cambio de la narración respecto a anteriores encuentros, tratando en esta ocasión a los Cybermen como una civilización gracias a los viajes temporales. Es la unión de las fórmulas y estéticas de los seriales arqueológicos al más puro estilo Haggard —cuyo Quatermain está muy presente en todo momento— con el funcionamiento de la ciencia ficción como particular forma de terror. Un acercamiento que permite sacar lo mejor de los dos mundos en una de las grandes historias del Doctor Who clásico, una obra que sabe manejar lo mejor del pulp y en el que sólo algunas notas discordantes —como el progresivo uso de Victoria para nada que no sea chillar muy fuerte, tan alejada de Barbara estaba— entorpecen el enorme disfrute. Quedaba claro que Bryant sería un productor competente.
A continuación The Abominable Snowmen, con Innes Lloyd de nuevo a los mandos, sirvió para empezar a introducir a la hornada de nuevos enemigos, modificando en parte la apariencia del segundo doctor, sus manierismos holmesianos como disfrazarse, probarse extraños sombreros o tocar la flauta dulce y su latiguillo Oh my giddy aunt!, para pasar a un Doctor algo más serio, rodeado de mortales enemigos y que solía repetir: ¡Cuando diga corred, corred! ( When I say run, run ! ) presentándonos a la Gran Inteligencia y a sus sirvientes robotizados, los Yetis —sí, cuando dicen Snowmen aunque se refieran al Yeti siempre acaba apareciendo la Gran inteligencia—, a la vez que recuperaban ideas ya vistas en The abominable snowman de Val Newton o en la adaptación de The creature que hizo el guionista de la saga Quatermass, Nigel Kneale. Quizá la mayor sorpresa sea precisamente que el enemigo a batir no sea como parece desde el principio el Yeti sino una inteligencia extraterrestre incorpórea que puede habitar en cualquier persona, algo que se explorará con mayor cuidado en siguientes apariciones.
Los siguientes enemigos en aparecer dan nombre a su serial de presentación, The Ice Warriors, una mezcla que reúne trozos de El enigma de otro mundo (The Thing from Another World) entre su versión fílmica producida por Howard Hawks y el original de Campbell Jr., para amplificar la idea con rastros de un posible invierno nuclear que en aquel momento no parecía tan descabellado, haciendo que la base científica se convirtiera aquí en la Tierra sumida en una nueva Edad del Hielo y que las discusiones científicas se pudieran interpretar incluso en clave de política de bloques. Los famosos Ice Warriors, por su parte, serían otros de los mortíferos enemigos del Doctor, mitad armadillo, mitad Godzilla, que habían viajado a la Tierra —donde se había encontrado a uno de ellos—, con el fin de conquistarla tras haber dejado Marte seco.
Quizá para compensar tanto despliegue de monstruos, el serial The Enemy of the World se ocuparía de un científico loco especializado en manipular el clima; un recurso habitual esta época, pues venían de usar ese truco los Ice Warriors, meses después de que en The Moonbase también apareciera, con la diferencia de que aquí Patrick Troughton interpretaría un papel doble interpretando también al villano, de manera mucho más amplia que cuando Hartnell interpretó brevemente al Abad de Ambroise en The Massacre of St Bartholomew’s Eve. También fue la primera vez que un serial del Doctor Who aparecería a todo color en la portada del Radio Times, aunque en realidad dentro hubiera un artículo que aprovechaba la reciente aparición de los Ice Warriors para presentar El monstruoso mundo de Doctor Who (The Monstrous World of Doctor Who). Por lo demás, un serial con pocas complicaciones que sería, además, el último trabajo de Innes Lloyd como productor antes de cederle el mando a Peter Bryant.
Ya con Bryant y Derrick Sherwin ocupando su puesto como jefe de guionistas llegaría otra de las grandes historias —lamentablemente ahora perdida en su casi totalidad— llamada The Web of Fear. En ella aparecería por primera vez Aistair Gordon Lethbridge-Stewart, en aquel entonces con rango de Coronel. Pero, sobre todo, nos traería una trama con poderosas resonancias a ¿Qué sucedió entonces? (Quatermass and the pitt) con el regreso de la Gran Inteligencia y sus Yetis, esta vez en el metro de Londres, con Charing Cross tomando el relevo a Hobbs End. Su buena fama sólo puede comprobarse mediante reconstrucciones o la versión novelada al haber sobrevivido sólo uno e los seis capítulos, una lástima.
La vida fuera de Doctor Who y las series que la competencia le enfrentaba tendían a convertirse en auténticos retos, tanto con la emisión de Perdidos en el espacio como con otras series de ciencia ficción provenientes de Estados Unidos, tales como Star Trek, e incluso la popularidad de Los Vengadores o de la extraña Adam Adamanta Lives!, junto con la progresiva pérdida de poder de Sydney Newman de la BBC, hicieron tanto deseables como posibles algunos cambios, de modo que en Fury from the Deep aprovecharon para librarse de Victoria Waterfield, aunque en un irónico giro de acontecimiento serían sus gritos los que sirvieran para destruir al enemigo de turno. Pero, sobre todo, sirvió para presentar un aparato que con su técnica avanzada parecía el tipo de cosas que Newman había prohibido desde el primer momento por servir para hacer magia en vez de solucionar problemas. Efectivamente, estoy hablando de la primera aparición de un destornillador sónico en la serie.
Como remate de la temporada estaría uno de los seriales más flojos de este Doctor, The Wheel in Space First, que sirve para introducir a una nueva compañera de aspecto más sexy y, teóricamente, más cercana a las heroínas de acción que empezaban a aparecer; pero la verdad es que la pobre Zoe Heriot (Wendy Padbury) se limitaba a llevar un traje ceñido y poco más, no ya porque estuviera muy lejos de las Cathy Gale y Emma Peel que Honor Blackman y Diana Rigg interpretaban en Los Vengadores, sino porque desde el principio su personaje se nos mostraba con poco recorrido, muy centrada en la ciencia pero con ninguna idea de historia y un desconocimiento casi increíble de razas extraterrestres. Unos fallos de formación para alguien pensada originalmente como contrapunto al Doctor que dejan claro desde el principio que esa idea de feminismo que implicaba el cambio era meramente cosmética. Por lo demás, la historia estaba pensada para rematar la temporada, mostrando el primer choque entre los Daleks y los Cybermen; pero las cosas con Nation seguían sin estar claras y, aunque se llegó a un acuerdo con él por el que se le ofrecería ser la primera opción para escribir cualquier serial protagonizado por los Daleks a cambio de volver a usarlos, para entonces Kit Pedler había presentado una historia de Cybermen completamente distinta. Por cierto, sería la primera vez que el Doctor usara como alias John Smith.
Hubo un intento de mejorar las cosas con una repetición alterada de The Power of the Daleks durante el parón entre temporadas, que se presentaba con imágenes de Zoe en la TARDIS tratando de aprender más de los enemigos y viajes del Doctor, viendo las imágenes mentales que éste le mostraba a ella y a Jamie de su último encuentro con los peligrosos alienígenas de Skaro.
El pobre final de temporada se tradujo en una audiencia baja para toda la siguiente, empezando por el formulaico primer serial The Dominators, en el que se introdujo un nuevo enemigo, los Dominators (como hábilmente habréis deducido). Su importancia es puramente accidental y sólo debida a que sus siervos robóticos, los Quarks, se convertirían en enemigos recurrentes de los cómics del Doctor Who que se producían en aquel momento. Por lo demás, incluía un canto a la beligerancia, convenciendo a los Dulcians que sólo lograrían resistir a los Dominators si luchaban, lo que era un ataque en toda la regla al pacifismo.
Mucho más original fue The Mind Robber, en el que los hechos a finales del anterior serial fuerzan al Doctor hacer que la TARDIS se mueva fuera del mundo real al mundo de la ficción. Empieza entonces un extraño relato completamente meta sobre lo escrito y las ficciones; una propuesta original que tuvo que ser alargada ante los problemas de The dominators, que perdieron por el camino un capítulo que acabaría ganando este relato. Así, tuvieron que sacarse un capítulo extra del material grabado, en un movimiento que molestaría a su guionista Peter Ling. Como curiosidad, esta excentricidad se convirtió en debate entre los que pensaban que se trataba de un serial más y los que lo veían como un sueño del Doctor que transcurría entre la anterior historia y la siguiente, dado que allí empezarían todos en las mismas posiciones que en éste.
Lo que quedó claro desde el principio era que la siguiente historia era importante para todos; así, Terrance Dicks pasaba a ser el jefe de guionistas —sí, es un puesto con mucho movimiento— y, además, se usaba como campo de pruebas para comprobar un nuevo estilo de historia centrado en la Tierra, a la vez que recuperaba una de las historias más famosas del Doctor, protagonizada ahora por sus nuevos archienemigos. Y es que The Invasion y su trama con los Cybermen invadiendo Londres remitía directamente a ese The Dalek Invasion of Earth que tanto había hecho por la popularidad de los saleros malignos. Además traía de vuelta a Lethbridge-Stewart, ahora en su puesto de Brigadier, que conservaría para el resto de la serie. Y con el Brigadier llegaba, por supuesto, UNIT: La United Nations Intelligence Taskforce, que era una organización de enfrentamiento ante lo extraño, fundamentalmente los numerosos extraterrestres que estaban tratando de invadir la Tierra recientemente. Por cierto, con ambos llegaría John Benton, otro secundario recurrente de la época UNIT.
En cuanto a los villanos de la historia, los Cybermen ofrecían como mayor innovación un aspecto en el que se mantendrían fijos durante casi 15 años —claro que también tardarían unos 6 años en volver a aparecer—. Lamentablemente, la historia original de cuatro partes se fue expandiendo sin control cuando el siguiente serial fue eliminado y hubo que ocupar su hueco. Esta hipertrofia, similar a lo ocurrido con otra historia de los Daleks, su Master plan, le hizo un flaco favor a las ya de por sí problemáticas audiencias. Y, más aún, pese a ser una prueba de capítulos baratos centrados en la Tierra, acabaría siendo el más caro de los seriales durante años. Otro ejemplo de adaptación sería la figura del villano Tobias Vaughn, más cercano a los que se podían encontrar en los supervillanos de las películas de James Bond.
Dicks sería aún jefe de guionistas durante la primera historia, The Krotons, la primera contribución de uno de los autores clásicos para Doctor Who, Robert Holmes, que a su vez era lo más destacable de un serial que dejaba notar un cansancio general. Dicks aún continuaría como jefe en otra historia antes de devolver el puesto a Derrick Sherwin, tras acabar con The Seeds of Death, una historia de la que teóricamente se ocupaba Brian Hayles pero de la que acabaría siendo despedido. Dicks pasó a ocuparse él mismo de la historia, incluyendo una llegada de la flota marciana y eliminando una trama de hipnotismo que no parecía llegar a ninguna parte y cuyo mayor interés radicaba en los intentos de mejorar los efectos especiales y ofrecer tomas distintas y más arriesgadas. Se trataba del regreso de los Ice Warriors, que trataba de recuperar esa sensación de terror de los años cincuenta, pero ahora con pocos resultados. Se dice que Frazer Hines había manifestado su intención de marcharse y solo la intercesión de Patrick Troughton lo evitó con la promesa de que esa sería la última temporada para ambos.
Ya con Derrick Sherwin como jefe de guionistas, Robert Holmes entregó un curioso western sci fi en The Space Pirates, un simple entretenimiento antes de lo que acabaría siendo el plato fuerte de la temporada: el final del Segundo Doctor. Sherwin pasaría a partir del siguiente serial a ocupar también (y a la vez) el puesto de Productor.
En esta ocasión el serial era algo más que una historia, pues en The War Games vemos dos partes bien diferenciadas: en la primera el Doctor llega con Jamie y Zoe a un planeta en el que distintas tropas de la historia de la Tierra se están enfrentando: romanos, griegos, combatientes de las guerras de Crimea, la de Secesión Americana, la Inglesa, la Mexicana, la de la Independencia española, la de los Boers, la de los Treinta Años, la Ruso-Japonesa o la Primera Guerra Mundial, entre otras. Detrás de esto estaba un nuevo Amo del Tiempo, conocido como The War Master —y sin relación con The Master, que os veo venir— que parecía decidido a conseguir descubrir cuál era el ejército definitivo para usarlo en sus planes de invasión del universo. Tras un par de intentos, el Doctor se descubriría incapaz y decidiría un movimiento realmente sorprendente, usando una extraña caja blanca para enviar un mensaje.
Aquí empezaba la segunda parte, pues la caja es una forma de comunicación con Gallifrey —aún no con ese nombre— para que los Time Lords lleguen a poner orden, deteniendo los planes del renegado y enjuiciando al otro renegado. Al Doctor, vaya. Porque recordáis que el Doctor se había montado en la TARDIS y se había largado sin decir nada a nadie. Aún no se explicaría mucho más tras esa huida, debido a que los Time Lords estaban muy ocupados echándole un sermón sobre la no intervención, que pronto sería llevado por el Doctor a los terrenos de la necesidad de luchar ante la aparición de un gran mal, entre los que se encontraban Daleks, Cybermen, Yetis, Quarks o Ice Warriors. Al final decidirían que, si tanto quiere a la Tierra, que se case con ella. Perdón. Que se quede allí. Exiliado. Con la TARDIS como casa y punto de contacto pero ya sin ningún poder de traslación y sus compañeros del momento devueltos cada uno al punto en que se unieron al Doctor, sin más recuerdo de él que la primera aventura que vivieron a su lado, como si no hubieran aceptado nunca emprender ese viaje.1
El último episodio de la temporada se emitió el 21 de junio de 1969; sólo un mes después, el 21 de julio, la nave Apolo XI, y con ella la Humanidad, llegaba a la Luna abriéndose la puerta al Universo. Al Doctor le habían dejado en la Tierra dándole con esa misma puerta en las narices.
1 Al menos en principio, se ha hablado siempre de una elíptica Season 6B con el Segundo Doctor y Jamie durante la que encontrarían al Sexto Doctor y anterior al cumplimiento pleno de la pena, pero de eso hablaremos en otro momento.
2013-03-18 15:20
Cambiar a la compañera por una menos infantil y asexuada hizo bajar mucho la audiencia en el Vaticano, imagino.
2013-03-18 19:12
Tal vez no he sido muy claro. Lo que hace Innes Lloyd es eliminar a las jóvenes asexuadas cuyo rol era ser el centro de las explicaciones y ponerse solitas en peligro. En su lugar la acompañante femenina que en el caso de Barbara era plenamente capaz y parte de los que explicaban asumiría ese rol.
De hecho, hay una sexualización paulatina, dentro de lo que permiten las actrices inglesas, que se puede ver en el cambio que va de Polly a Victoria, esta misma durante las temporadas lo sufriría y acabaría incluso señalándolo —su cambio de vestimenta que lograba combinar un aire victoriano con prendas más reveladoras— de manera completamente meta y, a su vez, el cambio de esta por Zoe y sus catusits.
La verdad es que la historia de las mujeres y su tratamiento en esta serie es parte importante e interesante de la misma. Con aciertos como Barbara y luego Sarah Jane o Romana —y el caso especial de Ace—, con puntos habitualmente discutidos como las acompañantes de Pertwee, Jo o Liz, o como la de Leela o Tegan, de las que ya hablaremos, y con puntos tan definitivamente oscuros como esta Zoe o Peri.
Como decía antes, es uno de los aspectos que iremos viendo y comentando en estas columnas.