Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.
Resulta algo complicado escribir esta semana mi columna sin ponerme trágico ya de entrada.
El escenario es este: La NBC, con su actual jefe a la cabeza, Robert Greenblatt, decidió renovar por una temporada más Community.
En consonancia con la estrategia del propio Greenblatt —un ejecutivo más cercano a Silverman que a Tartikoff— de cancelar la mitad de su programación, encargar un cerro de series —Ay, cada vez que pienso en el Pilotos Deathmatch que me espera en otoño…— y renovar las ya existentes por sólo 13 capítulos. —Con las únicas excepciones de The Office y Parks & Recreations— la idea era mantener un show de culto.
Pero.
Dentro de la notable capacidad de Greenblatt para ponerse en ridículo, en apenas un par de años como jefe lo que debería ser todo un record, no sólo tuvo que decir y desdecirse demostrando estar bastante lejos de cualquiera de esos dos o, incluso, de Kevin Reilly. Pero ha ido un paso más allá a anunciar que 30 Rock no entraba en su temporada final para, antes de 24 horas, tener que desdecirse y confirmar que sí lo es. Y es que cuando parecía que su experiencia al frente de Showtime serviría de algo. Para respetar a los autores y sus series, nos ha salido con una de as ideas más sucias, burdas y ridículas que se pueden realizar en la televisión.
Community continuará, sí, pero sin Dan Harmon. De manera que, horas después de que el programa fuera TT mundial era el creador el que ocupaba su puesto, y lo lograba precisamente, por haber saltado el propio Harmon a explicar que no, que nada de diferencias ni de problemas… que nadie se había molestado en llamarle, ni en preguntarle quién debería sustituirle ni nada.
Harmon es un creador problemático, combativo, apasionado. Algo que en la NBC ya sufrieron en los ’70 con Lorne Michaels y que en la tele tienden a soportar con estoicismo. Y suelen acabar siempre igual, acordaos de los Smother Brothers.
Total, que aquí estamos. Con Community viva a manos de unos tipos que vienen de arreglar Happy endings o Just shoot me. Es decir, un tipo de comedia útil para el gran público, brillante quizá en algún momento pero streets ahead de Community. Así que, básicamente, en la NBC están jugando a la necrofilia.
Esta no es la primera vez que se hace esta jugarreta, por otro lado. De hecho hay toda una tradición de ejecutivos televisivos destroz… cambiando las reglas de series bien establecidas. Aunque en general suele ser porque el creador considera que aquello ya ha dado todo lo que se podía mientras que la cadena considera que se puede seguir exprimiendo. Y normalmente no. Pero ahí están los casos de Eric Kripke en Supernatural o de Amy Sherman-Palladino en Gillmore Girls —Que, de hecho, tenía que haber cerrado INCLUSO antes—. E, incluso, de creadores que van y vienen por sus series como es el caso de Bill Lawrence en Scrubs o lo que ya contamos de David E. Kelly, un ejemplo de creador que se implica en la serie y la marca dejando una huella muy personal, que hace difícil separarlos.
Esa es, de hecho, otra de las cuestiones. Hay series tan genéricas o tan poco originales que parece valer cualquiera. Incluso hay series en las que entran y salen productores, marcando pero no haciéndola imposible sin ellos. A Chuck Lorre le ha pasado varias veces. Y ya si nos vamos a las series franquicia como Dr. Who o, sobre todo, Star Trek, podemos ver como marcan pero hay una idea general sobre ellos.
En cualquier caso a lo que remite inmediatamente este asunto con Harmon —y, por tanto, sobre lo que os vais a aburrir de leer— es a la salida de Aaron Sorkin de El ala oeste de la Casa Blanca.
Sorkin, por mucho que os sorprenda, tampoco era una persona fácil con la que tratar. Sobre todo por parte de los ejecutivos. Igual que Harmon o que Tom Smothers. Así que para la cuarta temporada en la NBC —sí, ellos de nuevo- no aguantaban más, y le acabaron echando. A ver si entraba en rehabilitación o en chenowetación o algo. Él se vengó dejando un cliffhanger como una casa. La serie se volvió muy oscura durante ese primer año aunque acabó logrando encontrar una forma de reconducirse, menos brillante, menos efectiva pero que les permitió aguantar tres años y cerrar en la séptima temporada la Adminsitración Bartlett.
Y ese es, mucho me temo, el mejor de los escenarios.
Seguimos con la política pero nos vamos a la ABC, con la aparición de Commander in chief en la que Geena Davis interpreta a una vicepresidenta que acaba tomando el lugar del presidente. Todo ello idea y creación de Rod Lurie. La serie empezó con unos datos estupendos, fue primera la noche de los martes y logró incluso una candidatura para Geena Davis en los Emmy.
Pero.
Resulta que Lurie tampoco era sencillo al trato y, de hecho, parece que se retrasaba un poco en escribir los guiones que él mismo tenía que hacer —algo muy Sorkin o Kelly, por otro lado— así que decidieron quitarle tras el episodio 7.
El elegido para ocupar su lugar fue un clásico, Steven Bochco, experto en salir de las series que creaba que esta vez tenía que recoger una serie ganadora. Lamentablemente no sabía qué hacer con ella y, a partir del noveno capítulo empezó a sangrar su audiencia. Hicieron una pausa pero a su regreso la cosa no mejoró y Bochco se largó en el 14. Viéndose la situación en el 15 se fue uno de los actores, el vicepresidente Peter Coyote.
Pese a haber pedido —y grabado— una temporada de 23 capítulos en sus buenos viejos tiempos nunca se llegó a emitir más allá del 18. Los 5 que quedan estarán archivados en algún lado, quizá algún día salgan a la luz.
Mientras la gente se preguntaba cómo había podido dejar al ABC que les ocurriera esto y lanzaba ideas peregrinas como que toda la serie era una creación pro Hillary ante las elecciones que tendrían que llegar en dos años lo que muchos enían claro es que el destino se había sellado el día en que decidieron dejar fuera a Lurie.
Ahora podemos sentarnos y pensar qué es lo que será de Community, una serie que tiene tanto de su creador que hay capítulos concretos que parecen anotaciones de su vida cotidiana como ese episodio de esta última temporada que casi parecía una metáfora de la propia serie, Documentary Filmmaking: Redux, o como la pregunta ya sin respuesta que se hacen en el magnifico “Curriculum Unavailable”, ¿cómo han podido durar tanto? ¿Cómo se ha podido permitir la existencia de un lugar como Greendale sin que nadie les haya quitado de en medio pese a la clara incompetencia del Decano? Toda una reflexión disfrazada de terapia sobre la propia serie y el estado de la NBC que ha acabado convirtiéndose en profecía.
Esperemos que para la próxima temporada la lobotomía sea ligera. Sólo de imaginarme una muerte en vida y éxito como la que atraviesa The Big Bang Theory tiemblo de terror.
Así que ya veis, hay cosas peores que enfrentarse a lo desconocido de los Pilotos. Enfrentarse a lo que una vez fue conocido y querido para nosotros y ahora va a haber cambiado a la fuerza.