Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.
Michael Barry, Jefe de Series Televisivas de la BBC, había dimitido. Para cubrir su hueco llegó Sydney Newman, de quien ya hemos hablado , que tenía varias ideas, puestas ya en marcha en su etapa para la rival/subcontrata de la ITV conocida como la ABC.
Newman había apostado por modernizar y mejorar el teatro filmado que era la televisión a mediadios de los cincuenta. Había metido junto a las obras de teatro sobre la clase alta, despreocupada, reflexiones y elementos de preocupación social que habían permitido popularizar la televisión —que hasta 1958 no sobrepasaría en número de público potencial a la radio— a la vez que no lo había hecho tirando de los bajos instintos, sino ofreciendo calidad. Una calidad que la gente estaba dispuesta a buscar. Su propuesta obligó, a su vez, a que el resto de rivales del patio catódico decidieran apostar por esa calidad y refinamiento. Es, por tanto, este canadiense uno de los principales culpables de la alta calidad en la ficción británica televisiva.
Y, sin embargo, para cuando llegó a la BBC todo parecía en marcha para producir Doctor Who. O, mejor dicho, para producir la serie que acabaría siendo Doctor Who, pero que no acababan de concretar y mucho menos cuajar. Volvamos un momento hacia atrás en el tiempo, apenas unos meses. Antes de que Barry dimitiera. Porque, precisamente, debemos preguntarnos, ¿por qué tuvo que dimitir?
Como hemos mencionado unos, digamos, dos millones de veces desde que comencé a escribir estas columnas, la BBC empezó a tener un rival comercial en 1956 con la aparición de la ITV. La ITV apostó por hacer lo mismo que la BBC pero mejor y comenzó poco a poco a comerle terreno. Cuando Sydney Newman llegó desde la CBC canadiense hasta la ABC en 1958, pulió más aún esas diferencias dando voz a los Jóvenes airados en el programa fundamental de la época, el Armchair Theatre. Newman exigía obras inéditas para televisión, que además debían ser de calidad pero, fundamentalmente, debían atraer al público prometiéndoles algo que no pudieran conocer de otro modo. También en el resto de programas les estaban rom… les superaban con amplia ventaja. La inventiva se buscaba y no había miedo a derivar series de premisas convencionales a un progresivo enloquecimiento controlado, como pasó con Los Vengadores. En consecuencia, la BBC hacía aguas por todas partes, enfrentado a un enemigo que no entendía, sin saber bien qué oponerle.
Por suerte para todos, los ingleses aman la documentación casi tanto como la cultura popular, y siempre hay alguno que, como James Chapman, está dispuesto a enterrarse en toneladas de papel para establecer cómo se hicieron las cosas. Siguiendo los descubrimientos de Chapman relatados en su libro Inside the TARDIS, podemos ver que fue esa superioridad de 2 a 1 de la ITV la que llevó en 1962 al Jefe de Entretenimiento Ligero Televisivo, Eric Maschwitz a proponer que la BBC debería buscar entre la ciencia ficción publicada para mejorar la sección de Ficción.
Al fin y al cabo, en la ABC a Sydney Newman estaba yéndole bien con Out of This World, una antología de adaptaciones de ciencia ficción al estilo del Armchair Theatre que se había buscado a Boris Karloff como nombre conocido para realizar las presentaciones, aunque luego adaptaran a Wyndham, Asimov o Simak entre otros. Pero ya volveremos a este programa también.
Los encargados de realizar este escrutinio entre lo publicado para ver si había algo adaptable fueron Donald Bull y Alice Frick, la pareja, que consultó con el secretario honorario de la British Science Fiction Association, Brian Aldiss. Decidieron que no había ningún autor moderno lo suficientemente bueno, le encontraron pegas a C.S. Lewis, Arthur C. Clarke, John Wyndham o Charles Eric Maine. El estudio terminaba recomendando el uso de guionistas televisivos y que se realizaran como seriales, señalando el enorme éxito de la saga de Quatermass o la de Andrómeda, que había visto su segunda historia (The Andromeda Breakthrough) emitida ese mismo 1962. La experiencia de la ABC con Out of this world, con más éxito de crítica que de público, les hizo recomendar que se buscara una historia con personajes fijos que realizaran una fidelización al espectador.
Un segundo informe fue encargado; sin embargo, en esta ocasión Frick trabajaría junto al guionista John Braybon para proponer cinco libros que se pudieran adaptar teniendo en cuenta una serie de premisas:
- Nada de Bug-Eyed Monsters. – Nada de robots metálicos protagonistas. – Nada de caras localizaciones fantásticas.
De las cinco finalistas tres — Eternity Lost de Clifford Simak, Pictures don’t lie de Catherine McLean y No woman born de C.L.Moore — fueron considerados como más problemáticos, centrándose las posibilidades en Three to conquer de Eric Frank Russell y Guardians of time de Poul Anderson.
Y hasta ahí llegó la búsqueda.
Al menos hasta que la llegada de Newman trajo nuevos profesionales y una reorganización de departamentos. A partir de ahora habría un Jefe de Ficción, que sería el propio Newman y que respondería directamente ante los Controllers de Programación de la BBC, Donald Baverstock y de Televisión, Kenneth Adam. A su vez él tendría tres secciones a su cargo que supervisaría directamente: Series, Seriales y Obras. Sería precisamente el Jefe de Seriales Televisivos, Donald Wilson, quien decidió rescatarla.
Buscaba un serial que funcionara mediante una emisión semanal por 52 semanas montada sobre la base de fidelización del espectador. Buscaba concretamente un programa que durara poco menos de media hora para poder encajarlo los sábados entre el programa deportivo Grandstand y el mayor éxito que la BBC tenía en ese momento, el programa musical Juke Box Jury.
De manera que puso a Frick, Braybon y al guionista Cecil Bunny Webber a buscar una historia que pudiera satisfacerle y cumpliera, además, todos los puntos conocidos; una labor educativa —que para algo eran una cadena pública— que les llevó a centrarse en dos posibilidades:
Braybon sugirió un grupo de científicos que llevara a cabo experimentos secretos para tratar de descubrir si algunos hechos misteriosos eran auténticos sucesos científicos, meras patrañas o había algo más que se les escapaba. La premisa no fue admitida para estas series aunque podríamos decir que es lo que dio lugar años después a la serie Doomsday.
En su lugar decidieron trabajar en lo que la serie debía tener. Como se ve en estas notas conceptuales sobre la serie que cita Chapman y que la BBC gentilmente colgó aquí.
Además de una audiencia general y la posibilidad de incluir cualquier tipo de historia de ciencia ficción, definen los cuatro personajes que debe incluir la serie. Sí, primero los personajes, luego la serie.
Los personajes infantiles no no atraen el interés de niños más mayores que ellos mismos. La heroínas jóvenes no atraen el interés de los niños. Los héroes jóvenes no atraen el interés de las niñas. De manera que el mayor interés común entre niños y adolescentes es logrado por:EL GUAPO HÉROE JOVEN.
(Primer personaje)Una heroína joven no atrae el interés de las mujeres adultas; nuestro joven héroe ya logra el de los chicos y chicas; por lo tanto debemos considerar a las mujeres adultas usando:
LA GUAPA HEROÍNA ELEGANTE DE UNOS 30.
(Segundo personaje)Los hombres son una parte importante de la audiencia de los sábados a las 5 (post Grandstand). Estarán interesados en el joven héroe; y para atraparlos firmemente deberíamos añadir:
EL HOMBRE MADURO, 35 – 40, CON ALGÚN “GIRO DE PERSONAJE”.
(Tercer personaje)Hoy en día, para satisfacer a las mujeres adultas, las figuras-paternales son introducidas entre los programas para fidelizarlas en tal cantidad que la TV empieza a parecer una Casa de Retiro: Introduzcámoslas aquí ad hoc, según nuestras historias lo necesiten. Podremos no tener niños protagonistas, sino personajes infantiles que puedan ser introducidos ad hoc, porque la historia lo requiera, no para interesar a los niños.
Sydney Newman escribió a mano debajo de este párrafo: Necesitamos un niño al que meter en peligros, que cometa errores.
Tras una serie de reuniones y discusiones se decide que, para igualar el marcador, sea una niña de unos quince años. Para favorecer la parte educativa se decide que los dos adultos sean profesores. Y será el cuarto personaje, el hombre maduro, el que los vertebre a todos. Y su nombre será… Doctor Who.
Misterioso, ¿eh? Eso espero, porque los guionistas no tenían ni la más remota idea de qué ocultaba. Y originalmente era incluso más ambiguo. La primera idea es que estos tres personajes le encontraran, que él asegurara no recordar nada, no sabía quién era, cómo se llamaba o de dónde venía. Sólo parecía que estaba huyendo de algo… ¿o quizá lo estaba persiguiendo? ¿Era realmente tan inocente como parecía? Los guionistas no sólo no tenían claro si era un viajero del tiempo, del espacio, de otra dimensión. Así que seguían trabajando en el resto de aspectos.
Al fin y al cabo, se había decidido que esta iba a ser la primera serie estrenada de la nueva BBC de Newman. Todo el mundo esperaba mucho de ella. Confiaban en que fuera un ejemplo y una piedra de toque y sobre ella se pudiera ver una clara intención de cambio.
De momento parecía que había algo claro. Los cuatro personajes viajarían juntos, los profesores lo serían de la adolescente y el anciano tendría alguna conexión desconocida con ellos. Pronto quedó claro que lo más sencillo era que la serie incluyera viajes temporales para así poder tratar de distintos momentos históricos. De hecho, el personaje de la profesora, provisionalmente llamado Lola McGovern y finalmente Barbara Wright, lo sería de Historia. A su vez, para los conceptos científicos el profesor, Ian Chesterton, lo sería de Ciencias. Por supuesto, esto incluyó una nueva regla a la serie: La Historia no se podía cambiar. Pero de eso ya hablaremos más adelante.
En Abril ya había un presupuesto exiguo; tanto, que hizo que Newman tuviera que rechazar una de las primeras historias sugeridas por considerar que no podrían afrontarlo. Incluso para la época la cantidad era muy ajustada y el departamento de producción iba a tener que hacer auténticos esfuerzos para poder sacar adelante el programa, aunque fuera mediante el uso de los trucos más baratos que se les pudiera ocurrir; un problema que estaba ahí para quedarse. Además, los departamentos técnicos de la BBC consideraban que intentarlo siquiera era ya una locura. sobre todo porque Donald Baverstock , el Controller de Programación de la BBC, estaba abierta y vocalmente en contra, quizá debido a la loca pretensión de que se pidieran 52 episodios, a razón de uno por semana durante un año. O quizá por tratar de renovar la televisión mediante la ciencia ficción, pese al precedente de Out of this world. ¿Quién puede estar seguro? Y, si podía, ponérselo difícil, destinándoles al peor estudio de la casa para realizar las grabaciones, tan malo que no cumplía los requisitos mínimos que David Whitaker, el Supervisor de Guiones, consideraba que necesitaban ninguna de sus historias; o a impedir que consiguiera la publicidad de una portada en el Radio Times, el magazine de información sobre la radio y televisión que la BBC venía publicando desde 1923.
En cualquier caso, el mal ambiente hizo huir a las primeras elecciones para el puesto de Productor de la serie. Ni Don Taylor —parte de la vieja guardia de la BBC y absolutamente snob, al que Newman ofreció el puesto para limar asperezas— ni Shaun Sutton, que venía de la sección infantil de la cadena, aceptaron el puesto, por lo que Newman pasó a ofrecérselo a su tercera opción, una persona de su confianza con la que había trabajado en el famoso _ Armchair Theatre_. Su nombre era Verity Lambert y su trabajo al frente del programa y a su favor demostró que Sydney había acertado por completo al confiarle la serie a ella.
Su capacidad de trabajo y visión es incluso más importante que el hecho de que fuera la única productora de la BBC en ese momento, y si bien se puede discutir si se la colocó por ser sacrificable por su limitada experiencia, lo que está claro es que ella acabó de modelar el programa. Por ejemplo en lo que respecta al público al que iba dirigido. Como declaró en una entrevista promocional en 1964 y recogió Chapman en su momento:
Tengo un firme punto de vista en el nivel de inteligencia que debemos tener como objetivo —me dijo enérgicamente—. Doctor Who aparece en un momento en que hay una enorme audiencia infantil, pero está pensada más como historia para toda la familia. Y, de todos modos, los niños hoy en día son muy inteligentes, por lo que no permito ningún guión que les tome por tontos.
Pese a lo cuál siguieron con la idea de que la adolescente fuera el punto débil. Aunque ya hablaremos con más extensión de los conceptos de sexo y clase en el Doctor Who, aquí el que fuera una mujer es poco relevante, ya que el hueco que iba a cubrir era el que en los tebeos de superhéroes solía corresponder a los jocosamente llamados boy hostage o target boy, es decir chico rehén o chico diana, siendo el más famoso Robin. Aquí lo compensaron haciendo que la profesora Wright fuera el personaje más fuerte y, posiblemente, interesante de las primeras temporadas. Pero de todo esto ya hablaremos en dos semanas.
Por contra, el personaje del Doctor seguía en desarrollo, aunque por lo menos tenían ya al actor para interpretarlo. Verity Lambert decidió que tenía que hacerlo William Hartnell, un actor maduro especializado en tipos oscuros o poco pacientes aunque, eso sí, con un retorcido sentido del humor. Y, si bien tenía 55 años cuando aceptó el papel, la fragilidad de su salud y la caracterización para la serie le hacían parecer incluso más mayor y duro. Tan duro era en las primeras versiones que debieron suavizar su carácter. Durante el primero de los seriales y parte de la primera temporada se notaba que los guionistas aún no sabían cómo de insufrible tenía que ser o si tenía oscuras motivaciones tras sus actos. De manera que algunas de las secuencias que quedaron permiten dudar de si se trata de alguien que quiere evitar males mayores o si está disfrutando con la violencia y destrucción… Hasta el punto de que tuvieron que grabar un segundo capítulo inicial para evitar escenas en las que no sólo insultaba a la joven Susan, que pasaba de ser tratada como You stupid child al más cariñoso My dear child, y para suprimir la escena en la que Ian era electrocutado por el Doctor cuando trataba de salir de la TARDIS. Para ese rodaje ya se había decidido la trama inicial. Los dos profesores, curiosos ante el extraño conocimiento y su separación de la realidad de Susan, la siguen hasta un descampado lleno de chatarra en donde la ven entrar en una cabina, acompañada por un anciano. Convencidos de que están en el mejor de los casos ante un secuestro, descubren que es mayor por dentro y, para que no se lo puedan contar a nadie, el Doctor les convence de que les acompañen en sus viajes.
Para el rodaje de este capítulo se decidió que la relación de los dos viajeros, el Doctor y Susan, debía quedar del todo clara e inocente, así que pasaron a ser nieta y abuelo. Pese a esto, seguía sin estar claro —y los guionistas tardarían aún años en decidirlo— cuál era su naturaleza. Si bien se daban algunas claves con Susan, asegurando que había nacido en el Siglo XLIX, o el doctor soltando en un breve discurso que ellos eran exiliados: “vagabundos errantes en la cuarta dimensión”, “huidos de nuestro propio planeta sin ayuda ni protección”. Como decía antes, los guionistas aún no tenían claro ni si ese planeta era la Tierra en el futuro u otro distinto, ni el motivo de esta huida, voluntaria o forzada, pero al menos tenían ya un primer serial, 100,000 BC, conocido también como The Tribe of Gum y, por supuesto, por el nombre de ese primer capítulo: An Unearthly Child.
Y ya tocaba, porque pese a haber sido previsto su inicio para la temporada de verano, a finales de Julio, los problemas técnicos y con la cadena habían ido retrasando su estreno. El piloto original no estuvo preparado hasta septiembre y, una vez lo vieron, decidieron que nadie soportaría a ese Doctor y se pusieron a rodar las nuevas tomas. Finalmente se logró una nueva fecha de estreno, el 23 de Noviembre de ese 1963.
La producción de la primera temporada no paró aquí —aunque, de nuevo, hablaremos de todo lo relacionado con el primer doctor en dos semanas—, pero todas las miradas se pusieron ya en el primer episodio. Era importante no sólo para ellos, también para la BBC y para Sydney Newman, que esta primera nueva serie fuera un éxito, así que la espera era tensa. Sólo quedaba la tranquilidad de que con el episodio finalmente preparado, nada podía enturbiar su presentación al mundo.
Excepto, quizá… El viernes anterior a su estreno, a muchos kilómetros de allí, en Dallas y a las 12:30 de la tarde, las 18:30 en Reino Unido, el presidente estadounidense John F. Kennedy era asesinado. De inmediato la programación, toda la programación, comenzó a girar en torno a ese crimen, ahogando cualquier intento de promoción e, incluso, trayendo el miedo a que algún programa especial les obligara a retrasar el estreno.
Esto, que ya era falso en aquel momento, se ha convertido en uno de los primeros mitos sobre la serie. Hablándose de que se iba a estrenar el viernes o que el primer capítulo se retrasó por culpa de JFK. En realidad, y pese a todo, se estrenó tal y como estaba previsto, entre el programa deportivo y el musical, sin mayores interferencias que la lógica falta de publicidad y relevancia frente al suceso que estaba conmocionando al mundo.
A las 17:15, los espectadores que sintonizaron la BBC pudieron contemplar por vez primera esto: