Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.
Como vimos la semana pasada, el uso y abuso de los informativos televisivos convirtió lo que se emitía en algo complicado de aceptar sin más.
Pero antes de volver a los Telediarios y todas las risas que nos permiten, debo aprovechar para recordar que no fueron los únicos programas puramente informativos desde un punto de vista periodístico —esto es, dejando de lado los documentales de finalidad educativa—. Empecemos por uno de los más importantes, creado aprovechando el cambio de aires que Adolfo Suárez permitió antes de partir llamado por los mayores poderes.
Se trata de Informe Semanal, imit… afortunada versión del 60 Minutos estadounidense, creado por Pedro Erquicia con el formato de cuatro reportajes que ha sido el más habitual (aunque cuando llegó a la dirección Jorge Martínez Reverte pasó a incluir una entrevista) hasta el momento. En estos momentos es uno de los más prestigiosos programas informativos de la televisión española, ganador de numerosos premios aunque, se podría criticar, más ocupado en constatar la historia como un notario que en buscar la verdad como un periodista. Pero claro, no es fácil lograr aguantar 40 años en antena.
El siguiente programa en llegar lo hizo a la francesa: La Clave de Jose Luis Balbín, que comenzaría a emitirse en el segundo canal en el 76, siguiendo un esquema francés, con un tema para la discusión, una película alusiva y un debate posterior. Era, por tanto, un programa extenso pues entre la breve introducción, película y debate posterior tendían a ocuparse un mínimo de cuatro horas. Todo ello con la presencia entre los comentaristas de relevantes periodistas, intelectuales y expertos en lo que sería un inicio del tertulianismo televisivo. Aunque aún fuera de gran nivel, como demostraría el paso por el programa de invitados como Olof Palme, Severo Ochoa o Bernard-Henri Lévy y el que entre los temas tratados hubiera algunos tan delicados como el aborto o la legalización del Partido Comunista.
Con algunos problemas —el programa fue tan polémico que en un principio pareció destinado a tener sólo una temporada; en los años 80 se pensó en emitirlo en diferido abriendo la posibilidad de editarlo, lo que causó un parón al encontrarlo inaceptable los responsables; además, claro, de las alteraciones propias de la emisión de distintos eventos deportivos— avanzó La Clave como gran referente no tanto crítico como reflexivo, permitiendo la aparición de una gran variedad de temas y que un espectador interesado pudiera encontrar argumentos variados y fundamentados.
Lo que acabaría pudiendo con el programa sería, irónicamente, el paso a la democracia. Tras la llegada como Director General con los socialistas de Jose María Calviño, el nombramiento de Jose Luís Balbín como jefe de informativos parecía dificultar su participación en el programa, pero logró compatibilizarlo gracias a, por ejemplo, que no llegara al año en el puesto. Su salida de informativos fue sólo sólo el primer capítulo de las desavenencias entre Balbín y Calviño que harían crecer los enfrentamientos por los temas e invitados del programa. El gobierno aprovechó para suprimirlo el 23 de Diciembre de 1985 aduciendo la bajada de audiencias. Sí, en serio, sólo dos canales, ambos controlados por el gobierno y tuvieron el cuajo de usar esa excusa. Balbín declaró que se habían convertido en un programa incómodo y que el 86 era el año de votar sobre la OTAN, tema este que le habían vetado en su programa.
El último programa previsto, sobre La Movida madrileña, nunca llegó a emitirse, aunque eso no significó que no hubiera un cierre de gala: Balbín, colaboradores del programa, periodistas y tertulianos se reunieron en el Hotel Palace para realizar una última tertulia sobre la situación del Ente, la falta de libertad en RTVE y la tiránica actitud del gobierno.
Como muchos otros profesionales desencantados con el gobierno socialista y enfrentados a éste, Balbín acabaría moviéndose a posiciones más de derechas, encontrando acomodo en el grupo Antena 3, centrado entonces en la radio. La llegada de las privadas serviría para que en 1990 regresara el espacio a esta cadena. Allí se emitiría de nuevo, recuperando el espíritu —ahora más escorado— hasta el Antenatresazo de 1992, que daría para columna incluso sólo en su sección de televisión. Pero es que el día que haga el post sobre la adjudicación de licencias y los movimientos posteriores me tengo que tomar luego unas vacaciones. En cualquier caso, esto supuso el desmantelamiento de la marca, pasando la televisión a depender de un grupo liderado por Antonio Asensio que iría arrinconando al programa de Balbín hasta sacarlo de la programación en 1993. Pese a lo cuál no se le ocurrió entrar en Moncloa con una recortada —o, si lo intentó, nunca nos enteramos—.
Pero, volviendo a 1986, el gobierno decidió impulsar otros dos programas de información. En primer lugar el espacio Punto y Aparte, que empezó como una sección interna del telediario de la noche; de él se encargaba Manuel Campo Vidal, pese a que acababa de ser enviado al mediodía —no hagan que tenga que recordarles lo de la semana pasada— para ser convertido en un programa independiente en 1986. En ambos casos se trataba de una entrevista de un cuarto de hora que permitía abordar con profundidad un tema de actualidad.
Para 1987, y tras el mareo de turno de profesionales en TVE, Campo Vidal pasa a hacer su Punto y Aparte en el Hora 25 de la SER, dentro de los cambios que el nuevo director, Julio César Iglesias, incorpora al espacio. Punto y aparte acabaría siendo un programa propio de la emisora hasta que en 1989 le pidieron que regresara a TVE para realizar un informativo diferente, con una entrevista, una tertulia y varias piezas que trataban de buscar un nuevo punto de vista.
Dentro del programa se procuraron tratar todos los temas, incluido el de la manipulación informativa en televisión, en el que media docena de profesionales españoles discutieron sobre los problemas de la manipulación informativa… en Italia. Porque este es un país de tradiciones, señores, y si queremos hablar de lo de aquí nos conviene fingir que estamos hablando de algún otro lugar.
Siguiendo con la forma habitual de manejar la cadena, este programa tampoco duraría mucho y, tras concluir la temporada con una entrevista a Carlos Solchaga, se cerró sin que el entonces jefe, Ramón Colom, decidiera volver a contar con Campo Vidal para la siguiente temporada, siendo así reemplazado por el magazine Un día es un día de Angel Casas.
En 1986 otro programa informativo se estrenó, esta vez con más éxito: Documentos TV, fundado por Miguel Veyrat y que en 1990 pasaría a ser dirigido y presentado por Pedro Erquicia hasta su salida por jubilación en 2008. El programa es, en realidad, un contenedor de reportajes documentales, mayoritariamente de contenido extranjero, de manera que el ocasional documental español — generalmente producción propia del canal — no escuece tanto como para eliminarlo.
Para aquellos que suponen que la competencia es buena siempre, ya estamos en ese punto en que aparecieron las cadenas privadas. Permitiendo una mayor y más profunda cantidad de programas que ofrecieran una programación informativa de calid… PPPFFFF… JA JA JA JA JA. No, n-no puedo.
La llegada de las privadas, de las que hablaré algún día en que haya perfeccionado mi zen, supuso en realidad que en los informativos de TVE las cosas se ataran incluso más en corto, que los profesionales rebotados tuvieran un lugar al que ir y, sobre todo, que descubriéramos en la nueva década que se podía hacer televisión como si aún fueran los 50 —aunque estoy dispuesto a afirmar que en España esta frase se puede aplicar en casi cada una de las década siguientes—.
Y si esto es 1989, en 1990 el puesto de director de turno de TVE, un puesto con más movimiento que el de secretaria de Murphy Brown, fue para Alfonso Cortés Cavanillas, que sería cambiado por Ramón Colom tras la salida de Luis Solana como director general de RTVE y su sustitución por Jordi García Candau, lo que llevó, además, a una nueva Jefa de Informativos: María Antonia Iglesias. Con ellos llegó por fin una cierta estabilidad, hasta la victoria del PP en 1996, al centrarse todos en la competencia. No en ser competentes, claro, sino en que el público cautivo no se fuera ahora a la competencia.
En el Telediario hubo cambios, como siempre, empezando por la marcha de Luis Mariñas a Tele 5, pero se incluyeron en la remodelación los informativos de la segunda cadena, que pasan a tener más emisiones que la de madrugada, y que sirven para destacar a un joven profesional que viene de la sección de deportes.
El primer paso en TVE fue confiar en Pedro Piqueras para que presentara junto a Elena Sánchez el Telediario de mediodía, mientras Hermida se queda el de la madrugada. La sorpresa estuvo en el de noche, que permite por una vez que Rosa María Mateo tuviera un horario normal. Duró poco, claro, porque a Hermida no le aguantaron tres meses las ganas de estar en la madrugada y desplazó a un ridículo puesto sin puesto a Mateo. El puesto de Hermida era rellenado por Antonio Martín Benítez, presentador del telediario nocturno de La 2, llamado Noticias 2.
Si ustedes creen que esto es divertido sepan que Hermida tampoco aguantó demasiado, porque en 1991 decidió largarse a Antena 3, de modo que ooootra vez mueven a los personajes. Empezando por una de las presentadoras de los fines de semana, no la joven Ana Blanco, que había entrado a cubrir el hueco que dejó vacío Mari Pau Domínguez al dimitir, sino la otra presentadora, Francine Gálvez a la que la prensa de derechas venía ridiculizando por no hablar español correctamente —en realidad, por su tendencia a trabucarse al más puro estilo Rosa Conde y tropezarse con el teleprompter, pero la expresión no hablar correctamente español, que era la que usaban suena más… ajena. Y no le pidieron la partida de nacimiento porque no se les ocurrió—. Así que en su lugar decidieron mandar a… efectivamente, Rosa María Mateo. Lo que significa que el puesto de Hermida había quedado vacío. Como habían decidido prescindir del presentador del Telediario de Madrugada en favor, de nuevo, del presentador de Noticias 2, el puesto al frente del Telediario 2 fue para Josep María Balcells, que también se ocupaba del nuevo programa de debate conocido como… ahm… A debate.
Aún no terminaría el baile porque para el siguiente año los que se irían a las privadas serían Olga Viza y, esto os pillará por sorpresa, Rosa María Mateo.
Lo que llevó a una nueva restructuración: Benítez volvió brevemente antes de dar paso a Pedro Altares, Pedro Piqueras pasó a poner de presentador del mediodía a Ramón Pellicer. La salida de Mateo sirvió para que en el fin de semana entraran Fernando G. Delgado y María Escario y, de paso, llevar a su compañera, Ana Blanco, a las noches. Ahí no estaría sola, ya que el antiguo presentador de la madrugada lograba el puesto de presentador del telediario nocturno. Su nombre era, por supuesto, Matías Prats, hijo.
Los datos de audiencia se duplicarían, lo suficiente como para que decidieran hacer un cambio de presentadores. Pellicer a la noche y el dúo Prats — Blanco al mediodía. De modo que así —bueno, Eduardo Sotillos sustituyó a Altares— se llegó hasta la victoria del PP en 1996.
Un buen momento, por tanto, para regresar al pasado y ver lo que las privadas hicieron al empezar su turno.
Durante sus primeros años hicieron esa televisión como de los años 50: en Tele5 tiraron por las tetas y se olvidaron de los informativos mientras que en Antena3 optaron por adaptar lo que hacían en la radio a la televisión. De ahí ideas locas como filmar una tertulia en un bar llamada Café, copa y puro u otra, en una auténtica locura de imaginación, titulada La Tertulia, presentada por Miguel Ángel García Juez con la colaboración como contertulios de Luis Ángel de la Viuda, Luis Carandell y Carlos Pumares; pero claro, estamos hablando del canal que según se abrió puso en marcha el late J.M. con Juanjo Menéndez.
También estuvo la creación de la serie de programas especiales La picota, en la que Manuel Marlasca intentaba hacer una suerte de especiales de investigación, o algo así. Al fin y al cabo estamos hablando de un canal que empezó su andadura diciendo que si había algún fallo por el que el canal no se podía ver en partes de España era culpa del gobierno socialista.
El primer periodista en aparecer para dar las noticias pudo ser también el que más impactaría: Jose María Carrascal. Pronto empezarían a adaptarse; Carrascal pasaría a las madrugadas, Luis Herrero presentaría al mediodía acompañado por Miriam Romero y un comentario político de Federico Jiménez Losantos. Esmeralda Velasco se ocuparía del informativo de la noche hasta su cambio por Fernando González Urbaneja y Vicente Mateos los fines de semana.
Claro que con el antenatresazo esto tampoco duró demasiado. La llegada de Asensio trajo una serie de cambios, empezando por la salida de los antiguos —con la excepción de Carrascal — y la llegada de reconocidos profesionales como Manuel Campo Vidal como nuevo presidente de la cadena. A partir de ahí llegaría el tránsito de periodistas de TVE: Olga Viza, Rosa María Mateo y, en 1993, Pedro Piqueras. También de profesionales de otros medios como Roberto Arce, José Antonio Gavira, María Rey, Marta Robles o Carlos García Hirschfeld, que acabaría inaugurando en 1995 un informativo matinal. Tras ese primer bache aquí todo estuvo muy tranquilo hasta la llegada del PP al poder.
Por su parte Tele5 apostó, Luis Mariñas mediante, por un solo telediario a media noche. Un formato corto pero con mucha firma en la que gente destacada en un campo concreto analizara las noticias. La presentación quedaba, aparentemente, en una tierra de nadie entre Mariñas —en las noticias serias— y Andrés Aberasturi. Fue todo un éxito que acabó por derrotar al telediario de madrugada de TVE, no digamos ya al de Carrascal.
Esto derivó en la llegada de nuevos informativos a mediodía y por la noche, como en el resto de cadenas. Mariñas se ocupaba también de presentar el del mediodía, Julio Fernández el de la nocturna, entre ambos seguían con Entre hoy y mañana y los fines de semana eran para Felipe Mellizo. Sobre estas bases irían evolucionando los espacios ahora conocidos como Las Noticias, incorporando secciones como los minidebates entre Miguel Ángel Aguilar y Luis Herrero, que seguían el esquema del americano Punto / Contrapunto, al que aquí se llamó Cruz y Raya —quienes, por otro lado, trabajaban en Tutti Frutti, así que todo quedaba en casa—. Posteriormente pasarían a ser sustituidos por Federico Jiménez Losantos y Carlos Carnicero y el nombre por Fuego cruzado. Aunque también aquí la llegada del PP al poder crearía algunos cambios en los presentadores.
Pero no voy a aburriros más. Obviamente el baile de presentadores siguió en todas las cadenas, más aún ahora que podían irse de una a otra sin mayores problemas que la conmoción creada, como en el caso de la marcha de Matías Prats, hijo, un hombre que había hecho de todo en todo tipo de programas de RTVE, a Antena 3 en 1998. Así que fijémonos en los espacios externos y ya habrá tiempo de volver para hacer un pequeño cierre al respecto de los noticieros.
Como decía, hubo informativos en todas las cadenas y pronto también distintos intentos de programas de información semanal, con mucho reportaje, como por ejemplo A toda página (1994) o Espejo público (1996) en Antena 3 o la semana que viene en Tele5 (1998). Generalmente son programas que cumplen una de estas dos premisas: O se hacen amarillistas centrándose en el famoseo y los sucesos, siguiendo el ejemplo de Gente (1995) de TVE, o desaparecen. En algunos casos, como Espejo público, se pueden lograr ambos, con el paso de informativo semanal a magazine mañanero presentado por la ex-compañera de Prats en el informativo nocturno de Antena 3, Susanna Griso.
Por otro lado hay pequeños intentos de programas de análisis de la actualidad como Los desayunos de TVE (1995) o La mirada crítica (1998) en Tele5, cuya cara más emblemática fue la de Vicente Vallés, que reúnen la idea de informativo y tertulia, desgajándose de sus respectivos informativos de mañana para ofrecer otro enfoque, algo que los iría acercando al enfoque de tertulia- magazine, como demuestra que el programa de Tele5 acabara siendo presentado por Maria Teresa Campos, y cancelado, en 2009.
Otro fenómeno que surge es el del informativo cercano, principalmente en las televisiones autonómicas. Muchas veces tomando como referente Madrid Directo (1993) y su mezcla de pequeñas noticias, reivindicaciones y color local, aunque a la vez que iban surgiendo por el resto de España —*Andalucía Directo* en 1998, por ejemplo— se iba notando la tendencia a limitar la información cercana a mayores dosis de pintoresquismos y sucesos.
De hecho, los programas de reportajes como En portada (2002) parecerán limitarse a cubrir el exceso de producción sin que a la gente le interese o importe en exceso lo que allí se diga.
Ese fue otro de los logros de la multiplicación de cadenas. La relevancia que daba tener sólo una fuente de información se fue diluyendo —no digamos ya con la popularización de Internet— hasta el punto de que ya parece que los diferentes informativos y a sus presentadores ya sólo los conocen en la Familia Real. Si a esa multiplicación se añaden los añadidos de Cuatro y La Sexta así como los de la TDT y los —pocos ya— canales externos, tenemos un impacto mucho menos importante que cuando sólo había un Telediario Noche.
El descrédito de la información televisiva quizá sea a lo que se pueda achacar las malas audiencias y posteriores cierres de intentos tan interesantes como el de CNN+ (1999 – 2010) o las muchas vueltas del canal 24 horas, que lanzó en 1997 TVE durante las famosas Guerras de los satélites —de las que, de nuevo, hablaremos otro día.
Esa caída del interés por la información explica también que los intentos de nuevos programas sean menos como Reporteros Cuatro (2010) y más como 21 días (2009) o Callejeros (2005), que buscan más un impacto ofreciendo entretenimiento desde la información que una información real. Pero es que ese parece el estado real de la televisión en España.
De entrada porque muchas veces se vende la confusión de que las tertulias son informativos. Y no, claro. Poner a mucha gente junta a hablar, o a gritar, no tiene rigor alguno. Especialmente cuando se cuenta con la misma gente para todo, nadie vigila los datos que se dan y, desde luego, se consideran más importante los puntos de vista que los hechos demostrables. Pero este griterío siempre ha gustado en España, ya fuera en formato Moros y cristianos (1997 – 2001) o buscara una apariencia más seria como 59 segundos (2004 – 2012).
En segundo lugar, por esa misma sensación de seriedad y credibilidad que da el estar haciendo un espacio informativo o con pretensiones de informar se suele fingir que lo que prima en un programa de otro tipo es la información sobre el espectáculo, de la misma manera que al hacer las salchichas a uno le pueden intentar vender que son de ternera aunque dentro le estén metiendo burro. El uso extenso del burro disfrazado en magazines y programas de sucesos —si es que aún podemos separarlos gracias a las secciones de consejos para los espectadores e intermedios gastronómicos de los primeros— ha servido también para estragar el gusto del espectador, que ya sólo reconoce los sabores más fuertes de la información. Si Susanna Griso tiene que montar un espectáculo en torno a unos pocos niños muertos para lograr ganarle la audiencia a Ana Rosa Quintana, ahí estarán ellos, peleando incluso por la participación de los familiares de los fallecidos.
Todo esto acabó repercutiendo, claro, en los propios informativos. Así, bien por presiones políticas o por el lamentable estado en que se encuentran, tuvimos que ver cosas como que el presentador del telediario nocturno en 2003, Alfredo Urdaci, fuera condenado a leer una rectificación, o la sobreabundancia de youtubes en los telediarios de la actualidad. Incluso provocando que profesionales respetados en otro tiempo como Pedro Piqueras parezcan ahora sufrir de algún tipo de interna agonía y ansia de tremendismo.
Yo sugiero siempre que cuando alguien vea un informativo televisivo tenga no ya una mente crítica y despierta con lo que está viendo, que eso siempre, sino que se haga directamente una tarjeta de bingo.
Pónganse en ella las definiciones de lo que puede verse en la actualidad en un informativo televisivo: Sucesos, Alarmismo, Corazón, Sectarismo, Tetas, YouTubes… Por lo menos así existe la posibilidad de que alguno de sus espectadores salga ganando algo con su visionado.
O quizá es sólo el pesimismo de ver la evolución de los informativos en España. Pero es que así están las cosas…
2012-11-29 21:11
En el bingo te has dejado la publicidad encubierta, los publirreportajes y en el caso de TVE de boletines publicitarios del gobierno de turno.
2012-12-02 12:13
Y lo peor es que Publicidad lo tenía apuntado.
Sobre todo porque secciones como cultura son difícilmente distinguibles de hojearse el catálogo semanal de una gran superficie.
Lo de los Boletines partidistas entra en Sectarismo, por otro lado.